publicado el 6 de octubre de 2010
Lluís Rueda | En ocasiones desde ciertas plataformas se nos vende una idea del 'cine independiente' falsa, se nos disfrazan cintas de costosa producción (puramente mainstream) como panacea del cine inventivo, de riesgo y decididamente artie. Me arrojo a esta reflexión -poco incendiaria a estas alturas de la película- para acto seguido calibrar el filme que nos atañe, el muy interesante largometraje del realizador César del Álamo Mí (2009) . El director madrileño debutó en el panorama del largometraje en el 2007 con la cinta de género El síndrome de Lázaro, según sus propias palabras “una atípica historia de ultratumba, protagonizada por cinco personajes sumergidos en una espiral de terror, violencia y muertos que se niegan a permanecer enterrados”.
Por contra, en su nuevo trabajo, del Álamo, ha buscado un equilibrio acusado entre la tradición de las ghost histories' con aromas a The Innocents (1961) de Jack Clayton y una formulación visual que nos remite a la carnal posmodernidad del cine de Brian De Palma, tanto en su formulación general como en dominio de excelentes secuencias de suspense, véase aquella espléndida en que la actriz principal Maya Reyes (sobresaliente) se las verá con una enigmática jaula vacía, parte de un itinerario terrorífico que acontece en un apartamento que modifica su naturaleza en la mente de la propia protagonista.
La cinta del se mueve decididamente en los parámetros del bajo presupuesto pero nunca recela de su naturaleza, es más, parte de su encanto reside en la optimización de los recursos, en el juego de guiños (ahí están Polanski, Hitchcock e incluso, a retazos, Raoul Ruíz). La protagonista de Mí es Luisa, una chica aparentemente sana que, sin embargo, acaba por emponzoñar su mente con los residuos del pasado en un trágico despertar. El realizador construye esta mutación a partir de un perfecto juego de muñecas rusas en que el hábitat existencial y la realidad de la protagonista quedan paulatinamente en entredicho. Acaso lo mejor de Mí es como su realizador traza el ocaso mental de Luisa transitando por varios niveles en en los que el decorado, el apartamento, y la frágil mente perturbada de la víctima-verdugo se fusionan como si fueran la materia de un mismo córtex. Para ello, la espléndida fotografía, los encuadres inflamados de lynchianas imposuras y una bendita determinación suman ese canon de riesgo que cabe aplaudir todo y que la propuesta no sea de una pasmosa originalidad, extremo que, por otro lado, entiendo que su realizador asume sin más.
Quizá en esos vaivenes de giros, falsas pistas y monólogos aguardentosos sea donde Mí nos gana. El origen del mal que se extiende por el decorado, el cuerpo y la mente de Luisa, no lejos de la idea de un virus cronenbergiano, la convierte en una heroína del mal, en una fémina letal y sugestiva que a mi juicio podía haberse dibujado sin miedo, con una mayor capacidad de abstracción y ambigüedad. Entiendo que el realizador no acierta a la hora de plasmar el detonante de esa vorágine de locura y violencia y, en lo particular, creo humildemente que ciertos pasajes resultan innecesarios. Por lo demás cabe decir que César del Álamo reviste su filme de un ritmo electrizante y que saca petróleo de las secuencias de transición. Con Mí, no cabe aplicar aquello de 'se trata de un corto alargado', transitar por ella es aventurarse por una pendiente sin fin mientras nos dejamos embriagar por lo minimal de la propuesta, por su orgullosa concepción de filme independiente.