publicado el 16 de enero de 2012
Lluís Rueda | Cabe decir, de entrada, que me he acercado a esta adaptación cinematográfica a cargo de David Fincher del primer libro de trilogía 'Millennium' de Stieg Larsson sin leer la obra y sin haber visto la primera adaptación realizada por el noruego Niels Arden Oplev. Desconozco si esto puede descontaminar mi valoración de manera favorable o puede poner en cuestión mis elementos de juicio, pero, en todo caso, me propongo hablar de una obra cinematográfica que concentra de modo espléndido lo mejor del universo malsano del director de Se7en, un filme formalmente deslumbrante, vertiginoso en su suma de virtudes. Con la complicidad del guionista de La lista de Schlinder Steven Zaillan, Fincher, ha llevado el material a su terreno dotándolo de un nervio narrativo magistral y tomando decisiones tan acertadas como respetar el origen sueco del relato, extremo que procura que el retrato sombrío y depresivo de Suecia se sobredimensione de un modo casi sobrenatural y fantástico. Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres, al igual que Zodiac se parapeta en la reconstrucción de un crimen no resuelto y en la obsesión que dos seres inadaptados y radicales, el periodista fracasado Mikael Blomkvist y la hacker Lisabeth Salander, tienen por diseccionar los humores malsanos de un poderosa familia consumida por el odio, el nazismo y la violencia contra sus mujeres. Una estampa grotesca y hedionda que indaga en lo peor de la sociedad sueca (en su pasado y en su culpa) y a la vez abandera una doble construcción de personajes prodigiosa tanto en su economía narrativa como eficaz en el nudo de un relato de más de dos horas de duración. El truculento festín arranca con el retrato de un Blomkvist defenestrado que guarda cierts paralelismos con el mismísimo Julian Assange y en su lucha por recuperar el crédito trabajando en el caso de la desaparición de la joven Harriet en la década de 1960 a la vez que nos retrata con sólida crueldad el presente de otra joven, Lisabeth Salander. Complejo ser de pulsiones incontrolables y largo historial de problemas mentales que se erige en pieza emocional clave y en motor del filme desde el instante en que su vida se cruza con la de Blomkvist en una ejemplar secuencia en el apartamento de la chica.
Tanto Daniel Craig, que construye un personaje alejado de tópicos viriles (especialmente asociados al género negro) como Rooney Mara lucen espléndidos, frágiles y necesariamente complementarios. Cabe señalar el esfuerzo interpretativo de Rooney Mara, cuya Salander es un trágico ser que sufre una de las vejaciones más atroces vistas en la pantalla en los últimos tiempos (me refiero a la escena de violación anal), un elemento de la cinta del que la joven se sobrepone admirablemente pero que en el espectador deja un poso de insania que solo nos abandona cuando la pareja protagonista ha de enfrentarse a uno de los asesinos en serie más escalofriantes de la historia reciente del cine (aquí mantendremos la X del cluedo, si me permiten). Método y reconstruccción, espectáculo visual en manos de Fincher que concreta de un modo colosal la obsesión de un anciano (Christopher Plummer) por esclarecer una desaparición y la aparición de una veta oculta de maldad insoportable. Esos son los objetivos que maneja Fincher para llevar a su terreno otra lección de criminología portentosa, radical e insuperable. Pero en este caso, Fincher también ansía el retrato de una estirpe marcada por el malditismo, una sociedad en la que nadie es trigo limpio y el título del filme que alude a esas mujeres no queridas deviene una brutal ecuación. Lisabeth es, pues, en manos del realizador un ángel exterminador y Blomkvist una herramienta necesaria, pero la combinación de egoísmo y recelo de ambos alumbra un método, una mecánica atroz para sextear injusticias, crímenes ocultos y para despejar incógnitas que se han llevado a la tumba. Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres es un sólido thriller que coquetea con el cyberpunk desde sus hipnóticos títulos de crédito y que se magnifica cuando la banda sonora de esa Suecia oculta y tenebrosa toma los acordes ideados por Tent Reznor y Atticus Ross. David Fincher es un cineasta superdotado, iluminado por una ejemplar combinación de modernidad y clasicismo que le convierten en un imprescindile del cine del Sigo XXI.