publicado el 19 de julio de 2005
Juan Carlos Matilla | Debut en el largometraje del jovencísimo director británico Christopher Simth, Creep (2004) es uno de los ejemplos más claros de los últimos años de cómo un filme de terror ha de valorarse en su contexto genérico y no según otras directrices críticas. Excelente en su valiente exposición del horror y atrevido en su morboso discurso sobre lo ominoso (aspecto habitual en todo director novel de que pretenda destacar con sus primera obra de índole fantastique), Creep es un filme que debe verse como una obra adscrita a un subgénero (el splatter), huérfano en la actualidad de ideas verdaderamente sugestivas y, en verdad, epatantes. Más allá de sus defectos narrativos, inherentes a toda ópera prima, la obra de Smith triunfa de forma “coyuntural”, si se me permite la expresión, ya que supone uno de los pocos filmes actuales que, dentro del registro gore, abogan por unas formas visuales más ambiciosas y un sentido del suspense más arrebatador de lo que estamos habituados en algunos productos similares que se han estrenado últimamente (desde la decepcionante Alta tensión a la agradable pero insatisfactoria La masacre de Toolbox).
Ambientado en los túneles del metro londinense y protagonizado por la actriz alemana Franka Potente (nueva musa de los amantes del cine fantástico y de acción), la película de Smith es una interesante propuesta de terror, hábilmente narrada y con un diseño de producción espectacular.
Ambientado en los túneles del metro londinense y protagonizado por la actriz alemana Franka Potente (nueva musa de los amantes del cine fantástico y de acción), la película de Smith es una interesante propuesta de terror, hábilmente narrada y con un diseño de producción espectacular. Las sobrecogedoras apariciones de la criatura (a destacar, la primera de ellas, un primer plano de la cara de la bestia apareciendo de repente desde la oscuridad), el correcto uso de los efectos sonoros y la buena mano del director a la hora de planificar los acechos y persecuciones por los túneles son algunos de sus principales aciertos.
Con evidentes ecos cinematográficos (que van de Guillermo del Toro y su Mimic a John Landis y su espléndida secuencia del acecho en el metro de Un hombre lobo americano en Londres) y literarios (en especial, el memorable cuento El tren nocturno de la carne, de Clive Barker), Smith ha urdido un sensacional filme de horror que dejó perplejo a gran parte de la crítica del pasado festival de Sitges, incapaz de valorar en su justa medida un filme de estas características: violento, sucio, falto de pretensiones y lleno de referencias cinéfagas que satisfagan las necesidades del fan de cine de horror. Creep debe contemplarse como un correcto ejercicio de estilo realizado por un fanático del género y no como una obra adulta y rompedora que deba lidiar con títulos de mayor empaque artístico. Cada filme cumple una necesidad y va dirigida a un público muy determinado y eso es algo que algunos especialistas del género no parecen (o quieren) entender.