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publicado el 1 de noviembre de 2005

Nacido en Berlín en 1920 en el seno de un familia judía y de gran tradición teatral, Wolf Rilla tuvo que exiliarse a Reino Unido junto a su familia en 1934 debido al peligro del nazismo. Licenciado en la Universidad de Cambridge, Rilla entró a formar parte de la plantilla de la BBC, en una época compleja y fructífera para toda un generación que superó la II Guerra Mundial. Su debut cinematográfico se dio en 1953, al filmar cuatro películas consecutivas: tres de esas películas eran relatos criminales: Noose for a lady, Marilyn y The large rope, todas ellas obras producidas dentro de la más ortodoxa de serie B, un ámbito al que Rilla fue fiel durante toda su carrera y en el que desarrolló su genial dirección de actores y su conseguida puesta en escena (nunca demasiado original pero siempre expresiva).

Tras filmar una serie de filmes dotados de cierto prestigio en la cinematografía británica (como The end of the road, The blue Meter o Pacific destiny), en 1960 rueda uno de los filmes míticos del cine fantástico europeo, la soberbia El pueblo de los malditos, una excelente combinación de thriller y sci-fi de la que aún se pueden observar huellas en los filmes de géneros actuales. Sin duda, junto a Suspense, Viento en las velas o ¿Quien puede matar a un niño?, El pueblo de los malditos es una de las mejores aproximaciones que el cine ha realizado respecto a los recovecos siniestros y mórbidos del mundo infantil.

Tras esta absoluta obra maestra, dirigió algunos filmes de escaso éxito hasta que decidió abandonar la realización para dedicarse a la docencia y a la hostelería, ámbitos que lo apartaron definitivamente de la gloria cinematográfica. Sirvan estas líneas para honrar la memoria de un cineasta que, si bien nuca destacó como un director hiperdotado, merece un destacado lugar en la historia del género de terror por su inmortal joya, El pueblo de los malditos. Descanse en paz.


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