La ciudad de los lugares posibles nos habla del espacio urbano como configuración física y geográfica, pero, a la vez, como configuración simbólica. El libro constituye un análisis de cómo se ha re-construido y re-significado la ciudad a lo largo de la historia. Desde asentamientos anteriores a la Edad Antigua —como Jericó, en la actual Cisjordania (7000 a.C.)— hasta la cultura callejera del Harlem de los años 80, el texto se mueve fluidamente por las diversas dimensiones del espacio urbano. De vertiente antropológica a la artística, de la vivencial a la representacional, dando cuenta de una ciudad-imagen, que, si bien cada vez puede parecer más irreal, más holográfica —asimismo más estandarizada o indeterminada, como decíamos antes—, también puede ser reapropiada y vivida de nuevo.
Por otro lado, se nos habla de lugares, como por ejemplo el laberinto, el cual aparece recurrentemente en el libro, que permanecen al margen de la civilización, que tienen su propia lógica, y que por ese mismo motivo se pueden convertir en una proyección utópica del espacio habitable. Pero a la vez, esta proyección utópica también puede encontrarse escondida en los lugares más recónditos de la propia ciudad: en pequeñas brechas o en pequeños enclaves que inviten a una nueva vivencia, a un nuevo proceso de significación. A esto nos impele este fértil y exhaustivo texto que, por un lado, asume cómo la ciudad, para bien o para mal, se ha convertido en el modelo geográfico por excelencia; pero por otro lado, no deja de ser escéptico con este propio modelo: si comprendemos la urbe de este modo, caemos en el riesgo de concebirla como una unidad de medida estándar (en este caso, cada vez más basada en lo XXL o la megaescala, como diría el arquitecto Rem Koolhaas). De lo que se trata es de inscribir nuevos sentidos, nuevas experiencias y nuevas formas de vida en ese espacio urbano. De convertir la ciudad en un lugar que ya no es indeterminado, “talla única”, sino propio, infiltrándonos en sus rugosidades y en las particularidades de cada recoveco. Espinosa y Bailey nos invitan, en definitiva, a concebir la ciudad como una miríada de lugares posibles, de nuevas configuraciones del pensamiento y de nuevos órdenes sociales.