publicado el 11 de noviembre de 2011
Lluís Rueda | Una de las películas que, sorprendentemente, más decepcionó dentro de la Sección Oficial a Competición el pasado Festival de Sitges 2011 fue Livide del tándem de realizadores franceses Alexander Bustillo y Julien Maury, algo que podemos entender si comparamos el título con la opera prima de ambos, A l'intérieur (2007), uno de los slashers más poderosos que ha dado el cine fantástico en la últimas décadas. Pero me temo que esa comparativa es un tanto injusta y veleidosa, especialmente si nos atenemos a que Livide es un filme que se mueve en otros parámetros y que, precisamente, anhela un concepto del fantástico menos visceral, contundente y perturbador (claramente alejado en intenciones de A l'intérieur) para recrearse en un muestrario del suspense en el que el elemento gótico declina toda suerte de veracidad y se desarrolla según las reglas folletillescas de los prelados de Mario Bava, Antonio Margheriti, Riccardo Freda o el Dario Argento de las tres madres (muy especialmente el de Suspiria).
En ese sentido no es descabellado determinar que Livide, de una manera intencionada, busca ser un filme satélite de famosa trilogía de Argento (Suspiria (1977), Inferno (1980), La Terza Madre (2007). Su mecánica, simple como la del más convencional filme de horror, sitúa a unos jóvenes resueltos a encontrar un tesoro oculto en una mansión de los horrores donde una vieja profesora de danza yace postrada en estado de coma y, a partir de esa premisa, los realizadores construyen un 'tren de la bruja' sofisticado y barroco que se sostiene de manera sólida en tanto el manejo de la arquitectura y la iconografía busca un estado alterado de conciencia y una sugestiva trama laberíntica. La pesadilla es, en Livide, un digest romántico y perturbador realizado con trazo grueso, pero intenso en sus detalles, elaborado mediante una sofisticada ambientación y la planificación de un sentido del suspense de manual. Estamos, por tanto, ante un filme que nunca oculta su condición ni su naturaleza y que en su encaje laberíntico y caleidoscópico traza los instantes más poderosos y seductores, esto si, pertinentemente decadentes pero muy alejados de la vehemencia expuesta en A l'intérieur.
En cuanto a la naturaleza del horror agazapado en la mansión, entiendo que los realizadores han optado por ser ambiguos y a su vez renovadores, tanto que bajo un diseño de producción epatante en el que la esencia vintage del mundo de la danza impera, se oculta algo poderoso pero difícil de situar en un catálogo teratológico para el espectador. Quizá la ambición del factor sorpresa ha perjudicado un tanto un filme que hibrida sin miramientos la brujería, el vampirismo, las momias, la taxidermia y lo hace de un modo tan deshinibido que se diría que Livide es una mash monster unificada y felizmente ataviada con encajes de puntilla y zapatillas de baile.
Donde entiendo que el filme acierta y sorprende es en la decisión, especialmente en su tramo final, de concederse instantes de bello simbolismo en el que la poética visual transita por el territorio, frágil y subyagador, de la evasión epsteniana... Algo de agradecer en un producto de estas características y una vocación / intención tan comercial. En esa tesitura, por apuntar algunos instantes, me gustaría destacar la secuencia exterior de la danza / desintegración en el aire (no puedo apuntarles más) y, en especial, un plano desconcertante en el que la mansión es mostrada como un elemento fluctuando en la nada, tal si aquello que aconteciera dentro fuese algo de otro mundo u otra dimensión.
Livide es un filme a reivindicar y a valorar en su justa medida, lo suficientemente desacomplejado y honesto como para no darle la espalda. Piensen en la tradición que asume, en como está trenzado su delirio argumental y en la valentía que supone crear en 2011 un filme en la tradición de, por ejemplo, Danza Macabra (Antonio Marghereti,1964) cuando la gente pide a gritos otro slasher cautivador y rotundo. A mi, me perdonarán, estas imposturas me pueden y, por otro lado, Livide me hace vagar por siniestros lugares comunes con trucos insospechados, me fascina y me divierte.