boto

estrenos

publicado el 6 de octubre de 2006

Dábale arroz a la zorra el abad

Francesc Aguilar | El palíndromo es una rotunda manifestación de la afición del ser humano por la simetria. Una palabra, una frase, una sucesión de imágenes, cualquier código cuya secuencia se pueda dividir por la mitad en dos reflejos especulares idénticos es un palíndromo. (El ejemplo clásico que da título a este comentario aprece en los subtítulos en español de la película que nos ocupa). Ninguna figura retórica es, pues, más adecuada que el palíndromo para expresar una idea obsesiva, a través de una historia circular, como ya demostrara Julio Medem con sus Ana i Otto en Los amantes del círculo polar (1998). De ahí también la elección del título del último largometraje de Todd Solontz.

El director de Happiness (1998) vuelve a lidiar, en Palíndromos, con el tabú de la sexualidad infantil, a través de los inocentes deseos de una adolescente que quiere ser madre para evitar la soledad y el vértigo que le ha provocado el suicidio de una prima mayor que ella. La esquizofrénica mezcla de ternura y rechazo con que los padres acogen su decisión, antes y después del embarazo, vertebra un relato dirigido a la médula de la inevitable hipocresía que envuelve el acto de la fecundación humana en la sociedad occidental.

Todd Solontz presenta con imparcialidad las incoherencias de las dos posturas opuestas respecto al tema del aborto. Los que se muestran a favor, lo hacen con el objetivo oculto de esconder una realidad de la que se avergüenzan, que les provoca la aversión y el rechazo de sentirse agredidos por las necesidades de una hija que, a pesar de ellos, ya no es una niña, a la que no conocen ni quieren conocer, que agreden y castran con su incomprensión.

Los que se niegan, en la película, a aceptar la práctica legal aunque subterránea de la cesación de la vida en el útero materno, actúan con un radicalismo fundamentalista y excluyente, directamente abocado al terrorismo, sin paliativo alguno para quien ha incurrido en un pecado para ellos intolerable. La pureza es castidad o no es pureza. Punto.

El original recurso de utilizar diferentes actrices para el mismo personaje protagonista confiere al argumento un carácter surrealista y universal, dejando al espectador sin posibilidad de zafarse de la identificación con un estereotipo concreto de víctima propiciatoria.

Sin concesiones a las clasificaciones de género, a la fama o al provecho económico de sus películas, Todd Solonz continúa hurgando en la falta de reconocimiento de las pasiones freudianas como motor de las relaciones interfamiliares y entre miembros de cualquier edad de las sociedades post-industriales.

Pasen y vean Palíndromos: el espectáculo, sobrio y sombrío pero contundente, está garantizado.


archivo