publicado el 16 de noviembre de 2012
Marta Torres | A veces es mucho más provechosa una película irregular, pero libre y marciana, que un filme perfecto que ofrezca exactamente lo que espera el espectador. For love’s sake, del excesivo realizador japonés Takashi Miike, es una película que es capaz de suscitar una inmensa variedad de sentimientos y reacciones: a veces hace reír, a veces llorar, a veces te deja con la boca abierta, a veces no sabes que pensar y a veces aburre… y en muchos casos consigue todo esto de forma simultánea. La película es una adaptación al cine de un manga del mismo nombre con mucho éxito entre el público adolescente nipón y que parte de la clásica historia de amor imposible entre una niña burguesa con mucha conciencia de culpa y un chico malo de clase baja que sólo quiere que ella le deje en paz de una vez, mientras le saca algún dinero.
Miike ha transformado este historia de raíces naif en un musical gamberro y surrealista que en ocasiones recuerda a un West Side Story hipervitaminado y que alterna con naturalidad una inocencia pop descacharrante con una visión muy oscura y desencantada de la vida. Las canciones, al principio luminosas, van adoptando tintes oscuros, el pasado vuelve en forma de madre alcohólica y con tendencias suicidas, y la familia bascula entre la vacuidad de las clases altas y el abandono de las bajas. Miike nos ha vuelto a servir una bomba de relojería envuelta en celofán de colores.