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publicado el 20 de febrero de 2008

Pau Roig | Cineasta de culto surgido a finales de los setenta de la factoría de Roger Corman, Joe Dante (nacido en 1946) no supo mantener el éxito y la frescura de sus primeras producciones –Piraña (Piranha, 1978), Aullidos (The howling, 1980) y Gremlins (Id., 1984)– y fue rápidamente asimilado por Hollywood para acabar relegado a mediados de los noventa a un segundo, incluso tercer plano de la industria, refugiado (casi) exclusivamente en la televisión. Lejos de explorar su faceta digamos más gamberra y combativa, su contribución a Masters of horror está más cerca del estilo amable de Exploradores (Explorers, 1985) y El chip prodigioso (Innerspace, 1987) que no de sus primeras realizaciones, y ello a pesar de que El ejército de los muertos es, juntamente con el episodio de John Carpenter, el capítulo más popular y representativo de la primera temporada de la serie (ambos, sin ir más lejos, formaron parte de la sección oficial del festival de Sitges del 2006 en una decisión poco menos que absurda).

En contra de lo que se ha dicho y escrito, sin embargo, su éxito deriva mucho más de una serie de elementos y condicionantes externos –en primer lugar, el relato “Death & suffrage” de Dale Bailey en el qué se basa la historia y que especula con la posibilidad de qué los soldados norteamericanos muertos en la guerra de Irak vuelvan de sus tumbas sólo para votar en contra de la administración que los envió a un conficto bélico absurdo promovido por oscuros intereses económicos [1]– que no a los méritos, más bien escasos, de la propia producción. El ejército de los muertos no es una historia de terror, tampoco exactamente una parodia: el tono del relato oscila entre la fantasía más o menos amable –por llamarla de alguna manera– y el humor negro, aunque menos de lo que puede parecer a simple vista, pero sin decantarse por ninguno de ambos y situándose en una resbaladiza tierra de nadie que diluye su incendiaria crítica contra la administración del presidente George Bush y su desastrosa política internacional. Igual como ocurría en el episodio de Stuart Gordon, se hace en falta, y mucho, un trabajo mucho más profundo de descripción de los distintos personajes de la acción y de las diversas situaciones, un hecho decisivo que tanto es fruto de un rodaje rápido y barato como también de la falta de pericia de sus máximos responsables.

El guionista Sam Hamm focaliza su atención en tan sólo cuatro personajes, principalmente el asesor presidencial David Murch (Jon Tenney) y la periodista política Jane Cleaver (Thea Gill), representativos de la falta de escrúpulos y las malas artes de la administración republicana del país, pero sin que el resto de personajes secundarios, algunos decisivos como el presentador televisivo Marty Clark (Terry David Mulligan) o especialmente la madre de Murch, tengan el peso ni aún menos la entidad que requerían. En todo caso, lo que de verdad se hecha en falta es una verdadera reflexión, aunque fuera esquemática, sobre las causas que han llevado a la sociedad norteamericana a la situación relatada en el episodio. No hay una crítica explícita a la paranoia terrorista del gobierno y otras líneas narrativas presentes en la acción como el uso y abuso de las armas de fuego a manos de particulares –el absurdo flashback en blanco y negro que muestra la muerte del hermano de Murch, que no ocurrió en Vietnam como el asesor presidencial siempre había pensado– o las reacciones de los ciudadanos a la resurrección de los muertos (ejemplificada en el matrimonio que acoge a uno de los zombies en el bar de su propiedad) están desarrolladas de manera harto tramposa y desgraciadamente ambigua; parece que lo único que ha hecho la administración Bush en su mandato haya sido promover la guerra de Irak cuando ha hecho cosas igualmente desastrosas, empezando por los recortes en gastos sociales y sanidad. Lo mismo puede decirse del proceso electoral representado en el filme de manera exageradamente esquemática y paródica: los republicanos se niegan a aceptar su derrota ante los demócratas y manipulan los resultados finales para salir vencedores, hecho que provocará, al final, la resurrección de todos los muertos de anteriores conflictos históricos de los Estados Unidos. El regreso de los muertos, así, es la única esperanza de un país cuyos habitantes, parece querer decir Dante, son monigotes sin cerebro que se dejan engañar y manipular tranquilamente por sus dirigentes, una reflexión brutal y políticamente incorrecta pero tratada de manera tan caricaturesca que a duras penas supera la condición de chiste gracioso, aderezado, como no podía ser menos en Dante, con guiños y referencias a anteriores produciones sobre el mito de los muertos vivientes que nada aportan al desarrollo de la acción: durante la visita de Murch y su madre a la tumba de su hermano, los nombres de las lápidas del cementerio constituyen una especie de inventario de directores más o menos especializados en la temática zombie, desde George A. Romero a Jacques Tourneur, pasando incluso por el italiano Lucio Fulci, entre otros.

  • [1]. Una idea, por cierto, que no es nueva: en Yo acuso (J´Acusse, Abel Gance, 1918), los muertos de la Primera Guerra Mundial volvían de sus tumbas para comprobar si su muerte había servido para algo a los que todavía seguían vivos; años más tarde, William Friedkin, otro de los directores ausentes de la primera y segunda temporada de Masters of horror, relacionaba a los soldados del Vietnam con los muertos vivientes en el episodio Nightcrawlers de la serie The twilight zone, emitido en octubre de 1985.

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    D: Joe Dante G: Sam Hamm, sobre el relato “Death & suffrage” de Dale Bailey F: Attila Szalay M: Hummie Mann D.P.: David Fischer E: Marshall Harvey A: Jon Tenney (David Murch), Thea Gill (Jane Cleaver), Wanda Cannon (Kathy Hobart), Terry David Mulligan (Marty Clark). Emitido el 2 de diciembre de 2005.


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