Una cabaña, un lago, dos opuestos

Los más avezados pudieron disfrutar de la ópera prima de Charlotte Le Bon en el Atlantida Film Fest 2023 en un breve pase por la plataforma Filmin. Desde luego, no pasó en absoluto desapercibida entre los connaisseurs del fantástico, un producto tan formalmente elegante y tan bien arropado en su naturaleza de fresco de la preadolescencia, o coming-of-age de residual construcción a la manera de un cine realista y casi de afán rohmeriano.

Lluís Rueda | Falcon Lake es una historia de amor adolescente con un trasfondo sobrenatural que poco a poco trenza un interesante dibujo entre el deseo y la morbidez que esconde cada plano, el despertar erótico y el paisaje salvaje. Su prurito fantastique macera a fuego lento y casi siempre sostenido en la figura del joven adolescente Bastien (Joseph Engel), que ya desde el arranque del filme se erige en un alma de indescifrable complegidad, de frágil interlocución y en cuyos parámetros vitales hallamos acaso puntuales fogonazos de algo animal y visceral que escapa a su condición de diletante. En un mundo de adultos o de preadultos, es Bastian catalizador de todo lo expuesto, en un filme el de Charlotte Le Bon que siempre intenta acotar con la cámara lo intangible, lo incivilizado, e incluso en hermosos planos que dejan respirar la posibilidad de la leyenda de un ahogado que se aparece en el lago del título.

En Falkon Lake, un filme de personajes, nace un órgano fantástico, mecido por el viento, que anida y crece sin que el espectador sea consciente del todo, y esa capacidad de prestidigitación es precisamente su mayor logro.

Bastien, el chaval común que ni cae bien ni cae mal, es lo rotundamente opuesto a su objeto de deseo, la “lolita” Chloé (Sara Montpetit). La casa de madera en el bosque es un refugio cifrado en las conexiones de la erótica juvenil, y es que hasta un baño inocente, lejos del lago, en una pira-bañera, de los jóvenes protagonistas, parece concederse un rango de fúnebre performance, también de delicado intercambio entre opuestos, seres que se calibran como luz y sombra.

El bosque insondable junto al lago, los desplazamientos en bicicleta por los siniestros senderos, todo está catalogado en la óptica de esta directora debutante como si se tratara de un ritual a medias en el que todos tenemos que poner de nuestra parte. Chloé y Bastien nos hipnotizan, sus gestos, sus desaires y sus sonrisas nos llevan en volandas por un tiempo parado, un lugar adormecido. La cabaña de madera gobernada por dos familias entremezcladas dejan de importarnos de inmediato, seguimos a Bastien, vigilamos su aprendizaje, tocamos el cabello de la púber Chloé. Ese es el tipo de erótica que maneja Charlotte Le Bon en este inspirado debut. El fantasma, claro está, puede estar en cualquier parte de la topografía del filme o en el engaño de su sofisticada formulación.

Una auténtica delicia.

Artículo publicado el 22 de septiembre de 2023