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publicado el 2 de noviembre de 2013

Dios contra la mujer araña


Después del éxito de Drive, Nicolas Winding Refn ha optado por seguir un camino más personal en su lucha por definir la violencia. Sólo Dios perdona es una evolución del estilo y las intenciones de su anterior filme que lo alejan definitivamente de la órbita comercial y de paladares convencionales (y de buena parte de su público). Ambas hablan de la venganza, ambas tienen un estilo cuidado, un ritmo moroso y un protagonista ensimismado, pero en Sólo Dios perdona nos introducimos en un paisaje hipnótico que el espectador debe recorrer casi sin ayuda para desentrañar una historia minimalista sobre personas fuera de lugar que hubiera firmado el propio Jorodowsky, a quien el director, precisamente, dedica la película.

Marta Torres | Ryan Gosling interpreta a Julian, propietario junto con su hermano de un club de boxeo que en realidad oculta un negocio de compra-venta de droga. Todo va bien hasta que el hermano de Julian asesina a una prostituta menor de edad -sexo y muerte unidos, de nuevo- y acaba siendo asesinado por el padre de ésta, instigado por el expolicia Chang. A partir de aquí empieza un conflicto de venganzas provocado por la madre de los dos hermanos, Crystal, una Kristin Scott Thomas irreconocible de rubia platino y modos groseros. Una mezcla entre Lady Macbeth y Donatella Versace y una madre-araña sedienta de sexo y sangre.

Sólo Dios perdona es un producto bello y extraño, de producción tailandesa y rodada en escenarios nocturnos y saturados de color hasta parecer casi abstractos. Como si el director buscara una tierra de nadie donde sacar a sus protagonistas fuera de contexto. Esta Tailandia irreal es una acumulación de imágenes cinematográficas tomadas de películas orientales. Un país onírico hecho de celuloide en el que el personaje principal dirime sus miedos y sus obsesiones como si recorriera un país interior; un paisaje magnético a la manera de las habitaciones ajedrezadas de Lynch en Twin Peaks o el Tokio nocturno y de ultratumba de Gaspar Noe en Enter the Void. El filme es un espacio; básicamente un laberinto de colores agresivos (rojos profundos, amarillos anaranjados...) por el que circula un Ryan Gosling convertido aquí en un ser vaciado, poco más que un campo de batalla entre una madre dominadora y un policia retirado con aires de angel vengador, una figura paterna, al fin y al cabo, que Nicolas Winding Refn asimila al propio Dios; el propio director le susurraba al actor que interpreta al policia “tu eres Dios” antes de empezar a rodar, y se refería al Dios implacable del Antiguo Testamento, capaz de las peores atrocidades para restablecer el orden y igualmente capaz de sentimientos delicados y actos de amor (de aquí las salidas de tono en forma de canciones que introduce Winding Refn en la película). Incapaz de derrotar a este padre simbólico, Julian se queda suspendido en un espacio teñido de colores sangrientos que es su club de boxeo, una suerte de útero materno en el que se ha confinado y al que vuelve una y otra vez, al menos de forma simbólica, en la figura de las prostitutas con las que se relaciona, y con las que no puede tener sexo al uso. La película se podría definir, en este sentido, como un momumental complejo de Edipo.


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