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publicado el 18 de octubre de 2007

La actriz de orígen escocés Deborah Kerr, emblema del Hollywood de los años 50 ha muerto en el condado de Suffolk, en el sureste de Inglaterra, a la edad de 86 años. La actriz padecía Parkinson desde hacia unos años.

Deborah Kerr ha protagonizado numerosos filmes, entre ellos De aquí a la eternidad (1954) en la que aparecía junto a Burt Lancaster en una tórrida escena en la playa que bordeó el escándalo según la moral de la época y que le valió una nominación al Oscar. A lo largo de su dilatada carrera, donde abundan excelentes interpretaciones, recibió en total seis nominaciones pero no consiguió la preciada estatuilla hasta 1994 en forma de Oscar honorífico a toda su carrera.

Deborah Jane Kerr-Trimmer nació en la pequeña población escocesa de Helensburg, el 30 de septiembre de 1921. Fue una adolescente tímida, hija de un militar con secuelas causadas por la Primera Guerra Mundial. Se inició com actriz en algunas obras teatrales siendo adolescente si bien no consiguió su primer papel serio hasta que fue descubierta por un productor británico que la contrató para protagonizar dos películas en 1941, entre ellas Mayor Barbara, de Gabriel Pascal. Su éxito fue inmediato y pronto se convirtió en una habitual del cine británico. Actuó en El Coronel Blimp, de Michael Powell y Emeric Pressburger (1943). De esta época data su particiapción en la espléndida Narciso Negro, (1947), también de Michael Powell.

Pronto fue abducida por Hollywood y la Metro-Goldwyn Mayer con la que protagonizó filmes históricos y de aventuras tan conocidos como Las minas del rey Salomón (1950), Quo Vadis (1951) o El prisionero de Zenda (1952), de Richard Thorpe, encarnando en casi todos ellos a un prototipo de heroína virginal que no abandonaría hasta que en 1954 protagonizó la famosa y tórrida escena del beso con Burt Lancaster en De aquí a la eternidad, de Fred Zinnemann. Este filme, que le valió una nominació a los Oscar, significó también un punto de inflexión en su carrera como actriz al interpretar papeles más complejos y ambiguos. De esta época data su participación en Júlio Cesar (1953) de Joseph L. Mankiewicz, Vivir un gran amor (1954) de Edward Dmytryk, El rey y yo (1956) de Walter Lang, Té y simpatía (1957) de Vincente Minnelli o Sólo Dios lo sabe (1957) de John Huston.

Sin embargo, sus mejores interpretaciones corresponden a la década de 1960, en las que brilló como la reprimida institutriz Miss Giddens en Suspense (1961) de Jack Clayton y La noche de la Iguana (1964) de John Huston.

Deborah Kerr vivía en Suiza junto a su segundo marido, el guionista Peter Vertiel, si bien se había trasladado al Reino Unido junto a su familia dado lo grave de su enfermedad.


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