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publicado el 8 de noviembre de 2006

Amenaza en la sombra

Pau Roig | Unos hechos reales acontecidos años atrás en República Checa han servido de base a dos jóvenes cineastas franceses para debutar en la dirección con un filme sencillo y modesto que tiene su mejor baza en una total falta de pretensiones, ejemplificada por un metraje escrupulosamente ajustado a la trama (77 minutos) y en la ausencia tanto de efectos especiales como de cualquier concesión a la crítica y al humor negro.

Moreau y Palud buscan en todo momento la credibilidad y el máximo realismo posible, pero aunque pueda parecer paradójico, la distancia y la sobriedad con la que enfocan el relato, con ciertas similitudes con el cine del austríaco Michael Haneke, actúa en contra de la creación de la necesaria atmósfera de inquietud. Según palabras de los propios cineastas, una de las ideas más terroríficas y que más inquietan a la sociedad occidental es la intromisión en su intimidad, la violación de su privacidad: Moreau y Palud tratan de llevar esta máxima hasta el límite mismo de sus posibilidades, y utilizan por ello con inteligencia un único punto de vista narrativo, el de la joven pareja protagonista, que sufre el acoso casi invisible pero sistemático, incomprensible pero terrible, de un grupo de perversos niños en una enorme mansión perdida en medio del campo. No hay ningún recurso efectista, ni soluciones delirantes de guión, por desgracia tampoco ni rastro de la virulencia y la visceralidad del cine del director francés Alexandre Aja, con quién los responsables del festival relacionaban al filme, ni tampoco de la dolorosa capacidad de provocación de Haneke: el miedo es tratado aquí a un nivel igualmente físico y abstracto, y es precisamente en este segundo apartado que el filme no llega a convencer, principalmente porque no es capaz, en los momentos más inquietantes, de trascender la cotidianeidad de los acontecimientos, porque no se atreve a ir más allá de su argumento incluso cuando el final, probablemente lo mejor del conjunto, es de una contundencia estremecedora.

Ellos, así, mantiene cierto interés durante la primera mitad de metraje para luego, coincidiendo curiosamente con la salida de la mansión, ir perdiendo intensidad: una creciente sensación de deja-vù se apodera de una trama que, al fin y al cabo, no aporta absolutamente nada nuevo a los numerosos filmes de características similares que pueblan la historia del género (¿no hubiera sido mucho más inquietante y efectivo, por ejemplo, ambientar la trama en un céntrico piso de cualquier ciudad europea?). Moreau y Palud ya se encuentran en los Estados Unidos preparando el remake norteamericano de The Eye (Gin gwai, Danny y Oxide Pang, 2002), y es que de eso se trataba.


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