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publicado el 27 de septiembre de 2007

Entre los documentalistas suele decirse que los archivos –y las filmotecas- son yacimientos arqueológicos y como tal deben ser tratados pues en muchos de ellos obras u objetos mal documentados o etiquetados encubren verdaderas joyas olvidadas. El pasado mes de agosto, alguien (imaginamos que un trabajador) descubrió en el archivo de la Filmoteca de Catalunya un tesoro que se había dado por perdido durante más de cien años.

Se trataba de cuatro filmes inéditos de Georges Méliès que todos los especialistas consideraban irremediablemente destruidos. Son obras de exhibición íntegras y originales de la época correspondientes a Evocation spirite (1899), La pirámide de Triboulet (1899), L’artiste et le mannequin (1900) i Éruption volcanique à la Martinique (1902). El estreno mundial de estas películas tendrá lugar el próximo 4 de octubre durante la sesión inaugural del Festival Internacional de Cinema de Catalunya, Sitges 2007.

Antes de su presentación en sociedad, la Filmoteca ha querido mostrarlas a los medios de comunicación en una rueda de prensa que contaba con la presencia de la bisnieta del cineasta, Marie-Hélène Lehérissey. Visiblemente emocionada por el hallazgo, Lehérissey ha destacado la recuperación de Éruption volcanique à la Martinique, un filme en color que trata de reproducir una erupción real que se produjo en la época mediante maquetas y mil trucos que el artista detalló en un diario personal ahora en posesión de su heredera.

Lehérissey nos recordó que los filmes que producía su bisabuelo, a través de su productora Star Films, eran películas cortas que solían visionarse en circos y ferias de la época, ante un público popular que se las tomaba más como trucos de magia que como obras de arte. Las cuatro películas recuperadas pertenecen al primer, y más desconocido, periodo de Méliès, que se corresponde con los primeros pasos de un cine aún ligado a los barracones de feria y a los puestos ambulantes, pero empeñado en encontrar nuevas formas de expresión que, en el caso de Méliès, van unidos a los trucos, la magia y el transformismo. El mismo Méliès aparece en uno de los filmes encontrados (Evocation spirite) como un mago capaz de invocar a los espíritus en un escenario.

Precisamente el hecho de que apareciera en uno de los rollos de película ha hecho más fácil su identificación, junto con otros detalles más sutiles que abarcan tanto la posición de las perforaciones en la película como las marcas que dejaba la cámara en el celuloide o el hecho de que existiera un diario del director donde explicaba los pormenores de la producción de Éruption volcanique à la Martinique.

Hipótesis

Mariona Bruzzo, responsable del Archivo de la filmoteca, explicaba en la presentación que los filmes llegaron al archivo mediante una donación anónima y que uno de ellos estaba etiquetado bajo el epígrafe (“Erupción volcánica”). Probablemente, aunque no pueden saberlo con seguridad, estas copias fueron adquiridas a principios del siglo XX por Baltasar Abadal, representante de la firma de Georges Méliès en Barcelona. Todas las piezas encajan con el cine que se proyectaba en la época: son de corta duración (entorno al minuto) y no tienen rótulos. Por otra parte, la Filmoteca ha detectado otro filme que podría pertenecer al mismo cineasta aunque se trata, por el momento, de información por confirmar.

La Filmoteca de Catalunya se encuentra desde el año 2005 en proceso de catalogación de su fondo histórico. Según Mariona Bruzzo, existen actualmente 200 títulos por catalogar en la sección de orígenes del cine.

El mago que quemó sus trucos

Marie-Hélène Lehérissey se emociona cada vez que descubre una obra de su bisabuelo, “me da la sensación de conocerlo, por las veces que le he visto moverse en un escenario”, comenta. Sin embargo, encontrar la que fue la ingente producción de Méliès puede convertirse en una ardua tarea dado que el autor quemó todos los negativos que poseía. Actualmente se han localizado un poco más de 200 obras de su producción de 500 y muchas son recopias, fragmentadas y en blanco y negro (las películas, en aquella época, se coloreaban).
“Después de la Primera Guerra Mundial mi abuelo tuvo que vender su estudio porque estaba en la ruina”, cuenta, “los negativos, hechos de nitratos, eran bombas muy inflamables y peligrosas, así que mi bisabuelo y mi abuelo, en el jardín, quemaron todos los negativos y el resto los vendió a peso”, explica su bisnieta. Bromas del destino, ni la venta de las copias pudo sufragar el gasto que supuso deshacerse de las cubas de plomo que empleaban para emulsionar las películas.


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