En las páginas del volumen hallamos ejemplos a través de tendencias sociales y generacionales acerca de como ciertos estilos más o menos rupturistas se instalan y fagocitan en espacios urbanos para luego casi desaparecer o definitivamente transformarse en otra cosa. Y es que el ruido en el rock parece obedecer a una suerte de psicogeografía, en ocasiones random y fantasmal, y las más de las veces sujeta a las veleidades de la contracultura y el dandismo imperante en cada momento. ¿Hay algo de snob en el culto al ruido? Probablemente sí. Rosell nos inspira con génesis rockeras y punkis como la acontecida en el Nueva York de finales de los años setenta del siglo pasado.
En este sentido, el ensayo se fija en diversas bandas y sus contextos, como por ejemplo la formación de rock alternativo Sonic Youth, de la cual Rosell nos explica: “Piedra angular del noise-rock y el grunge, objeto de veneración en círculos indies […] fruto más reconocido de la escena Downtown de Manhatan de finales de los setenta”. Esa Nueva York es un nodo donde convergieron pintores, poetas, cineastas y vividores. Todos ellos protagonistas del movimiento antirock por antonomasia: la no wave. Habla el libro sobre la ciudad estadounidense convertida en una meca disfuncional con dos bloques creativos diferenciados y geográficamente surgidos en los setenta: el Soho con bandas como Static y Friction, y el East Village, con DNA o The Jerks. Este ejemplo, creo que es una buena manera de explicar esta suerte de geolocalización del ruido que asiste a Un cortocircuito formidable.
Pero los capítulos se suceden con sus piedras rosetas sonoras y sus deformaciones. Algo hay de la impostura a todo volumen del metal y sus pioneros testosterónicos (Manowar, Saxon), de los primeros baby boomers, decantándose por el progresivo y el AOR. La evolución posterior, más destilada y, permítanme, esteticista, reconocible en bandas como Cannibal Corpse o Morbid Ángel, incluso la eclosión del Black Metal. Rosell se mueve de un referente a otro saltando de década en década pero buscando similitudes primigenias (casi intuidas). De manera que un capítulo diserta acerca del movimiento pseudodadaísta COUM (1969-1976) que provocó un pequeño seísmo en la Gran Bretaña con su actitud “fabulosa y guarra”, mediante propuestas en que la música y lo performativo se fundían; otro, el ideario industrial del SPK, a continuación el noizu japonés con figuras como Masayuki Takayagi y Keiji Haino, y de manera omnipresente referentes dotados de cierta transversalidad como Genesis P-Orridge. El continuum de ruido, como ven, es rico y expansivo.
La propuesta es pues tan vertiginosa i arrogante (en el buen sentido, el de la actitud) como el disco Psychocandy, arranca com un riff de The Kinks y se desata en un final en el que Merzbow es capital; formación de Masami Akita que redobla la fusión de psicodelia, free jazz, japanoise y ruidismo. Al respecto nos dice su autor: “A diferencia de Hijokaidan, Incapacitants, Hanatarash y Masonna, el ruido de Merzbov se gesta previamente a su formalización. Pese a su naturaleza improvisada, de algún modo existe conceptualmente antes de ser vibración”.
Como apunto, este libro lleno de vasos comunicantes, algunos más poderosos y evidentes y otros de sesgo personal, funcionan, atrapan y siempre nos iluminan. Pero en todo caso las variantes de sus reflexiones resultan harto poderosas y pertinentes, y se complementan perfectamente con otros discursos como el del crítico Simon Reynolds (creador del término post-punk). A destacar el conveniente y ejemplar prólogo de Javier Blánquez que ha acompañado al autor en diferentes presentaciones. En definitiva, os recomiendo un acercamiento “libre y transversal”, como indica el subtítulo a esta propuesta de Oriol Rosell. Da igual por donde lo comiences, te hará ir para atrás y para adelante, como un tema loquísimo, como una suerte de trance intelectual y espiritual a partes iguales. Si el ruido resucita demonios, cabe invocarlos y cifrarlos.
El autor
Oriol Rosell (Barcelona, 1972) es crítico y divulgador cultural y profesor de Historia y Estética de la Música Electrónica, Narrativa Audiovisual y Dramaturgia del Sonido. Tras dos décadas en el periodismo cultural, actualmente es responsable del programa La Història Secreta y del espacio «La Biblioteca Inflamable», dedicado a la literatura de no ficción, en Ràdio 4, así como del blog/podcast Tácticas de choque. Ha compuesto bandas sonoras para danza y teatro y es la mitad del dúo de punk electrónico Dead Normal. Un cortocircuito formidable es su primer ensayo.