publicado el 29 de junio de 2011
Tan sólo un guionista de televisión, acostumbrado a la entretejer complejos nudos con elementos de derribo, podría acometer la idea de crear un filme tan descarado e irreverente como Baby Shower, un slasher rural que incorpora con sorprendente naturalidad elementos de telenovela. Pablo Illianes, su realizador, proviene de esa tradición y es responsable del libreto de éxitos catódicos como Adrenalina, Machos, Alguien te mira o Conde Vrolok, Esta circunstancia, convierte Baby Shower en una propuesta francamente hipnótica, una ejercicio maniqueo a sabiendas que podría instaurar una nueva tendencia dentro del fantástico latinoamericano, precisamente, por su capacidad para eregirse en producto de desacomplejada naturaleza autóctona.
Lluís Rueda | Baby Shower parte de una idea sencilla que Illianes reviste de efectismo y desvergüenza hasta cimentar una bajada a los infiernos que por desmedida, circense y torpona, acaba por amedrentar sobremanera. Un escenario, la finca campestre Los Cipreses, y un personaje femenino, Angela (Ingrid Iseense), son los reclamos para que un grupo de viejas amigas que rebasan la treintena se reúnan y celebren el embarazo de gemelos de la primera. Pero como suele pasar en estos casos, los peores instintos afloran y la diferencia de roles, ambiciones, valores y latencias provocan que los celos y el odio se gesten como el advenimiento de una Apocalipsis necesaria. El proceso de transitoria alienación de Angela, a medio camino entre la sutilidad La Semilla del diablo (Rosemary's baby. 1968) de Roman Polanski y la oquedad de À l'intérieur (Id., 2007) de Alexandre Bustillo y Julien Maury, es acaso la parte más sugestiva de un filme obligado a conceder un rol de determinante crueldad a los lugareños, los auténticos desollinadores de 'la fiesta'.
Baby Shower es, acaso como Torso (Torso, or I corpi presentano tracce di violenza carnale, 1973) de Sergio Martino, un sincero divertimento con aromas a splatter y hechuras de film soft. pero casi cualquier comparativa con un buen ramillete de filmes de diferentes cinematografías llevaría a hacernos una idea equivocada de la particular naturaleza de la cinta; siempre sería una comparativa un tanto pírrica, más cuando a resultas de un enfoque tan desvergonzado uno acaba por intuir cierta voluntad por parte Illianes, de emular al Raoul Ruiz más sureal, gamberro e impertinente. Por otro lado, cabe recordar que fue, precisamente, el cineasta chileno afincado en París, quién en su filme La expropiación (1972) ya incorporó una secuencia de asesinato a manos de unos campesinos harto reveladora. Sobre el filme de Illianes podemos decir, con la boca pequeña, que se alimenta de Alta tensión (Haute Tension, 2003) de Alexandre Aja, Calvaire (Id.,2004) de Fabrice Du Welz y un buen puñado de films francófonos, pero esa comparativa no la define en absoluto, que tiene la fiereza y la operística de Bedevilled (Kimboknam Salinsa-eui Jeonmal, 2010) de Jang Cheol-so o la sordidez de Wolf Creek (Id., 2005) de Greg McLean pero, sin embargo, su hálito de folletín torpón, histérico y barnizado por transiciones epatantes, la convierten en una experiencia fílmica anómala y sugestiva, tan torticera como cafre y tan poco alegórica como un culebrón demencial. No se nos antoja mejor manera de disfrutar de Baby Shower que la de acomodarnos en su total desvergüenza.
Baby shower se proyecta el viernes 8 de julio a las 18:30 horas