publicado el 16 de noviembre de 2012
Pau Roig | Considerada la primera incursión en el terror del veterano responsable de títulos tan dispares como Rain man (Id., 1988), La cortina de humo (Wag the dog, 1997) o Esfera (Sphere, 1998), The bay se suma a la ya cansina moda de los falsos documentales para narrar la expansión de una infección mortal procedente del mar en una turística bahía de Maryland. Pero lo hace con una convicción inédita en la práctica totalidad de producciones surgidas a la estela de Paranormal activity (Id., 2007) –aunque su director, el temible Oren Peli, figura acreditado como productor ejecutivo–, renunciando a única fuente de material (y con ella a las lamentables correrías esquizofrénicas por el bosque o algún lugar desierto características de estas ficciones) para yuxtaponer con un ritmo endiablado fragmentos de vídeos caseros, noticiarios, correos electrónicos, llamadas telefónicas y filmaciones de seguridad. El resultado es un filme vigoroso y en muchos momentos perfectamente creíble / plausible, que no renuncia a puntuales golpes de efecto y a momentos de notable truculencia pero que funciona mucho mejor en su crítica, terrible y despiadada, tanto a las prácticas ilegales de granjeros y autoridades sanitarias de la zona –las aguas de la pequeña localidad costera de Claridge están contaminadas por los desechos de granjas de gallinas alimentadas con asteroides– como a la lentitud, cuando no abierta incompetencia, de los organismos y agencias gubernamentales responsables de la salud pública. Aunque no existe una revelación final propiamente dicha y el origen de la brutal infección se explica poco después del inicio, The bay mantiene a los espectadores clavados en su butaca desde el inicio con una brillante utilización del montaje paralelo y un imparable crescendo narrativo realzado por las meritorias interpretaciones de un reparto coral de actores y actrices desconocidos.