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publicado el 6 de junio de 2013

Espuma galáctica


Recapitulemos. Es 1966 y en Estados Unidos surge una saga galáctica, creada por Roddenberry, caracterizada por su apuesta decidida por la modernidad: la humanidad es buena, tiene fe en el progreso y la ciencia, y explora en misión de paz la galaxia en compañía de otras razas y especies humanoides. El futuro es brillante. De esta idea original, un tanto inocente aunque muy en boga entre los científicos (lean a Asimov y encontrarán puntos de vista parecidos) nacieron una decena de películas, seis series, libros y videojuegos. Las últimas con considerable menos audiencia y significación social que las primeras. La saga declinaba apaciblemente hasta que J.J. Abrams, el actual rey midas del mundo audiovisual y reconocido fan de Star Wars, se hizo con los derechos para producir un relanzamiento adaptado a los tiempos que corren.

Marta Torres | La nueva Star Trek, estrenada en 2009, es justo lo contrario a la primera, es decir, es postmoderna. Al igual que nuestra sociedad actual, recela profundamente de los principios que apuntalaban la creación de Roddenberry, incluido el humanismo, el positivismo científico y el progreso como un valor en sí mismo. De hecho, la nueva entrega de Star Trek fue una respuesta irónica y desencantada a la Star Trek original, y ¡cielos! su reverso divertido. Acción y entretenimiento. La cinta explotaba el sentido del humor de las cintas originales y retorcía los límites de las tramas y los personajes protagonistas hasta casi lo inadmisible. Ya se sabe, lo postmoderno no respeta nada. Sin embargo, el primer Star Trek de Abrams es un producto prácticamente perfecto al que es muy difícil poner peros. Ni siquiera por parte de los fans de la serie original para los que el concepto "Spock con novia" roza el sacrilegio. Abrams reconstruyó la saga y la refrescó. Le quitó años (los protagonistas son ellos mismos años antes de la primera película) e incluso la hizo sexy e intensa, algo que siempre le faltó a la original donde había, digamos, más cerebro que carne. Naturalmente, fue un éxito en taquilla. Si quieren saber por qué fue tan bien aceptada sigan este enlace.

Y llegó el remake. Star trek, en la oscuridad (Star Trek, into Darkness), el filme que nos ocupa. La película, dirigida también por JJ Abrams, sigue a pies juntillas los preceptos de la anterior: acción a raudales, suspense, ritmo, sentido del humor, guiños estratégicos e incorpora a un peso pesado de la saga original: el Khan, que interpreta con prestancia un gélido Benedict Cumberbatch, el protagonista de la serie británica Sherlock a la que Abrams rinde un velado homenaje al situar al personaje en Londres. También repiten los actores protagonistas, uno de los mayores aciertos de la primera entrega.

La película viene a ser una revisión avant la letre de Star Trek II: La ira del Khan (1982) y utilizo esta expresión porque sucede mucho antes, cuando el Khan es joven y amenaza con destruir la flota terrestre. Star trek, en la oscuridad incorpora algunos guiños con renglones algo torcidos y puntos de vista invertidos: Abrams parece dispuesto a tirar de las miles de referencias y tramas que ha acumulado la saga en sus más de 30 años de existencia para ponerle sustrato a una película que él imagina como un Space Opera excesivo, una suerte de Star Wars más realista y menos trascendental. El director actúa como un prestidigitador y hace malabares con un guion trufado de guiños que van y vienen en un tobogán de acción continua y estados emocionales puestos al límite. La mezcla funciona pero resulta irrelevante como una gaseosa y deja en la boca un regusto de historia menor, aunque empiece bien y tenga uno de los títulos de crédito finales más emocionantes en un filme de estas características que se hayan visto nunca, de manera que todo el metraje visto hasta entonces se parece más a un tráiler o una larguísima introducción que a una película. Naturalmente habrá continuación, y a juzgar por lo visto, esperemos que el testigo vaya a un director con más ganas de explorar las posibilidades de Star Trek que de hacer batidos postmodernos sin vitaminas.


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