publicado el 19 de enero de 2010
Mucho se ha prodigado el cine en adaptar la obra de Sir Arthur Conan Doyle, en una larga lista destacaríamos la pieza maestra de Terence Fisher El perro de los Baskerville (The Hound of the Baskervilles, 1959), los espléndidos seriales de la Universal (y en una última etapa la Tweenty Century Fox) con Basil Rathbone y Nigel Bruce como Sherlock y Dr. Watson. Reinterpretaciones en clave ripperiana como Asesinato por decreto (Murder By Decree, 1979) de Bob Clark, obras maestras como La Vida Privada de Sherlock Holmes (The private life of S. Holmes, 1970) de Billy Wilder o divertimentos estimulantes como El Joven Sherlock Holmes: El Secreto de la Piramide (Young Sherlock Holmes, 1985), una producción de Steven Spielberg dirigida por Barry Levinson.
Lluís Rueda | Para la ocasión, el cineasta británico Guy Ritchie (Snatch, Cerdos y diamantes, La Playa, RocknRolla) nos propone un aproximación al famoso investigador de Baker Street basándose en un cómic original de Lionel Wigram; De entrada este punto de partida no debería condicionarnos, bueno es asimilar que Sherlock Holmes a lo largo del siglo XX se ha convertido en un icono que ha aparecido en toda surte de sofritos pulp, novelas de baja estofa o cómics de superhéroes, sin ir más lejos, a modo de ejemplo, podemos recordar su aparición en una colección de DC en que acompañaba al mísmísimo Batman, concretamente en el nº 572 de la serie 'Detective Comics', publicado en USA en marzo de 1987.
Por ello, más que una contraindicación hemos de entender que el punto de partida del material de Lionel Wigram nos va situar a medio camino entre el rigor de las novelas de Doyle y un acercamiento muy inteligente a esa nueva moda de callejear por un Londres esotérico, misterioso y decimonónico ideado y popularizado por la mente prodigiosa de ese genio llamado Allan More. No perdamos de vista que su obra 'From Hell' nos presenta a un agente Aberline, reverso del brillante Holmes y que el callejero regado de sangre de ese misterioso Jack the Ripper mucho tiene que ver con la aparición de Scotland Yard, patria chica de famosos detectives como Sherlock o Neilan Smith (véase el 'Fumanchú' de Sax Römmer).
Pero dejando a un lado estas influencias que proceden de una legitimización del mito de Sherlock Holmes en su concepción más pulp, bueno es no perder de vista que el director que lleva a cabo la labor de dignificar este universo sin bajar un escalón su dimensión de blokbuster instantáneo es Guy Ritchie, un realizador de marcado espíritu underground que ha sabido escarbar con acierto en la picaresca de los bajos fondos londinenses y en la comedia coral con oportunas dosis de humor negro. Tras la muy entretenida RocknRolla (Id., 2008), una comedia ligera, extravagante y plagada de buenos diálogos, Guy Ritchie no iba a estar dispuesto a ceder ni un palmo de su ideario. El resultado es un filme de aventuras detectivescas bien salpimentado por divertidas escenas de acción, diálogos fluidos y brillantes y una trama conspiranoica que deviene un tanto simplona y destartalada.
Robert Downey Jr., espléndidamente desbocado en su papel de Sherlock extravagante y nihilista, marca en cierto modo la credibilidad de un filme que pudo ser un tanto más oscuro y un tanto menos carnavalesco.
Entre los aciertos, y dado el esfuerzo por hibridar comedia y suspense, un lord Blackwood (Mark Steei) lo suficientemente astracanado y ridículo para pasar como un títere en la historia- todos esperamos mayor protagonismo del Profesor Moriarty- y, desde luego, el marco, el antes citado callejero. La recreación del Londres del siglo XIX es de una sutilidad y detalle poco común en este tipo de productos, Guy Ritchie y su equipo de diseño de producción han sabido enmascarar las deficiencias de un filme de profundas irregularidades en el apabullante muestrario de una época y una ciudad que nunca habíamos visto con tanta nitidez, Aquí podríamos citar filmes que han intentado canalizar el ideario esotérico y oscuro de ese Londres de niebla y barro pero que no han consegido recrear más que un decorado sin vitalidad: véase Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet (Sweeney Todd, the demon barber of Fleet street) de Tim Burton.
En lo positivo, cabe decir, que un producto que nace con la etiqueta de 'envejecido prematuramente', poco interesa ya Sherlock Holmes y su amigo Watson, invierte su condición en producto plenamente moderno gracias al toque Ritchie, a la chispa que infunde a sus personajes y en el riesgo que imprime con ciertas secuencias que calcan a los calambrazos irreverentes de RocknRolla. Fuera de estas decisiones estilísticas, acertadas a pesar de que puedan parecer excesivamente forzadas, Sherlock Holmes no supera, ni de lejos, la originalidad de otro filme del que también toma cierto espíritu transgresor: El joven Sherlock Holmes de Barry Levinson, una cinta que tras su prurito de aventuresco divertimento para adolescentes apunta turbias soluciones dramáticas y propone un villano de entidad (Prof. Rathe). Esa influencia también podemos rastrearla en los últimos años en títulos estimulantes como Harry Potter y el prisionero de Azkaban (Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, 2004) de Alfonso Cuarón.
De cualquier modo, Sherlock Holmes es un filme que creará simpatías entre el público especialmente por la química -al mas puro estilo buddy movie- de Robet Downey (Sherlock) y Jude Law (Dr. Watson), así como por la presencia de la coqueta espía internacional Irene Adler (Rachel McAdams), casi una Milady de Winter peligrosa y meridianamente vamp.
Esta primera entrega de la que, entiendo, será una saga, sale indemne del caos y el desastre que muchos auguraban, pero una segunda aventura con la sombra de Moriarty en el horizonte quizá necesitase un cambio de rumbo en la dirección. Francamente, cuesta pensar que más puede aportar Guy Ritchie a este producto sin caer en la reiteración. Con esa incertidumbre que, a buen seguro, no condicionará nuestras vidas y la sensación de habernos dejado un buen regusto, frugal y refrescante, hemos de felicitar al realizador británico por su labor: él y el gran Robert Downey Jr. son los héroes de la función.