boto

midnight movie

publicado el 26 de febrero de 2010

Abducciones alienígenas de andar por casa

Segunda película del director estadounidense Olatunde Osunsanmi después de Pesadilla en la caverna (WithIn, 2005), El cuarto suceso es una producción surgida a rebufo del incomprensible éxito de Paranormal activity (Id., Oren Peli, 2007), pero que trata de ir un paso más allá de los falsos documentales de terror y ciencia ficción realizados a partir de The Blair witch project (Id., Eduardo Sánchez y Daniel Myrick, 1999). Osunsanmi mezcla imágenes presuntamente documentales de un caso de abducción alienígena con la recreación ficcional de los mismos hechos; la primera opción ni sorprende ni inquieta, mientras que la segunda resulta redundante y tramposa. Lo peor de todo, el tono entre grave y trascendental de la propuesta, más cercana a (pseudo)documentales tendenciosos como ¿Y tú que sabes? (What the Bleep Do We Know!?, William Arntz, Betsy Chasse y Mark Vicente, 2004) que no al cine de género.

Pau Roig |

La ambigüedad, la duda irresoluble, es un pilar fundamental del horror, pero también es el eje sobre el que se construyen las leyendas contemporáneas, urbanas o no, y uno de los principales recursos utilizados por estudiosos y especialistas en relación a temas polémicos entre los que las apariciones fantasmales, los milagros y las abducciones alienígenas ocupan un lugar destacado. Se trata de presentar una serie de hechos más o menos misteriosos, ya sean indicios, pistas o vagas referencias para construir una o varias teorías que pueden demostrar, o sólo insinuar, que algo sobrenatural, extraterrestre o simplemente inexplicable se esconde en la realidad que todos conocemos, algo que la mayor parte de los casos constituye una amenaza. Éste recurso, por llamarlo de alguna manera, funciona de manera ejemplar en el terreno de la ficción, tanto literaria como cinematográfica, pero trasladado al pantanoso mundo del periodismo de investigación acaba por apelar a las creencias particulares o a la fe de los potenciales lectores / espectadores. Esta táctica es utilizada desde hace tiempo por los autoproclamados investigadores del misterio y de lo oculto –Iker Jiménez a la cabeza–, quiénes raras veces emiten juicios unívocos o definitivos y prefieren dejar la resolución del problema planteado en manos del público: no se puede demostrar que los extraterrestres existen, pero tampoco se puede afirmar lo contrario. En otros casos, especialmente en el de la constatación, lo más fácil es caer en el terreno del panfleto, algo que no es ni mucho menos exclusivo del horror y la ciencia ficción (abarca desde el descubrimiento de América hasta los pinturas negras de Goya, por poner dos ejemplos muy distintos entre sí).

Olatunde Osunsanmi podría haber jugado a fondo la baza de esa duda irresoluble (y si se quiere razonable), o haber planteado La cuarta fase como un ejercicio de terror sin concesiones prescindiendo de coartadas científicas y explicaciones racionales, todo lo contrario de lo que ha hecho en realidad: la yuxtaposición de imágenes presuntamente verídicas con la recreación ficcional de las misma hubiera sido una opción si las entrevistas y los extraños fenómenos mostrados en la vertiente digamos documental tuvieran una base no auténtica, algo imposible dada la naturaleza de los hechos relatados, pero sí plausible, o simplemente si alguien se hubiera dignado a trabajar un poco más el guión y los personajes, reducidos a la condición de simples estereotipos sin entidad. Si en Paranormal activity, aún con sus muchos defectos, Oren Peli en ningún momento explicaba el por qué –ni prácticamente el cómo– de los terroríficos acontecimientos en los que se veía envuelto el matrimonio protagonista, otorgando un plus de verosimilitud a la propuesta al recurrir únicamente a las grabaciones de su cámara de vídeo doméstica, El cuarto suceso se ambienta en un lugar y un momento muy concretos –la pequeña ciudad de Nome, en Alaska durante los primeras días de octubre del año 2000–, utiliza personajes que no existen o nunca han vivido en ese lugar –la Dra. Abigail Tyler (Milla Jovovich en la ficción)– y trata de (de)mostrar con manifiesta torpeza que el extraño comportamiento de algunos de los habitantes del lugar tras haber sido sometidos a hipnosis era el resultado una abducción [1]. El realizador mezcla en este punto algunas de las principales ideas asociadas a las abducciones presuntamente ocurridas en Estados Unidos a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, desde la amnesia o sensación de “tiempo perdido” hasta la aparición de luces imposibles, pasando por la inquietante figura de un búho observando a las víctimas desde la oscuridad y la presencia de objetos metálicos en el interior del cuerpo [2]. Carente del menor atisbo de coherencia o de rigor, el resultado es un batiburrillo tremendista más digno del Reader’s digest que de una propuesta con visos de plausibilidad, más cerca de Mothman: La última profecía (The Mothman prophecies, Mark Pellington, 2002), para entendernos, que de un (falso) documental.

La mezcla de realidad y ficción, de hecho, no tiene sentido más allá de constituir una redundante opción narrativa, como si el hecho de mostrar dos veces la misma historia –incluso de manera paralela en una misma escena gracias a la utilización de la cámara partida– fuera a resultar más convincente. Lo único que resulta es tendencioso: La cuarta fase no deja ni un pequeño resquicio para la imaginación o para la sugerencia, menos aún para la ambigüedad, prescindiendo de entrada de la atmósfera, la tensión y la intensidad que requería una historia de estas características: en lugar de eso, cada vez que las fuerzas alienígenas hacen acto de presencia las imágenes de las grabaciones caseras empiezan a distorsionarse y las víctimas de la abducción empiezan a hablar como si hubieran sido poseídos por el Diablo (uno de los pocos recursos interesantes, el de la desaparecida lengua sumeria, también está desaprovechado). Todo el relato va enfocado de manera absurda a la identificación de los espectadores con el desdichado personaje que interpreta Milla Jovovich en un papel alejado de sus habituales caracterizaciones: primero, en su lucha diaria por mantener y educar a su hija tras la muerte de su marido; después, en su afán de investigar los puntos en común entre las experiencias (y pesadillas nocturnas) de algunos de sus pacientes y, para terminar, en su batalla tenaz contra la incredulidad y el desdén que provoca su versión final de los hechos (de manera un tanto curiosa, el filme no ahonda ni mucho menos en las numerosas teorías conspirativas existentes sobre el tema, ya sean favorables o contrarias a las versiones de las autoridades civiles y científicas). Ni corto ni perezoso, el propio Osunsanmi aparece en la producción como él mismo, entrevistando sin el menor poder de convicción a la presuntamente real Dra. Tyler, mientras que la propia Jovovich aparece al principio del metraje como ella misma (aunque la escena parece la recreación de una aparición de la Virgen María) dando fe de la veracidad de las imágenes que vamos a contemplar a continuación. Ni siquiera dos veteranos de la talla de Will Patton y Elias Koteas saben qué hacer con dos papeles de relleno sin jugo ni trascendencia.

    [1] El título La cuarta fase hace referencia a la cuarta etapa del contacto entre humanos y extraterrestres, la de la abducción. La primera es la del avistamiento, la segunda es la de la evidencia y la tercera –recreada de manera ñoña por Steven Spielberg en Encuentros en la tercera fase (Clouse encounters of the third kind, 1977)– es la del contacto.

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    [2] La presunta abducción del matrimonio formado por Betty y Barney Hill el 19 de septiembre de 1961 –que motivaría la aparición del libro El viaje interrumpido (The interrupted journey, 1966) de John G. Fuller e incluso el rodaje de un telefilme, The UFO incident (Richard A. Colla, 1975)– sería la primera en conseguir un notable revuelo mediático, no exento de polémica por el papel hasta cierto punto manipulador de ciertos científicos y médicos hipnotistas involucrados en el caso. En los años posteriores aparecerían algunos de los ensayos y estudios fundacionales sobre la materia, entre los que podemos citar Missing time (Budd Hopkins, 1981), The evidence for alien abductions (John Rimmeren, 1984), UFO abductions: The measure of mystery (Thomas Bullard, 1987).

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    FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA

    EUA, 2009. 98 minutos. B/N y color. Dirección y guión: Olatunde Osunsanmi, sobre una idea de Olatunde Osunsanmi y Terry Lee Robbins Producción: Paul Brooks, Joe Carnahan y Terry Lee Robbins Música: Atli Örvarsson Fotografía: Lorenzo Senatore Diseño de producción: Carlos Da Silva Montaje: Paul J. Covington Intérpretes: Milla Jovovich (Abbey), Will Patton (August), Corey Johnson (Tommy), Elias Koteas (Abel), Enzo Cilenti (Scott), Hakeem Kae-Kazim (Awolowa), Eric Loren (diputado Ryan), Daphne Alexander (Theresa).


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