publicado el 20 de mayo de 2011
Alberto Romo | Celebrado en la milenaria ciudad de Tarragona, el Festival Internacional de Cinema de Tarragona (REC) culminó el siete de mayo nueve días dedicados al cine y a otras artes audiovisuales. Para ésta, su onceava edición, sinuosas formas psicodélicas han compuesto su imagen, que juega con las posibilidades plásticas de las ilusiones ópticas. En cierta forma, todo el festival puede parecer a simple vista, un extraño fenómeno óptico: un destello reflejado (80 kilómetros al sur), del naciente -pero ya fulgurante- Festival Internacional de Cinema d'Autor de Barcelona (D'A), tales son las notorias similitudes entre ambos eventos. Coinciden prácticamente en fechas, sección dedicada a directores nóveles, y en un criterio de selección orientado hacia el cine de autor arriesgado y personal, si bien el REC es más escaso en títulos presentados (unos quince largometrajes). Pero no hay que dejarse engañar por las apariencias, la originalidad (la sección Live Cinema dedicada al Veejing o “cine en vivo” la corrobora), el interés (aunque despertado mayormente a escala local) y la calidad (organizativa y artística) del certamen tarraconense es una realidad tangible y palpable que crece año tras año. Una buena evidencia de ello, lo constituye la subyugante genialidad de The temptation of St. Tony del estonio Veiko Ounpus - un film que se pregunta si sería posible hoy en día la existencia de un santo-, justamente reconocida por el jurado como mejor película.
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El director de "The Temptation of Saint Tony", Veiko Ounpus |
La principal virtud de The temptation of St. Tony radica en la capacidad de su director y guionista en desplegar toda una fértil cornucopia de ilustres referencias fácilmente identificables en pantalla (de Buñuel a Lynch, de Tarkovski a Béla Tarr), sin perder un ápice de singularidad y estilo rabiosamente personal, tan fascinante como grotesco, literalmente bendecido por la beatificadora fotografía en blanco y negro de Mart Taniel, y por la interpretación de su protagonista, un Taavi Eelmaa en perpetuo estado de gracia. A través de cinco capítulos que estructuran el film (y que bien podrían ser cinco círculos del infierno de Dante, oportunamente citado al inicio), el relato experimenta un vertiginoso crescendo dramático, progresivamente perturbador, que desemboca en un desasosegante clímax, propio de una canónica película de terror -matarife con rugiente sierra mecánica en ristre incluido-, pero totalmente consecuente con lo acontecido hasta entonces. El largometraje The last exorcism de Daniel Stamm - presentado como la anterior en la sección Operas primas-, recorre en cierta forma el camino inverso: se plantea sin ambages como una película de terror, pero asume ciertos rasgos propios del llamado “cine de autor”. Tal como acertadamente afirma Luis Rueda en este mismo número al reseñar la película con motivo de su estreno, la filmación “cámara al hombro” aporta a películas como ésta un marchamo autorial, que en este caso la acerca más al dogma europeo (significativa la coproducción del Studio Canal francés), que del estilo falsamente amateur de (sub)productos estadounidenses como la nefasta Paranormal Activity. Stamm y sus guionistas, construyen personajes creíbles y de cierta complejidad psicológica, brillantemente interpretados por el elenco de actores, y logran que el film funcione tanto como una eficaz horror movie, como un certero y ácido retrato de una pequeña comunidad gringa “poseída” por el fanatismo religioso.
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You are here |
De igual manera incluidas dentro de la sección Operas Primas, Machotaildrop y You are here, son films atípicos y heterodoxos, aunque de distinto pelaje, que como las anteriores tenían a priori un indudable interés para seguidores del cine fantástico -y también para público en general, que las esperaba con expectación-. Aunque con determinados aspectos rescatables, supusieron una leve decepción. Machotatildrop, dirigida por Corey Adams y Alex Craig, acontece en su mayor parte en lo que parece una especie de versión skater de Xanadú: un imaginario palacio gigantesco, hogar de grandes estrellas del skateboard, y que parece ser el sueño de cualquier practicante de ese deporte/forma de vida. Toda una extravaganza de fértil inventiva visual, a menudo retrofuturista, que acertadamente se ha comparado al cine de Tim Burton más “luminoso” (especialmente a Charlie y la fábrica de chocolate). Lamentablemente, se muestra excesivamente cándida- en este sentido recuerda al Jeunet más acaramelado de películas como Amélie-, como si estuviera dirigida exclusivamente a un público juvenil (al fin y al cabo, el más interesado en el skateboarding), salvo en su tramo final donde vira bruscamente hacia una suerte de desencantada distopía. Por lo que respecta a la canadiense You are here de Daniel Cockburn, su muy alambicada trama, casi laberíntica (si es que puede hablarse de una trama), la convierte en una especie de rompecabezas irresoluble que desafía la inteligencia del espectador, pero también su paciencia. La sombra de Spike Jonze se proyecta demasiado alargada sobre una película que tiene más de recopilación de obras de videocreación débilmente conectadas entre sí, que de obra cinematográfica cohesionada, evidenciando así la trayectoria de su director en el mundo del videoarte.
Este background artístico de Daniel Cockburn ha valido a You are here su inclusión en la sección Box to Box, dedicada a largometrajes que han supuesto el transito del sus directores del campo del videoarte, a la realización cinematográfica. Otro de los largometrajes seleccionados en la sección es Woman without men, un drama con incursiones en el fantástico, de la cineasta y videoartista iraní Shirin Neshat. Ya estrenado en salas comerciales del país, la película hace gala de un gran preciosismo estético, auténtica poesía visual, que no está reñida con una contundente carga alegórica con la que Neshat crítica el papel secundario otorgado a las mujeres en Oriente Próximo, relegadas a un segundo plano por la sociedad patriarcal que las somete. Volviendo a la imagen del festival, inspirada recordemos en ilusiones ópticas, cabe preguntarse a juzgar por algunos de los títulos proyectados y aquí comentados, y a modo de conclusión, si las fronteras que suelen trazarse entre el denominado cine de autor y el cine de género, o entre el lenguaje audiovisual y el cinematográfico, no son en realidad meros espejismo, entelequias, tal como suele suceder, cabe señalar, con las delimitaciones que se fijan en el arte.