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publicado el 19 de junio de 2006

En un callejón sin salida

Pau Roig | Han pasado más de diez años desde que el escritor y director Clive Barker (nacido en Liverpool en 1952) decidió vender los derechos cinematográficos de su filme Hellraiser, los que traen el infierno (Hellraiser, 1987), después de participar, más indirectamente que otra cosa, en sus dos primeras continuaciones: Hellbound: Hellraiser 2 (Hellbound: Hellraiser 2, Tony Randel, 1988) y Hellraiser 3: Infierno en la tierra (Hellraiser 3: Hell on earth, Anthony Hickox, 1992). Será cosa de la falta de imaginación y el nulo sentido del riesgo de las productoras de Hollywood, pero desde entonces se han realizado cuatro entregas más de la que ya es, con permiso de Wishmaster (Wishmaster, Robert Kurtzman, 1997) y sus continuaciones, una de las series terroríficas más mediocres de los últimos años.

La comparación con Wishmaster es menos gratuita de lo que pueda parecer en un primer momento. Ambas series, junto con tantas otras, han supuesto el bautismo cinematográfico de toda una nueva generación de jóvenes directores norteamericanos deseosos de debutar en la dirección aunque sea a base de guiones previsibles y absurdos en los que el monstruo o demonio de turno se arrastra de manera penosa de un lado para otro sin interesar, y aún menos asustar a nadie: se trata simple y llanamente de juntar unos cuantos sustos y un poco de sangre y de sexo (pero sin pasarse) con una estructura más confusa que complicada que recurra a los sueños y pesadillas y a la confusión entre ilusión y realidad para conseguir llenar una hora y media de celuloide rancio. Chris Angel dirigió la tercera y la cuarta entrega de la serie inicada por Robert Kurtzman en poco más de un año, y Rick Bota, entre el 2001 y el 2005 ha dirigido las tres últimas continuaciones del filme de Barker, la que nos ocupa aquí más las todavía inéditas Hellraiser: Deader y Hellraiser: Hellworld.

Todos estos títulos guardan evidentes puntos de contacto, empezando por su ajustadísimo presupuesto y acabando por su insipidez técnica y formal, más cerca de una especie de serial o serie de televisión que de una película propiamente dicha, sin olvidar su similitud de planteamientos y de recursos utilizados. Mediocre e insípida hasta la desesperación, Hellraiser 6: Hellseeker no es, de hecho, mejor ni peor que la anterior entrega de la serie, Hellraiser: Inferno (Hellraiser: Inferno, Scott Derrickson, 2000), editada en dvd incluso antes que la secuela anterior, Hellraiser: Bloodline (Hellraiser: Bloodline, 1996), firmada por Kevin Yagher con el seudónimo Alan Smithee en desacuerdo con los resultados finales.

Pese a tratar historias distintas y sin ninguna relación entre sí, ambas películas son prácticamente idénticas en tono, estructura y desarrollo; fabricadas en la misma cadena de montaje, carecen de sentido del riesgo y del menor atisbo de innovación, llegando al estándar habitual de duración recurriendo una y otra vez a las mismas soluciones, sin avanzar ni un solo milímetro en ninguna dirección. Si en el filme de Derrickson un policía corrupto (Craig Sheffer) se veía involucrado en una serie de brutales crímenes rituales después de haber entrado en contacto con la dichosa caja metálica que abre las puertas del infierno de los Cenobitas, la trama de Hellraiser 6: Hellseeker gira alrededor de la investigación del misterioso accidente de coche en el cuál Trevor (Craig Sheffer) presuntamente ha perdido a su esposa Kirsty (Ashley Laurence, repitiendo el papel que ya había interpretado en Hellraiser 3: Infierno en la tierra).

Trevor no puede recordar nada de su vida anterior al accidente y el cadáver de su mujer no ha aparecido; para variar, pronto se verá implicado en una serie de de crímenes brutales de mujeres con las que había mantenido relaciones sexuales. Trevor empieza a creer que por fin ha conseguido librarse de su esposa después de haberla engañado repetidas veces, pero se dará cuenta demasiado tarde de que ha caído en su propia trampa: su pacto inicial con el siniestro Pinhead (Doug Bradley, repitiendo más aburrido que nunca el papel que le dió cierta fama en el contexto del cine de terror contemporáneo) ha sido sensiblemente mejorado por su esposa...


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