Así, aquí y ahora, se dan las condiciones óptimas para que el Gusano Vencedor salga de su agujero negro, se desenrosque después de haberse hinchado a base de alimentarse de la psicodelia atmosférica en el horizonte de eventos y caiga sobre un pedazo de esta Tierra nuestra para entrar en los oídos de unos cuantos que, atentos, arrostramos el abismo de un hambre de misticismo no-humano, los que nos alineamos con la idea de que la especie humana no es sino un accidente del azar, que el conocimiento es una ilusión, ficción pura y sin sentido en un universo donde no jugamos un papel más importante que cualquier otro objeto; los que necesitamos de una banda sonora que nos llene las vesículas del ruido blanco que trae el olvido a las malogradas piezas de nuestra memoria genética humanista, judeocristiana y mediocre; los que solicitamos una música como prótesis gracias a la cual poder bailar durante el siguiente Gran Evento de Extinción, en esta ocasión estructurado en pura metáfora —ahora sabemos, gracias a la revelación de las dimensiones ocultas de la naturaleza por parte de la ciencia, que han sido estos Grandes Eventos de Extinción los que han dado forma al planeta; han sido las potencias cósmicas, los efectos geológicos y las mutaciones evolutivas las que han llevado a Gaia, el Dios Primigenio Principal, a ser el cíborg total compuesto de biología y tecnología que es, listo para servir de plataforma de lanzamiento al espacio de nuevos cíborg, híbridos humano-máquina en los que necesariamente nos hemos de transformar.