publicado el 12 de noviembre de 2005
Juan Carlos Matilla | Tras su exitoso pase por los festivales de Sitges y Cannes, la recepción crítica de la nueva obra de David Cronenberg, Una historia de violencia (A History of Violence, 2005), ha sido sin duda una de las más entusiastas de las últimas temporadas. Incluso dentro de los medios generalistas (siempre tan sospechosos) ha sido recibida con grandes halagos. Todas estas loas de la prensa (repetidas hasta el hastío) creo que han enturbiado en exceso los verdaderos valores y los escasos aciertos del filme. Vaya por delante que mi siguiente crítica no pretende ser un libelo temerario ni una opinión gratuitamente a contracorriente. Es más, considero que la carga polémica del filme (por otro lado, totalmente saludable) favorece este tipo de opiniones enfrentadas e incita encendidos debates que pueden llegar a ser muy ricos ya que obliga a los opositores a ceñir y depurar aún más sus criterios críticos. Una vez aclarado este punto, paso a afirmar que Una historia de violencia es un filme irregular y mediocre debido fundamentalmente a las siguientes razones: su inadecuado tono irónico y excesivamente distanciado y su pueril observación de los estertores y consecuencias de la violencia.
Una historia de violencia es un filme irregular y mediocre debido fundamentalmente a las siguientes razones: su inadecuado tono irónico y excesivamente distanciado y su pueril observación de los estertores y consecuencias de la violencia.
El cine de Cronenberg siempre se ha caracterizado por utilizar el sentido del humor como elemento atenuante de la sordidez de ciertos temas de su filmografía. Así, obras tan crudas como Videodrome, La mosca o Crash contenían no poco momentos de excelente humor negro que ayudaban a relativizar el macabro contenido de los filmes y favorecían una mejor comprensión de la mirada cronenbergniana (cuya acidez y rigurosidad siempre van de la mano de una encomiable mala baba y fina ironía). La ventaja de estos filmes respecto a Una historia de violencia es que el tono irónico siempre aparecía equilibrado y circunscrito a unas pocas escenas y no a la globalidad del filme como ocurre en su última obra. Y es aquí donde yo creo que Cronenberg se ha equivocado, al narrar (desde un punto de vista excesivamente distanciado y lúdico) una trama que necesitaba de una mayor densidad psicológica y de un atrevimiento analítico más comprometido. Así, el filme está trufado de secuencias y motivos que invitan a la hilaridad: la histriónica interpretación de los mafiosos, su condición de meros refritos de las características de los supervillanos de cómic, la estática filmación de los estallidos de violencia (cuya sencillez compositiva los convierten en simplones gags), las tontorronas líneas de diálogo (en especial, las pronunciadas por el matrimonio formado por Viggo Mortensen y Maria Bello), la inaudita resolución de la trama y la presencia de algunas secuencias verdaderamente sonrojantes (como la protagonizada por la reportera o la epiléptica secuencia del encontronazo sexual en la escalera, segmentos que analizaré más adelante), son sólo algunos de los elementos que lastran el filme ya que lo condenan a la más absoluta de las frivolidades. Debido a la intensidad de lo narrado, Cronenberg debería haber optado por un enfoque más ético y menos pirotécnico ya que, al narrar con tanta sorna un contenido tan peligroso, lo ha condenado a la parodia (aunque no descarto que ésta hubiera sido su más oculta y perversa intención).
Debido a la intensidad de lo narrado, Cronenberg debería haber optado por un enfoque más ético y menos pirotécnico ya que, al narrar con tanta sorna un contenido tan peligroso, lo ha condenado a la parodia (aunque no descarto que ésta hubiera sido su más oculta y perversa intención).
Todas las críticas entusiastas que ha recibido el filme han destacado su lúcida observación de los motivos generadores de la violencia y es en este punto donde discrepo en absoluto. Si bien puedo considerar que el exceso de ironía enturbia el filme aunque no acaba de destrozarlo del todo, la presunta profundidad del filme respecto al análisis de la violencia es la principal razón de su mediocridad. ¿La razón? Simplemente porque esa profundidad no existe. Una mirada mínimamente atenta a los contenidos del filme (y a las críticas que ha generado) acaba extrayendo una serie de simplonas explicaciones a la naturaleza de la violencia. Según parece narrarnos Cronenberg, la violencia es un sentimiento inherente al ser humano, casi a su propia genética y que sus mecanismos de funcionamiento (rabia, lucro o simplemente instinto) provocan una profunda fascinación en el entorno, seducción que acaba generando un contagio (por así decirlo) de los impulsos violentos. A todo esto, el director canadiense suma una increíble historia sobre las identidades ocultas y la búsqueda de expiación. Todos estos argumentos pueden parecer muy atractivos y sugerentes pero desde luego no son nada originales (cualquier giallo o slasher de medio pelo los contiene y además con más gracia y con menos pretensiones) y no superan el mero marco de lo teórico o de lo falsamente poético. ¿Es esto todo lo que nos puede contar Cronenberg acerca de la violencia tras más de tres décadas de carrera?, ¿qué la violencia es algo así como un virus y que todo se reduce a una cuestión de aceptación individual y social? Mal vamos desde luego si uno de nuestros más sagaces observadores de lo mórbido acaba por llegar a estas esquemáticas conclusiones.
Si bien puedo considerar que el exceso de ironía enturbia el filme aunque no acaba de destrozarlo del todo, la presunta profundidad del filme respecto al análisis de la violencia es la principal razón de su mediocridad. ¿La razón? Simplemente porque esa profundidad no existe.
A Una historia de violencia le falta mordiente en el tratamiento de algunos de los enigmas que rodean a la violencia humana: ya sean los estresores que la impulsan, los vínculos sociales que rompe o la fascinación con la que es recibida. Todos estos aspectos aparecen en el filme pero de forma velada, completamente desaprovechada. Citemos sólo dos. De entre los múltiples debates que genera la violencia hay dos que deberían ser tratados con más seriedad: la mitificación de la violencia en las sociedades contemporáneas y la presunta fascinación sexual que genera. La visión del criminal como héroe (completamente equivocada) se ha visto potenciada en la actualidad por el sensacionalismo de los medios de comunicación y este tema es tratado por Cronenberg en una estúpida secuencia protagonizada por una reportera y en un breve plano de los titulares de un diario, momentos que se me antojan excesivamente escasos y superficiales para un tema tan sugerente. Otra de las secuencias que desperdicia un material interesante es la del revolcón en la escalera, una simple manera de explicar la sexualidad inherente a la seducción que ejerce la violencia en ciertos ámbitos. Esta secuencia (alabada por muchos por razones que se me escapan) irrita por su obviedad y desde luego dista mucho de otras visiones mórbidas del sexo que pueden ser similares pero son más acertadas como las de autores como Ingmar Bergman (en De la vida de las marionetas) o David Lynch (en Terciopelo azul).
En definitiva, Una historia de violencia está muy lejos de ser considerada una obra notable dentro de la carrera de su director aunque tampoco me parecería adecuado tildarla de mala película a secas. En mi opinión, se trataría más bien de un filme fallido, una obra abortada, una película que, partiendo de unas premisas atractivas, acaba naufragando debido al enfoque precipitado y poco entusiasta de un Cronenberg más despistado y poco analítico de lo habitual. Aún tenido en cuenta sus mejores bazas (todas ellas en el ámbito de la puesta en escena, brillante en su mayor parte pero quizás demasiado gélida, estática y sintética), el filme no deja de ser un molesto sainete, una opereta intelectualizada que aúna una infinidad de clichés mil vistos filmados bajo la desinflada mirada de un autor que necesita un acicate en su obra. Esperemos que esta floja Una historia de violencia sólo sea un paso hacia atrás para más tarde tomar impulso.