publicado el 14 de febrero de 2007
Marta Torres | El libro negro marca un punto de inflexión en la carrera de Paul Verhoeven en muchos aspectos. Para empezar, es el primer trabajo del director holandés en seis años, después de haber sido ninguneado por el mismo Hollywood que aprovechó su mirada perversa y su talento en filmes como Desafío Total (1990) o Instinto Básico (1992) pero que le dejó caer en desgracia después de Showgirls (una parodia que algunos sectores de la crítica y el público entendieron justamente al revés) o El hombre invisible (un filme de género y de encargo que el director se tomó con desgana aunque el resultado fue más que decente). Seis años sin encargos, y una excesiva afición hollywoodiense por la fantasía de evasión acabaron por forzar un triple cambio de rumbo en la carrera del director: filmaría un proyecto personal, realista, en Europa y con el mismo guionista de su primera etapa holandesa, Gerard Soeteman. El resultado, una absoluta obra maestra, un gran espectáculo que demuestra que el cine también es una diversión para adultos y que rubrica la vuelta a nuestras pantallas de la versión más insumisa y desacomplejada de Verhoeven, en su elemento por primera vez en mucho tiempo.
En El libro negro el realizador vuelve sobre la ocupación nazi en Holanda, tema que ya había tratado en un filme de su primera etapa holandesa Eric, oficial de la Reina (1977), aunque en esta ocasión, con un punto de vista más ambiguo y menos heroico sobre el comportamiento de la resistencia y la sociedad de su país. Fue un proyecto largo en el que Gerard Soeteman y el propio Verhoeven invirtieron tres años sólo en el desarrollo del guión -si bien la primera idea surgió en 1977, a raíz precisamente de Eric, oficial de la reina-, y que no empezó a funcionar hasta que decidieron que el protagonista fuera una mujer en lugar de un hombre. Para llevarlo a cabo, además, Verhoeven, al que no asustan los presupuestos descabellados, ya lo demostró en Desafío Total o Starship Troopers, no ha dudado en pedir lo que hiciera falta y ha convertido su proyecto en la producción más cara de la historia de la cinematografía holandesa.
La historia –oscura, vibrante y cruel- nos explica la supervivencia a toda costa de una joven judía en la Holanda ocupada por los nazis. La protagonista (una genial y desconocida hasta ahora Carice Van Hauten) terminará uniéndose a la resistencia y se verá obligada a seducir y convertirse en amante de un alto oficial de las fuerzas ocupantes.
El libro negro, una película aparentemente filmada desde las vísceras, arrebatadora e intensa, funciona en sus engranajes como una perfecta y ajustada maquinaria de relojería. Un guión sólido y una dirección sin titubeos contribuyen a construir un thriller donde no sobra, ni falta, ningún elemento y desarrolla una historia a la manera de las matrioskas rusas, con continuos giros de guión y cambios de escenario que naufragarian en otras manos pero que con Verhoeven y Soeteman configuran una historia coherente que atrapa al espectador durante las dos horas de proyección del filme.
La historia –oscura, vibrante y cruel- nos explica la supervivencia a toda costa de una joven judía en la Holanda ocupada por los nazis. La protagonista (una genial y desconocida hasta ahora Carice Van Hauten) terminará uniéndose a la resistencia y se verá obligada a seducir y convertirse en amante de un alto oficial de las fuerzas ocupantes. Con este material que agrupa sexo, violencia y una encubierta lucha de sexos que ganan las mujeres por goleada, teje Verhoeven una película de múltiples lecturas, un thriller vibrante habitado por personajes a menudo ambiguos y que juegan sus bazas basadas en el engaño, el dinero, el sexo o el poder sin demasiados prejuicios morales.
La treta de Verhoeven consiste, precisamente, en huir de los clichés habituales y sacar a la luz las miserias de la ocupación alemana y la resistencia holandesa, a menudo confundidas y enfangadas en las mismas mazmorras y atrapadas en las mismas luchas internas por el poder. De esta forma, lo que podría haber sido un filme bélico sobre la heroica resistencia contra los nazis adopta las formas de un filme de espionaje de fondo sombrío, más próximo al espíritu de los tiempos más ambiguos de la guerra fría.
Sin embargo, a este fondo oscurísimo de culpabilidades y engaños ("cualquier superviviente es culpable de alguna manera", dice uno de los protagonistas del filme) lo recubre el director con una pátina brillante, sensual y colorista, más cercana a un serial pulp o a un filme de aventuras del Hollywood de la década de 1950 que a El Tercer Hombre (1949) de Orson Welles o los filmes de espionaje de Alfred Hitchcock o Fritz Lang, por poner algunos ejemplos, y que convierten El libro negro en un espectáculo luminoso, vital y sombrío sobre la condición humana y su capacidad por sobrevivir a toda costa.