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publicado el 16 de marzo de 2006

Juan Carlos Matilla | TRAS INICIARSE EN EL AÑO 2000 CON EL FILME Ed Gein, de Chuck Parrello, al que siguió Ted Bundy (2002), de Matthew Bright, la productora Tartan Films puso fin a su publicada trilogía sobre algunos de los asesinos en serie más famosos de Estados Unidos con El estrangulador de la colina (The Hillside Strangler, 2004), de nuevo rodado por Parrello, un pésimo biopic que narra la siniestra peripecia vital de una de las parejas criminales más terribles de la historia, la formada por los primos Kenneth Bianchi y Angelo Buono, quienes en 1978 aterrorizaron la ciudad de Los Ángeles con sus escabrosos asesinatos. Una vez echado el cierre de tan cacareada tríada (incomprensiblemente aplaudida en los certámenes de cine fantástico), llega la hora de contemplar los verdaderos valores (más bien escasos) de la iniciativa de la productora Tartan. A raíz del estreno del primer filme (sin duda el más interesante de los tres a pesar de su tibieza narrativa), algunos sectores críticos acogieron con agrado la voluntad de reflejar la figura del serial killer desde una perspectiva más naturalista de lo normal, alejada de la mitificación habitual y las convenciones más frecuentes del cine policíaco. Así, Ed Gein ya mostraba claramente cuáles eran las bazas de la trilogía: el uso de un tono frío y distanciado, una extrema atención a los detalles psicológicos y un (a priori) interesante equilibrio entre la descripción de los actos criminales de los asesinos y los aspectos costumbristas que rodearon sus vidas. El problema es que este enfoque no vino acompañado de un tratamiento serio del personaje del asesino en serie (que una vez más aparece bajo el sempiterno prisma sensacionalista), de una necesaria capacidad de sugestión (nunca se debe confundir la crudeza con el puro exhibicionismo gratuito) y, lo que es peor, la trilogía careció de una solidez narrativa que la alejase de la mediocridad habitual de estos productos.

Todos estos errores son perceptibles en Ed Gein, que a pesar de su mediocre dramaturgia, sobresale gracias a que el perfil de su protagonista (el inspirador de asesinos fílmicos tan famosos como los protagonistas de obras como Psicosis, La matanza de Texas o El silencio de los corderos) era sin duda el más atractivo de la trilogía. Si a eso sumamos un guión quizás no muy original pero sí bastante mesurado y una puesta en escena rutinaria pero efectiva, tenemos una obra mediocre pero digna (a pesar de su evidente aire de TV movie). La siguiente obra, la nefasta Ted Bundy, ya resultaba más discutible debido a su equivocada puesta en escena (histriónica y precipitada), su molesto tono cartoonesco y su estúpido enfoque irónico. Todos estos elementos condenaban una obra que, por su levedad conceptual y espíritu falsamente transgresor, entró en contradicción con la mesura y tibieza del primer filme de la trilogía.

El estrangulador de la colina es el filme más mediocre de la trilogía debido a su anodino tono plúmbeo, su moroso ritmo, la terrible interpretación de los actores y su asepsia narrativa. En el filme da la sensación que el realizador ha claudicado de su labor de cineasta y olvida dotar de cierta enjundia a su labor tras las cámaras. El filme avanza de manera torpe y anticlimática, las secuencias se suceden sin ningún tipo de ritmo y no hay una sola idea de puesta en escena en todo el filme (y cuando asoma cierta intención formal, como en el caso de la visualización de los crímenes, Parello soluciona la papeleta con un horrible uso del ralentí y el montaje en corto).

Ante un producto tan insustancial y falto de pasión (ya sea fílmica o de concepto), resulta difícil adivinar cuales fueron las verdaderas motivaciones del equipo artístico cuando diseñaron este imposible biopic ya que como aproximación a la mente criminal resulta pueril y superficial, como relato de intriga no consigue despertar la mas mínima inquietud y, sobre todo, como exploración de las motivaciones, pulsiones y efectos de la violencia (un tema del que se siempre se puede extraer un turbio y sombrío lirismo), la obra de Parello ofrece un diagnóstico digno de un rotativo de segunda fila. Puede ser que la mayor parte de obras hollywoodienses reflejen una estereotipada y poco realista visión del serial killer pero, ante estos vanos intentos de otorgar mayor verismo a los perfiles criminales, resulta imposible esperar un cambio relevante de esta tendencia en un futuro. En resumen, no pierdan el tiempo.


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