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midnight movie

publicado el 11 de enero de 2009

Atrapados en la casa de los horrores


Desde Al morir la noche (Dead of night, AA.VV., 1945), el cine de terror ha recurrido en numerosas ocasiones a los filmes de episodios para explicar en una hora y media tres, cuatro o más historias independientes con o sin nexo común pero resultados generalmente irregulares. La productora británica Amicus casi se especializó en este tipo de producciones tras el éxito de Doctor Terror (Dr. Terror’s house of horrors, Freddie Francis, 1965) pero el cine norteamericano, quizá por el peso y el auge de la televisión y salvo raras excepciones –Historias de terror (Tales of terror, Roger Corman, 1962) y Creepshow (Id., George A. Romero, 1982), entre otras– no ha recurrido demasiado ni con demasiada convicción a este tipo de ficciones: Trapped ashes (literalmente “Cenizas atrapadas”) constituye, en todo caso, una muestra bastante concluyente de los problemas de las películas con distintas historias enlazadas.

Pau Roig | La repercusión obtenida por la fallida serie de televisión estadounidense Masters of horror (emitida entre el 28 de octubre del 2005 y el 2 de febrero del 2007) ha influido en la producción de Trapped ashes, filme de episodios de desgraciadas reminiscencias televisivas y actores muy de segunda línea financiado entre Canadá, Estados Unidos y Japón y cuyo principal denominador guión es la (pretendida) mezcla de terror y erotismo conjurada en el guión del debutante Denis Bartok, responsable hasta el 2005 de la American Cinematheque de Los Angeles. Más sorprendente incluso que la presencia de un guionista novel en un proyecto de estas características resulta el ecléctico plantel de directores reclutados, con la única excepción del cada día más devaluado director de Gremlins (Id., 1984), Joe Dante, no por casualidad responsable de dos episodios de la citada serie. En primer lugar, el octogenario director británico Ken Russell, popular durante los años setenta por sus delirantes filmes histórico-musicales –de Mahler (1974) y Lisztomania (Id.) a Tommy (Id.), de 1975, entre otros– hasta que un mal día decidió pasarse al cine de terror con dos de las producciones más demenciales de finales de los ochenta, Gothic (Id., 1986) y La guarida del gusano blanco (The lair of the white worm, 1988). Estos dos títulos, más su descontrolada tendencia al exceso desagradable y su pasión por el sexo malsano y enfermizo, lo relegaron por deméritos propios a un tercer plano de la industria cinematográfica del que ya nunca saldría. Segundo, Sean S. Cunningham (nacido en 1941), más productor que director pero máximo responsable de una de las franquicias más rentables de la historia del género, Viernes 13 (Friday the 13th), pero sin ninguna otra película de relevancia en su filmografía. En tercer lugar, el veterano Monte Hellman (nacido en 1932), director surgido de la factoría de Roger Corman a principios de los sesenta –debutó en la dirección con La bestia de la cueva maldita (Beast from haunted cave, 1959)– que vio cómo su carrera se hundía en la serie casi Z tras dirigir el filme de culto Carretera asfaltada en dos direcciones (Two-lane blacktop, 1971). Hellman, de hecho, no había vuelto a dirigir tras la bochornosa Posesión alucinante (Silent night, deadly night 3: Better watch out!, 1989). A ellos se une, en su inesperado debut en la dirección, el técnico en efectos especiales John Gaeta (nacido en 1965), ganador del Óscar de la especialidad por su impresionante trabajo en Matrix (The matrix, 1999). Personalidades muy distintas y diferenciadas, escogidas probablemente por su capacidad de llevar a su terreno las flojas historias escritas por Bartok, pero que acaban por conformar un filme tan heterogéneo como aburrido y falto de nervio, plagado de problemas de ritmo, tono y atmósfera.

A vueltas con el terror: “Wraparound”

Joe Dante es el encargado de dirigir el televisivo episodio marco, que incluye la presentación de los distintos protagonistas, las escenas de relleno entre los episodios, una resolución sorprendente / diferente para las historias más un último giro final tan evidente y previsible que se lo podrían haber ahorrado. Siendo estrictos, y dejando de lado el cameo del veterano Dick Miller, presencia constante en toda la filmografía del director, cualquiera podría haber firmado esta parte de la película. La excusa, el detonante de la trama, un poco al estilo de las mejores producciones de sketches de la Amicus –Condenados de ultratumba (Freddie Francis, 1972), El baúl de los horrores (Vault of horror, Roy Ward Baker, 1973)– es la visita guiada a los estudios cinematográficos Ultra: saliéndose de la ruta prevista, dos parejas, un guionista en horas bajas y una joven de turbio pasado se quedarán encerrados en “La casa de los horrores”, inquietante escenario, muchos años atrás, del rodaje del filme de terror “Hysteria” del director maldito Desmond Hacker. En el filme, un grupo de personajes se veían obligados a relatar diversas historias de terror basadas en hechos reales para conseguir escapar con vida de la casa, y lo mismo deciden hacer los protagonistas del filme siguiendo las recomendaciones del extraño, demasiado extraño guía turístico que incorpora el veterano Henry Gibson.

Ken Russell y las perversiones sexuales: “The girl with golden breasts”

Empezando por el mismo título (“La chica de las tetas doradas”), Denis Bartok debió escribir este episodio pensando en Ken Russell: resulta imposible imaginar otro director (in)capacitado para llevar a cabo la historia de una atractiva aspirante a actriz (Rachel Veltri) que tras someterse a una revolucionaria operación de cirugía estética constata con horror que sus pechos, aumentados con implantes procesados de tejidos de cadáveres humanos, se alimentan de sangre humana. Tan grotesco punto de partida, similar en determinados aspectos al del episodio Hair de la producción televisiva Body bags (Id., John Carpenter y Tobe Hooper, 1993), quizá podría haber dado pie a una furibunda crítica a los cánones estéticos de Hollywood y a los más oscuros mecanismos manipuladores de la industria del cine actual, pero no pasa de ser un intento de chiste malo servido de la manera más desagradable y ridícula posible, incluyendo, no podía ser menos, un cameo del propio director con peluca rubia y tetas carnívoras incorporadas. Como escribió Carlos Aguilar a propósito de Gothic, decididamente las obsesiones sexuales de Russell no son culpa del espectador.

(Pseudo)Terror oriental: “Jibaku”

Trapped ashes no cuenta con la presencia de ningún director japonés, pero sí con un episodio íntegramente ambientado en el país nipón: Henry y Julia (Scott Cowell y Lara Harris) viajan a Tokyo para participar en una convención de arquitectos, aunque el verdadero objetivo del viaje es recuperar la pasión perdida en su matrimonio. Nada más lejos de la realidad: tras visitar un cementerio y descubrir el cuerpo colgado de un monje, Julia será seducida por una especie de demonio / fantasma y para salvarla Henry deberá bajar al “Jibaku”, el Infierno budista. Ausente de la dirección desde que en 2002 filmara el telefilme de ciencia ficción Invasión final (Terminal invasion), Sean S. Cunningham dirige el episodio con cierta voluntad de estilo, llegando incluso a mezclar animación con imagen real en el primer encuentro de Julia con el demonio y en el descenso al Infierno, aunque este recurso parece más una excusa para disimular los justos, muy justitos, recursos de producción que no la decisión de un cineasta con cierta personalidad (véase la visualización del “Jibaku”, poco más que una pequeña cueva de cartón piedra). Las malas interpretaciones de la desconocida pareja protagonista y la tendencia natural del director al efectismo y la brocha gorda (la mujer introduce sus dedos en la carne putrefacta del demonio cuando hace el amor con él) borran de un plumazo las ya escasas opciones poéticas y estéticas que ofrecía la historia, a años luz de la rica tradición fantástica oriental.

3. Homenaje a un maestro: “Stanley’s girlfriend”

El tercer episodio de Trapped ashes es probablemente el más ambicioso, pero también el más mal desarrollado a nivel narrativo / conceptual y, junto con el anterior, el que más sufre las consecuencias de un presupuesto más adecuado para un telefilme (o para el piloto de una serie de televisión) que para una producción cinematográfica. Bartok y el director Monte Hellman pretenden rendir un sentido homenaje a Stanley Kubrick (1928–1999), pero utilizan para ello una historia trillada e incluso insípida que poco o nada tiene que ver con el director ni con su obra. Ambientada a principios de los años cincuenta del siglo XX, “Stanley’s girlfriend” narra la fuerte amistad que nace entre dos jóvenes cineastas, Leo y Stanley (Tahmoh Penikett y Tygh Runyan, el primero interpretado por John Saxon en el episodio marco), una amistad que se romperá de repente con la aparición de una sensual y misteriosa mujer de la que no saben nada, Nina (Amelia Cooke): ligada en un principio a Stanley, la marcha de éste a Europa motivará su romance con Leo hasta su misteriosa desaparición. Cuarenta y cinco años más tarde, tras la muerte de Stanley, una vieja película procedente de Praga y anterior a 1900 revelará a Leo la verdad: Nina era en realidad una bruja de más de cien años de edad que se alimentaba de la sangre de sus amantes... Nada interesado en el género, Hellman filma aburrido un ejercicio de estilo que bebe del cine negro clásico de manera tan nostálgica como intrascendente.

4. El gusano imaginario: “My twin, the worm”

John Gaeta debuta en la dirección con la historia más pobre de todas las que componen Trapped ashes, una trama escindida en dos por la psicótica mente de la joven protagonista (Michele-Barbara Pelletier), cuya madre quedó embarazada al mismo tiempo que un parásito –“la solitaria”– crecía en su estómago, sin posibilidad de abortar para no dañar el feto. Nathalie desarrolló así una especie de relación mental / emocional con el gusano, que pasó a convertirse en su hermano, y seguía cuidándolo y alimentándolo tras su muerte. Telegráfico en las descripciones de los personajes (especialmente la madre de la protagonista, que enloqueció tras dar a luz y ver cómo su marido se fugaba con su mejor amiga) y sin nervio alguno en los momentos potencialmente más terroríficos (la repetitiva voz en off de Nathalie de niña sobre la imagen del parásito en el vientre de su madre), el episodio no funciona de ninguna manera, menos cuando muestra con pretendida truculencia la (al final imaginada) venganza de la niña contra su madrastra.


    FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA:
    Canadá / Estados Unidos / Japón, 2006. 106 minutos. Color. Dirección: Joe Dante (“Wraparound”), Ken Russell (“The girl with golden breasts”), Sean S. Cunningham (“Jibaku”), Monte Hellman (“Stanley’s girlfriend”) y John Gaeta (“My twin, the worm”) Producción: Yoshifumi Hosoya, Yuko Yoshikawa y Dennis Bartok, para 11:11 Mediaworks / Asmik Ace Entertainment / Elephant Studio / Five Windows Productions / Tokyo Broadcasting System / Trapped Ashes Guión: Dennis Bartok Fotografía: Zoran Popovic Música: Kenji Kawai Diseño de producción: Robb Wilson King Dirección artística: Michael Corrado Montaje: Marcus Manton Intérpretes: Rachel Veltri (Phoebe), Scott Heindl (Zack), Lara Harris (Julia), Scott Cowell (Henry), Tahmoh Penikett (Leo de joven), Tygh Runyan (Stanley), John Saxon (Leo), Michele-Barbara Pelletier (Nathalie), Henry Gibson (El guía).


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