publicado el 17 de septiembre de 2009
Según palabras del escritor Lorenzo Silva, Tengo Una Pistola inaugura una nueva escena narrativa en España: la novela 2.0.
El protagonista, que responde al nick de Cascaradenuez, es un joven de veinticinco años que se dedica a diseñar páginas porno y lleva diez años sin salir de casa. Este hikkikomori pasa la mayor parte del día descargando películas y música que nunca llega a ver u oír, duerme abrazado a su ratón óptico para poder conciliar el sueño y únicamente se comunica con el mundo a través de Internet, con la excepción de un atípico psicólogo que acude a su casa para tratarlo sin mucho éxito.
Durante toda la obra, Rubio explora con grandes dosis de humor y ternura las relaciones con el mundo de una generación que tiene a su alcance todo lo virtual, pero mucho más lejos todo lo real, haciendo hincapié en la sobreinformación y saturación audiovisual a la que estamos expuestos diariamente.
La singularidad de esta obra reside, en primer lugar, en los temas que aborda: psicología, genética y, sobre todo, la tecnología 2.0. En segundo lugar, casi toda la novela se desarrolla a través de Internet, en forma de emails y chats que son reproducidos tal y como habitualmente aparecen en la pantalla del ordenador. Esta hábil apropiación de un formato foráneo al ámbito del libro impreso basta para suscitar el interés del lector. En palabras del autor, la novela presenta "el mundo que ve una persona de mi generación".
Tanto en la forma como en el fondo, en la novela confluyen otras muchas influencias provenientes del cine, la música y la literatura. Entre las influencias literarias y psicológicas del autor caben destacar reminiscencias a Charles Bukowski , Chuck Palahniuk, autor de obras como El Club de la Lucha, y Pedro Jara, psicólogo y autor de la obra de culto La Adicción al Pensamiento, aún no publicada en España.
La inserción de capítulos en los que el protagonista participa en un videojuego no solamente es algo novedoso, sino que además contribuye a crear esa atmósfera de virtualidad en la que desenvuelve la existencia de Cascaradenuez. La alternancia de estos capítulos con la trama central producen una mayor agilidad en la lectura, y le sirve al autor para tratar dos mundos virtuales paralelos: genético y digital, pues nuestro genoma bien podría ser el software gracias al cual experimentamos la ilusión de la realidad, como algo proyectado desde dentro hacia fuera.
Tengo una pistola está escrita con un estilo rápido, sencillo y preciso como un click de ratón. Rubio maneja con soltura y fluidez el idioma en distintos registros, como lo demuestran los frecuentes diálogos que salpican la novela. En este apartado destacan los capítulos del psicólogo —verdaderas conversaciones-ensayo de desternillante humor negro y demoledora lucidez—, en los que se analizan los más diversos aspectos de la sociedad contemporánea.
Para lectores perezosos y mentes inquietas, Tengo Una Pistola supone un antídoto divertido y reflexivo contra cualquier tipo de crisis, ya sea económica o existencial.