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FICHA TÈCNICA

Green Room

Green Room

director:

Jeremy Saulnier

año:

2015

nacionalidad:

Estados Unidos

productores:

Broad Green Pictures / Film Science

estreno en España:

10 de junio de 2016

94 minutos

Peckinpah-pum-pam!

Lluis Rueda | Este viernes 10 de junio de 2016 llega a nuestra cartelera una película que estrangula, un filme que hiede a pura violencia, un artefacto brutal e incuestionable que me atrevería a bautizar con el término «Peckinpah-pum-pam!»; si me permiten luego les aclaro el osado etiquetado. Green Room de Jeremy Saulnier es un cuchillada cinematográfica que no necesita ningún disfraz, ninguna coartada; una versión alucinada de Asalto en la comisaría del distrito 13 (Assault on Precinct 13, 1976) de John Carpenter que conduce a los espectadores a un grado de estupefacción y de escalofrío muy singular. Y es que ante las dosis de violencia física y atmosférica que destila la cinta uno se pregunta si lo que le provoca el filme es una suerte de sugestión subliminal o simplemente se está amedrantando sin remedio minuto a minuto.

Jeremy Saulnier, que ya nos dejó boquiabiertos con su extraño survival Blue Ruin (Id., 2013), una versión reposada de Hobo with a Shotgun (Id., 2011) de Jason Eisener, efectivamente, con vagabundo vengador, maneja conceptos muy simples y efectivos en Green Room (Id., 2015): lo primero es que se trata de un filme de terror asfixiante, sin zombis, monstruos lovecraftianos o vampiros, sus alimañas son nazis de la Norteamérica profunda. Los matarifes de este thriller, escalofriante y repleto de giros, son tipos capaces de matar por un cruce de miradas. Al frente de esta pandilla de tratantes de armas, drogas y demás hobbies fronterizos se halla un auténtico ángel de la muerte que luce el porte del veterano Patrick Steward. La de Steward, por cierto, es una de las actuaciones más aterradoras que uno recuerda en mucho tiempo en la gran pantalla, simplemente su mirada resulta tan fría y espeluznante como la del forajido interpretado por Henry Fonda en Hasta que llegó su hora (C'era una volta il West, 1968) de Sergio Leone.

Los conejillos de indias de esta cacería son una banda punk conformada por jóvenes inconformistas que se buscan la vida tocando bolos en antros de mala muerte. Pero si me permiten, estas potenciales víctimas con las que fácilmente podemos identificarnos nos caen tan simpáticas y nos parecen gente tan auténtica que todo lo que se sucede en la pantalla nos resulta, si cabe, más intolerable. En eso, Saulnier, que también tocó en una banda punk, ha sido especialmente hábil. El propio director ha explicado en alguna ocasión que pasó auténtico terror tocando en algún local de mala muerte en su época de músico pseudoprofesional. Nuestra identificación con estos jovenzuelos no puede ser más sincera y directa, y quizá por eso el conflicto nos supera... No se trata de unas pijas insoportables, de unos guaperas apegados a un móvil o a un descapotable. Esto no es, pongamos, Trampa para turistas, (Tourist Trap, 1979) de David Schmoeller, no es un slasher con familia disfuncional. Se trata de nosotros hace unos años cayendo en una encerrona de rapados, algo que aterra tal y como lo plantea el realizador... Vale, “no future”, pero el asunto va de sobrevivir al ataque brutal de unos malnacidos. A la sazón, terror real.

Los elementos de este western bastardo, producto hawksiano atiborrado de anabolizantes, son simples. Un asesinato casual, un testigo inocente y toda una banda dispuesta a acuchillar al más presto. El campo de batalla durante gran parte del filme es una habitación sin salida, un cubículo en un camerino, donde los jóvenes punkis tendrán que ingeniárselas para sobrevivir ante los embistes de los neonazis. Pocos elementos, para nada novedosos los que maneja el realizador... pero tremendamente efectivos e hilvanados en una guión inventivo, con chispas para el recuerdo y momentos de puro escalofrío. Este filme-ratonera es con seguridad la cinta más incómoda y perdurable vista en el pasado Festival de Cine Fantástico de Sitges 2015 y, según las crónicas, toda una sensación en el pasado Festival de Cannes. No es para menos, el cine de Saulnier concentra lo mejor de Peckinpah sin marienismos, su cine es un «pam pum» brutal que evoca a Perros de paja (Straw dogs, 1971) y a La cruz de hierro (Cross of iron,1977), pero también a obras paradigmáticas del cine hecho desde las entrañas, desde Defensa (Deliverance, 1972) de Jonh Boorman a Acorralado (Rambo) (First Blood, 1982) de Ted Kotcheff.

Como último apunte y ya descrita la joya que se les avecina como espectadores, permítanme una reflexión. Tras Blue Ruin Jeremy Saulnier no pudo bajarse de su etiqueta de realizador indie y supuestamente demasiado autocomplaciente. Y sí, muchos descubrimos Blue Ruin en el D’A (Festival de Cine de Autor de Barcelona), por cierto festival que de tanto en tanto remata algún gol de órdago en su programación, y lo digo en el sentido más positivo. Yo creo que con Green Room, Saulnier se va a ganar definitivamente a los fans del horror, al «temido» fandom, sin despeinarse.

¡Venga! A correr al cine sin mirar atrás.


Artículo publicado el 8 de junio de 2016

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