boto

film malade

publicado el 16 de mayo de 2005

Culto al golpe

'Asalto a la comisaría del distrito' ('Assault on precinct 13', 1976), 'La noche de Halloween' ('Halloween', 1978), 'La niebla' ('The fog', 1980), 'La cosa' ('The thing', 1982), o 'En la boca del miedo' ('In the mouth of madness', 1994), entre otras, son ejemplos demoledores para no cuestionar constantemente a John Carpenter. Valorar en su justa medida cualquiera de estas películas significa reconocerles, como poco, el calificativo de espléndidas.

Lluís Rueda | ¿Es entonces Golpe en la Pequeña China un Carpenter menor? A mi modo de ver, no. Fuera de estos clásicos ya citados, el resto de su filmografía posee, en mi opinión, una coherencia singular -no se puede decir lo mismo de todos sus colegas de generación-; en el caso de esta película en particular, el resultado es realmente brillante.

¿Quién tendría valor sino él para hacer una película de estas características en 1986? Vapuleada por un sector de la crítica en su momento, reivindicada por otros como uno de los filmes de entretenimiento más honesto y vital de los últimos veinte años, Golpe en la Pequeña China recrea una aventura de corte fantástico donde cabe el western (Hawks, por supuesto), la comedia, las artes marciales made in Honk Kong, la brujería, la monster-movie de los cincuenta; todo bien aderezado, removido, y pasado por la turmix carpenteriana más truculenta.

Jack Burton (Kurt Rusell), un camionero hortera y gallito con ínfulas de John Wayne trasnochado, forma junto a Wan Chi (Denis Dun) la pareja protagonista. Ambos tendrán que rescatar a la novia de este último de las garras de David Lo Pen, malo a rabiar, ser incorpóreo que deambula por las entrañas de la Pequeña China. A nuestros dos héroes, que funcionan como la clásica pareja de las buddy movies, se les unen una serie de personajes de intereses dispares para crear una hilarante comedia de enredos en el eje de un guión anfetamínico, trepidante, lleno de clichés y diálogos intencionadamente beodos.

Golpe en la Pequeña China recrea una aventura de corte fantástico donde cabe el western (Hawks, por supuesto), la comedia, las artes marciales made in Honk Kong, la brujería, la monster-movie de los cincuenta...

La creación de un grupo de cuyo entendimiento dependerá el éxito de la misión es un cliché al que Carpenter raramente renuncia en la creación de sus guiones: es su constante homenaje a Howard Hawks y a su adorado Río Bravo (Rio Bravo, 1959). Este filme (Golpe en ...) no es una excepción como no lo es el enfrentamiento de sexos dentro de este grupo humano en situación límite.

Si entendemos que muchos cineastas de prestigio han basado sus aciertos en la sublimación del pastiche estético, reinventándolo y dotándolo de una coherencia visual sin parangón (Burton, Gillian, etc..), si, como él, otros han sabido filtrar toda una iconografía concreta construyendo un esqueleto visual indiscutible, es de rigor defender apuestas como la de Golpe en la Pequeña China.

Carpenter también sabe ser iconoclasta: el trasunto de géneros y motivos estéticos de su aventura fílmica es casi inabarcable.¿Pero qué hace de Carpenter un maestro único del fantástico? Carpenter es hijo de la contracultura americana, la música de The Carpenter's, el western, los antihéroes de los cómics, como podría serlo Jack Burton, Snake Plisken o el mata vampiros Jack Crow, entre otros muchos. A diferencia de otros compañeros de oficio que siguen en activo y que se han erigido como popes del terror contemporáneo, Carpenter no es autor de una sólida formación literaria, como David Cronenberg, y no posee una extraordinaria sensibilidad hacia la música clásica, la arquitectura o la pintura, como sí es el caso de Dario Argento. La imaginería de Carpenter bucea entre viñetas y viejos filmes crepusculares y es ahí donde, pese a rozar el anacronismo sigue conectando con una horda de jóvenes admiradores cada vez más amplia. El respeto y la artesanía con la que esas viñetas carpenterianas cobran vida en la pantalla puede enganchar a un tipo de público que abarca un amplio abanico generacional. Y es que su cine, pese a la empatía por lo terrorífico, tiene esa magia de las películas de aventuras que amenizaban a padres e hijos las sobremesas de los domingos (Curtiz, Walsh, Korda...) Ese regusto a clásico inconfundible.

La imaginería de Carpenter bucea entre viñetas y viejos filmes crepusculares y es ahí donde, pese a rozar el anacronismo sigue conectando con una horda de jóvenes admiradores cada vez más amplia.

Golpe en la pequeña China pertenece a ese tipo de filmes que confirman la dificultad de definir el género de aventuras. Casi todo el mundo cree saber qué es un western, qué es el cine de terror, la ciencia-ficción, el cine negro o la comedia, pero pocos pueden definir exactamente en que consiste el cine de aventuras. Tenemos una persona/as fuera de su medio habitual y en un exótico decorado donde el peligro es inminente, y es precisamente la inclusión del elemento extraordinario, fantástico o racional, aquello que altera la normalidad y activa la aventura, un punto de partida que es también valido para otros géneros (especialmente el terror). Existen unos estereotipos que son repetidos con voluntad sacra, como el punto de vista (narrativo) del protagonista omitiendo la humanidad-sensibilidad del personaje maléfico; y es que el género de aventuras tiene una cierta voluntad de infantilización (su construcción jamás varía de una estructura clásico-literaria) que nos hace disfrutar de películas como Gunga Din (Gunga Din, 1939), de George Stevens, o En busca del Arca perdida (Raiders of the lost Ark, 1981), de Steven Spielberg, con un punto de mirada épica y a la vez de regresión infantil. La ambigüedad de los personajes desarrollada con maestría puede aportar calidad cinematográfica a un filme de aventuras, pero también puede ser un arma de doble filo, las alteraciones en los rasgos psicológicos de los personajes pueden arrebatar fiabilidad al concepto de épica aventurera. ¿Sería Golpe en la Pequeña China un filme de aventuras puro si Jack Burton se dejara tentar por el mal y Lo Pen tuviese un ápice de misericordia? Es evidente que no, sería otro tipo de película.

Hoy por hoy el cine de Carpenter sigue retroalimentándose de un modo irreverente, sin tregua, y lo que es más significativo, sin concesiones.

Vampiros de John Carpenter (John Carpenter’s Vampires, 2000) su penúltimo juguete, ya es para muchos una pieza maestra, una revisión del mito vampírico enérgica y sorprendente, ambientada en la frontera mejicana, que recoge lo mejor del género en un tono desencantado y desinhibido.

Pero es justamente Fantasmas de Marte (Ghost of Mars, 2002), el filme que nos va al dedillo para recuperar sus cintas menos heterodoxas: esas que nos ofrecen sobredosis de acción, un grupo humano atrapado en un complejo, conflictos sexistas y un enésimo apunte hawksiano como el de esa maravillosa secuencia de un tren futurista atravesando Marte como si se tratase de una caravana a través del salvaje oeste americano, y eso sí, bien amenizado por los portentosos riffs de su aliado musical para la ocasión, Anthrax.

Golpe en la Pequeña China es afín a este último trabajo, como un intento de huir del splatter típicamente teenager donde se han refugiado compañeros de generación como Wes Craven (véanse sus Scream), y sobre todo es la constatación de un cine de entretenimiento de autor dentro de la industria con un osado regusto a serie B y una apuesta estética provocadora, y por qué no, inconformista.

Son los años ochenta, corren tiempos de camisetas ajustadas, jeans de pitillo, deportivas blancas, el hard rock americano causan furor y Carpenter no es ajeno a todo ello, sabe introducir todos estos elementos en su particular manera de entender el espectáculo, sin que chirríe, y a fe que lo consigue.

Es importante que no perdamos de vista algunas de las referencias que engrosan el factor estético de Golpe en la pequeña China para entender algunas de sus constantes:

Los videojuegos: ¿Quién a mediados de los ochenta no tenía un ordenador en su casa? Triunfan los juegos violentos, de artes marciales, las aventuras gráficas, y eso precisamente es Golpe en la Pequeña China, un juego espectacular -repleto de niveles- trasladado a la gran pantalla....cine de entretenimiento de autor dentro de la industria con un osado regusto a serie B y una apuesta estética barroca, provocadora, y porqué no, inconformista.

Bruce Lee: El menudo Wan Chi es sin lugar a dudas un alter ego de Bruce Lee (incluso incorpora algún guiño gestual). Su lucha con el más fornido de los Tres Tormentas (guardianes de Lo Pen) parece extraída de una secuencia de Operación Dragón (Enter the dragon, 1972), de Robert Clouse.

Ríanse de Tigre y Dragón (Couching tiger, hidden dragon, 2000), de Ang Lee, algunas escenas de lucha están filmadas de un modo inaudito: cabriolas, carreras por las paredes, luchas de espadas en el aire. Todo un lujo para los amantes del género oriental cortesía del fiel coordinador de especialistas, Jeff Imada.

Fu Manchú: Lo Pen parece el pariente lejano del mítico "Terror Amarillo" nacido de la pluma de Sax Rohmer. Podemos apreciar influencias de películas como El regreso de Fu-Manchú (The face of Fu Manchu, 1965) de Don Sharp, o Las novias de Fu-Manchú (The brides of Fu Manchu,1966), de Jeremy Sumers. Sus largos bigotes, la túnica hasta los pies, su hierática pose, y como no, la guarida: un fuerte custodiado por un ejército de leales, por extrañas fuerzas sobrenaturales. Los negocios de Lo Pen magnate son tan turbios como los del funesto mandarín; América peligra. Pero como dice Jack Burton en una escalofriante secuencia de arrebato patriótico: "los colores de esta bandera jamás destiñen"... así les va.

Flash Gordon: No es muy difícil, echando una ojeada al trabajo de dirección artística y de vestuario de Golpe en la Pequeña China, pensar en la fallida Flash Gordon (Flash Gordon, 1980), de Michael Hodges, aquella space opera que junto a Barbarella (Barbarella, 1978), de Roger Vadim y Diabolik (Diabolik, 1967), de Mario Baba, formaron la trilogía mas camp de toda la historia del cine, todo ello cortesía del valiente productor Dino de Laurentis. ¿que comparten de similar ambas producciones? Para comenzar una cierta estética "casino de Las Vegas" entre hortera y art decó, la enfermiza fijación por un barroco oriental más cercano al cartón piedra de los restaurantes chinos que a los estilizados jarrones Ming, y hablando de Ming, ese ambiguo emperador del mal ¿No parece el eslabón perdido entre Fu-Manchú y Lo Pen?

En resumen, recuperen Golpe en la pequeña China, el cine, entre otras muchas cosas también es grand gignol. Confíen en el tío Carpenter, y eso sí, háganlo con la mejor de sus sonrisas.


archivo