publicado el 12 de enero de 2010
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Hell has no boundary |
Fuera por la coyuntura económico-social de principios de 1980, por el auge imparable del slasher estadounidense, por la competencia cada vez más fuerte de la compañía Golden Harvest fundada en 1971 por Raymond Chow (antiguo jefe del departamento de publicidad y jefe de producción de la Shaw Brothers), o por una mezcla de estos y otros factores, las últimas producciones terroríficas de los hermanos Shaw tienden inevitablemente hacia el delirio y el surrealismo, pero en la más grosera excepción de ambos términos. La escatología y el mal gusto se explotarán hasta sus últimas consecuencias en una serie menor de títulos que suponen los últimos coletazos de una determinada manera de enfocar el cine de género; la compañía, de hecho, abandonaría definitivamente la producción cinematográfica en 1985 para centrar todo su interés en la distribución y en su propio canal de televisión.
6. A vueltas con el terror psicológico
Mo jie / Hell has no boundary (1981) y Zhong gui / Seeding of a ghost (1983), dirigidos por Chuan Yang, y Mo / The boxer’s omen (Chih-Hung Kuei, 1983), son probablemente los tres títulos terroríficos más recordados de todos los producidos por la Shaw Bros a lo largo de la historia, aunque no tanto por su interés, discutible, como por su profusión desquiciada de efectos gore. Pero antes de tirar la casa por la ventana, nunca mejor dicho, la compañía realizó dos curiosas –e igualmente truculentas– incursiones en el terreno del terror psicológico, dos rebuscados thrillers que tienen su mayor baza, escenas escatológicas aparte, en unos guiones tramposos pero efectivos que no ocultan en ningún momento su principal influencia: Las diabólicas (Les diaboliques, Henri-Georges Clouzot, 1955) y, en menor medida, Psicosis (Psycho, Alfred Hitchcock, 1960).
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Hex |
El primer título, Xie / Hex (Chih-Hung Kuei, 1980), constituye el inicio de una serie que tendría dos continuaciones más cerca del humor y la parodia que del cine de terror, Che dau che / Hex vs. witchcraft (1980) y Che yuen joi che / Hex after hex (1982), firmadas por el mismo realizador. El filme se aleja de manera sorprendente y radical de las anteriores realizaciones de Kuei, Gui yan / Ghost eyes (1974) y She sha shou / The killer snakes (1975); influenciado tanto por el clásico de Clouzot como por el cine de terror psicológico de la compañía Hammer Film, el guión escrito por el propio realizador en colaboración con Chin-Hua Tan esconde sus cartas y dosifica la información con notable agilidad y sentido del suspense, consiguiendo sorprender al espectador con giros imprevisibles pero perfectamente plausibles: primero, hace creer a la desdichada Chan Say-ying (Tien Ni), y también a los espectadores, que ha asesinado a su marido, un hombre cruel y sádico que la maltrataba día sí día también (Wang Yung); su criada (Chen Szu-Chia) la ayudará a ocultar el cuerpo en un pantano cercano aunque todo se revelará como una trampa siniestra: el marido y la criada son amantes y, disfrazado de muerto viviente, el hombre atormentará a la viuda hasta matarla de miedo para quedarse con su dinero. Seguidamente, Kuei y Tan especulan con la posibilidad de que Say-ying vuelva de la tumba para vengarse de los dos amantes; ambos, también los espectadores, ignoran que la fallecida tenía una hermana gemela que tras ser testigo de su siniestro complot decidió pagarles con la misma moneda. Este último giro argumental tiene lugar a poco menos de cinco minutos para el final; hasta entonces, el filme utiliza recursos narrativos y de puesta en escena característicos del horror sobrenatural, empezando por la misteriosa voz en off que abre y cierra el relato y acabando por una trepidante sucesión de fenómenos extraños. Algunos de los “trucos” empleados son demasiado arbitrarios, incluso gratuitos (los grotescos efectos de maquillaje, la ausencia de reflejo de la muerte revivida en un espejo…), aunque el intento de exorcismo del fantasma de la mujer, casi al final, se lleva la palma del sin-sentido, tanto por su descarnado erotismo (hasta entonces el filme se había mostrado muy recatado en este aspecto) como por su excesiva duración: durante más de diez minutos, la mujer fallecida baila desnuda mientras una bruja decrépita va escribiendo conjuros con tinta sobre su piel; de vez en cuando, escupe sobre su sensual cuerpo la sangre de un perro muerto y la golpea con lo que parece un zapato. Puntuales aunque molestas notas de humor más o menos grueso, protagonizadas por los vigilantes del depósito de cadáveres (el cuerpo de la Say-ying permanecerá allí durante días a la espera de ser trasladado a su pueblo natal) y por un grupo de trabajadores contratados para quemar todos los muebles de la difunta, acercan a ratos el conjunto al terreno de la parodia más o menos asumida (o no).
7. “Giallo a la hongkonesa”
Si yiu / Corpse mania (1981), de nuevo dirigida por Kuei (el realizador firmaría más de treinta títulos en poco más de doce años), es la segunda incursión de los hermanos Shaw en el terror psicológico, más cerca del thriller que la anterior –hay incluso quién la considera un “giallo a la hongkonesa”–, pero marca ya de manera diáfana la tendencia de la productora al pastiche grotesco. La película renuncia a cualquier tipo de concesión humorística y presenta numerosas imágenes de impacto no aptas para todos los gustos relacionadas con el tema principal que en teoría mueve el argumento, la necrofilia, y decimos en teoría porque aproximadamente hacia la mitad de mitad del metraje el tramposo guión de Kuei y On Szeto da un vuelco inesperado hacia el psycho-thriller. La trama gira alrededor de las investigaciones que realiza un avispado policía (Yung Wang) para intentar descubrir el paradero de Li Cheng-yuan (Erik Chan Ka Kei), principal sospechoso de los asesinatos de algunas de las prostitutas del burdel de Madame Lan (Ni Tien); meses atrás, el hombre consiguió eludir a la justicia en un polémico caso de necrofilia: tras descubrirse el cuerpo medio descompuesto de su esposa en la casa que ambos compartían, Cheng-yuan alegó que la mujer le había pedido que le hiciera el amor después de muerta, con lo que sólo pudo ser acusado de atentado contra la higiene pública. Más y más confusa y dispersa a medida que va avanzando, la trama de Si yiu / Corpse mania comparte con She sha sou / The killer snakes (1975) su visión cruda, retorcida de los bajos fondos de Hong Kong, contrapuestos aquí a la inteligencia e incorruptibilidad de la policía, si bien se diferencia de la realización precedente de Kuei por las trampas y cabos sueltos de su guión: al final, la sucesión de asesinatos se revelará fruto del plan maquiavélico urdido por Madame Lan y su amante para impedir la venta del burdel. Juntos asesinaron a Cheng-yuan y el hombre adoptó su físico y su personalidad para matar impunemente a todos aquellos que se interpusieran en su camino.
Más allá de su buena factura visual, la película destaca en el grueso de las producciones terroríficas de la Shaw Bros, no necesariamente para bien, por su heterogeneidad. Si yiu / Corpse mania aglutina sin rubor elementos, ideas y referencias de la más diversa procedencia, la mayoría de las veces de manera inesperada e ingenua. Kuei es capaz de pasar sin solución de continuidad del horror gótico tradicional –la mansión tenebrosa y medio abandonada en la que transcurre la escena inicial, la visualización de las siniestras callejuelas cercanas al prostíbulo, siempre sumidas en la niebla– a los thrillers italianos (véase la estilización de la puesta en escena y la utilización en determinados planos de una estética de reminiscencias pop). También del terror en su acepción más clásica –la vestimenta de Cheng-yuan (larga gabardina gris, sombrero, gafas de sol y una bufanda blanca que cubre su rostro hasta la nariz) remite más o menos a El hombre invisible (The invisible man, James Whale, 1933)– al cine de acción y artes marciales, pasando, claro está, por el gore más descerebrado: el momento justamente más recordado del filme es el que recrea la unión amorosa del necrófilo con el cadáver de su mujer repleto de miles de gusanos, un plano de lo más desagradable y gratuito que, la verdad, nada aporta al conjunto.
8. Más allá del bien y del mal (I): La policía poseída
Si la contemplación de la unión necrófila de Si yiu / Corpse mania ya puede revolver incluso los estómagos más predispuestos, lo peor está aún por llegar. Con un estilo distinto, quizá de manera no tan desvalazada, Mo jie / Hell has no boundary mezcla también elementos y recursos propios del thriller y el cine policíaco con groseros efectismos gore para narrar la delirante historia de una venganza sobrenatural en la que todo vale. La trama, igual que ocurría en el título anterior, se divide en dos partes más o menos diferenciadas que no acaban de casar de manera satisfactoria (a nadie parece importarle demasiado, la verdad). En la primera, asistimos a una serie surrealista de asesinatos cometida por una policía (Hsueh-hua Liu) dotada de terribles poderes mentales tras pasar unas improbables vacaciones con su novio en una isla aparentemente desierta y sin duda encantada; sin previo aviso ni más explicaciones, el personaje se desembarazará primero de los compañeros de trabajo que se disputan con ella un ascenso inminente al cargo de sargento, y después incluso dará cuenta de su superior en una escena que merece un lugar de honor en cualquier antología del mal gusto: tras ser atacado en la bañera por una especie de cangrejo gigante, el inspector morirá ahogado por una tonelada de papel higiénico que se ha enrollado a su cuerpo. La segunda parte, demasiado dilatada y reiterativa, se centra en los intentos del compañero sentimental de la mujer (Tung-Shing Yee) –ayudado por otro inspector y por un periodista de sucesos– para pararle los pies; tras la surrealista aparición del fantasma de su tía médium, el hombre descubrirá que en una vida anterior él y la policía fueron hermanos: ella murió en terribles circunstancias durante la guerra entre Hong Kong y Japón (paralela a la Segunda Guerra Mundial), una época de crisis y gran convulsión en la que empresarios sin escrúpulos compraban niños y niñas a sus padres para abastecer de carne mercados y restaurantes... En su primera incursión en el horror, el veterano director Chuan Yang muestra con todo lujo de detalles el destripamiento de la pobre niña (también el brutal asesinato de una mujer en un sádico control de las fuerzas armadas japonesas en una escena que bien puede calificarse de racista), y aunque plantea algunas ideas interesantes, como la identificación del mal con un chirriante color verde, hace gala de un mal gusto tan notable que a veces acerca el conjunto al terreno de la parodia. Es el caso de la desquiciada lucha del fotógrafo con la poseída, casi al final, con el protagonismo estelar de un ataúd repleto de miles de gusanos que la mujer comerá gustosamente hasta escupir una supurante papilla verdosa… Tras dos o tres falsos finales, la trama se resuelve sin solucionar prácticamente ninguna de las cuestiones planteadas.
9. Más allá del bien y el mal (II): El monje boxeador vs. la magia negra
Mo / The boxer’s omenn recupera hasta cierto punto la estructura y el estilo de Jiang tou / Black magic (1975) y Gou hun jiang tou / Black magic 2 (1976) para proponer una insensata y grotesca mezcla de elementos del cine de artes marciales, los filmes de gángsters, la fantasía budista y el horror sobrenatural más truculento que no funciona en ninguna de sus diferentes vertientes, aunque resulta bastante divertida. El protagonista (Phillip Kao) es un boxeador, mafioso en sus ratos libres, que viajará hasta Tailandia para vengarse del luchador que ha dejado paralítico a su hermano. A su llegada, sin embargo, será requerido por un grupo de monjes budistas que tratan de conseguir la inmortalidad de su abad, víctima de la terrible maldición de un brujo: en una vida anterior el protagonista y el monje fueron hermanos gemelos y su destino está unido hasta el punto que el óbito del abad supondría también la muerte del boxeador. La única manera de poder derrotar el mal es convertirse a la religión budista y tras un arduo proceso de aprendizaje y meditación el protagonista estará preparado para enfrentarse con el brujo negro de turno, al que derrotará en un trepidante combate que contempla un ejército de murciélagos resucitados, un banquete de vísceras, papillas supurantes de distintos colores e incluso una calavera voladora con muy malas pulgas. Ya de vuelta a Hong Kong (no sin antes haber derrotado al sádico luchador tailandés que incorpora Bolo Yeung), el protagonista será incapaz de cumplir la regla básica de la abstinencia sexual a la que está obligado por su nueva condición (las otras reglas son no matar, no jugar y no ambicionar); deberá hacer frente entonces a los tres discípulos del brujo finiquitado, aún más poderosos que aquél. La única manera de poder vencerlos –siguiendo precisas indicaciones del fantasma del abad, que uno ya no sabe si está vivo o muerto, si es mortal o no– será viajar hasta un templo milenario de Katmandú, dónde se conserva la reliquia conocida como “Las cenizas doradas”. Allí tendrá que luchar a muerte con una diablesa psicotrónica, ligera de ropa y con muy mala leche surgida del interior de un gigantesco cocodrilo repleto de gusanos (tal como suena: los aprovecharían de los filmes precedentes) en otra batalla campal que brilla por su falta de vergüenza ajena.
9. Más allá del bien y el mal (III): El feto diabólico
Rizando aún más el rizo, Zhong gui / Seeding of a ghost prescinde del tono hasta cierto punto naif, más amable e ingenuo, de Mo / The boxer’s omen para proponer un demencial festival de sangre e higadillos. Todo en el filme es desmedido, grosero, absurdo, justificando su condición de cult movie del cine gore oriental más pasado de vueltas. Imposible de valorar desde cualquier perspectiva cinematográfica rigurosa y con muchos puntos de contacto con Mo tai / Devil fetus (Hung Chuen Lau, 1983) y con la posterior Yang gui / Ghost nursing (Wilson Tong, 1988), la película de Chuan Yang es una sucesión de atrocidades tan repulsiva como, en el fondo, desternillante e inofensiva: buscando vengar la violación y asesinato de su esposa, el joven taxista protagonista (Phillip Ko) recorrerá a los servicios de un poderoso brujo; juntos desenterrarán el cuerpo ya medio momificado de la mujer para que pueda perseguir a los responsables de su muerte, dos delincuentes descerebrados, y también a su amante. A cambio, el hombre deberá alimentarla con su sangre hasta que pueda dar a luz el feto que lleva en sus entrañas. Después de comer espaguetis y escupir gusanos, el primer delincuente morirá al saltar desde la azotea de su casa intentando escapar del acoso de su propia hermana (medio desnuda, claro); instantes después de ingerir una suerte de yogur reconvertido por arte de magia en una papilla de sesos humanos, el segundo fallecerá mientras hace el amor con una prostituta (su cuerpo se llenará de pústulas y úlceras que acabarán partiendo su espalda en dos). La mujer del amante, también embarazada, morirá al explotar su vientre, literalmente, y dar a luz a una criatura monstruosa con tentáculos y una cabeza humana que convertirá la fiesta que se celebraba en casa de unos amigos en una desquiciada carnicería. Impresionante.