boto

estrenos

publicado el 19 de diciembre de 2005

Turbulencias cinematográficas

Lluís Rueda | Del gusto por la sordidez y el excelente tratamiento de las atmósferas que nos mostró el director alemán Robert Schwentke en producciones de TV como Tartot (1998-2001) o en filmes como Tattoo (2002) y The Family Jewels (2003) poco podemos encontrar en Plan de vuelo: Desaparecida. Es una evidencia, la primera incursión de Schwentke en el seno de la industria norteamericana no podía ser más insustancial, más formularia. La premisa que nos propone el filme, en la que una madre (Jodie Foster) pierde a su hija en el interior de un boing transoceánico, lejos de ser original, pues es indudable que está directamente inspirada en la trama de Alarma en el expreso (The Lady Vanishes, 1938) de Alfred Hitchcock, no deja de ser un planteamiento atractivo y lleno de posibilidades cinematográficas. Esta trama es narrada con cierta determinación y una nada desdeñable voluntad desasosegante en su primera media hora (en dicho tramo del filme el elemento fantástico se hace presente de un modo atractivo, inspirado, pero a la postre acaba convirtiéndose en un mero mecanismo del despiste, una finta estilística para adentrarnos en terrenos más conservadores). Jodie Foster, especialista en dar credibilidad a productos tan anodinos como La habitación del pánico (Panic Room, 2002) de David Fincher, se erige desde el primer plano en el centro de atención de la cámara de Schwentke. Ella es la película y ella es quién aporta un cierto nivel a un guión repleto de descosidos y pespuntes de urgencia.

El filme, previsible y ridículo en algunos pasajes (como aquél que hace referencia a los atentados del 11 de septiembre), aporta cierto brío cuando aparta su morralla especulativa y cuando su realizador procura sacar partido al inmejorable decorado del avión. Schwentke juega bien la baza de los espacios claustrofóbicos y, cuando serena su concepción estática del plano, provoca estimulantes destellos de buen cineasta. Por desgracia, esos momentos son fugaces y el clímax previsible y mil veces trillado de Plan de vuelo: Desaparecida deja, a la sazón, un sabor de boca tan almidonado y autocomplaciente como ramplón.

El filme carece de ambición, tanto en su trama como en su puesta en escena, y tras su interesante planteamiento, digno de un guión de Richard Matheson para The Twilight Zone, se esconde la endémica esterilidad creativa que acucia a gran parte de los éxitos instantáneos del actual cine hollywoodiense.

El filme carece de ambición, tanto en su trama como en su puesta en escena, y tras su interesante planteamiento, digno de una guión de Richard Matheson para The Twilight Zone, se esconde la endémica esterilidad creativa que acucia a gran parte de los éxitos instantáneos del actual cine hollywoodiense. El juego no da para más y los ingredientes son los que son: un ramillete de secundarios como Sean Bean y Peter Sarsgaard, que hacen el juego del policía bueno y el policía malo, y una sublimación de la teoría de la conspiración poco menos que vetusta y relamida. A pesar de su indudable acierto a la hora de imprimir un ritmo frenético y de apostar por un montaje ágil, Plan de vuelo: Desaparecida denota una médula argumental endeble y ordinaria que la aleja del buen tono de thrillers como El rapto de Bunny Lake (Bunny Lake is Missing, 1965) de Otto Preminger o la ya citada Alarma en el expreso, filmes de una robustez narrativa paradigmática.

Poco más podemos añadir sin revelar la mecánica monocorde de la trama. Lo dicho, abróchense los cinturones, porque nada más despegar el avión, la velocidad de crucero se reduce y, una vez puesto el tren de aterrizaje, se trata de bajar y bajar y tomar tierra cuanto antes. Una última observación, no pierdan detalle de la sensacional interpretación de Greta Sacchi dando vida a una ambigua azafata de vuelo, lástima que su papel no tenga más relevancia pues apunta tan alto que incluso recuerda al personaje interpretado por Charles Boyer en Luz de gas (Gaslight, 1944) de George Cukor.

Esperemos que los futuros proyectos norteamericanos de Robert Schwentke, Runaway Train y Deep Blue Goodbay, lleguen a mejor puerto, o aeropuerto (si se me permite el chascarrillo).


archivo