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publicado el 9 de septiembre de 2005

Un blockbuster con aliño

Lluís Rueda | El nuevo filme de Michael Bay es fiel al estilo instaurado en productos como La Roca (The Rock, 1996), Armageddon (1998) o Pearl Harbour (2001), en ellos impera la espectacularidad por encima incluso de aquello que se está explicando. El director de Bad Boys (1995) es un creador de blockbusters de innegable inventiva visual tras la cámara, un perfecto estratega a la hora de sorprender con sus action movies al que casi siempre le pierde la grandilocuencia y lo artificioso de sus soluciones visuales. Su pretensión de emular a Steven Spielberg o James Cameron es algo casi endémico en su irregular carrera cinematográfica y alguien debería hacerle notar que sus virtudes como realizador tienen más en común con John Woo que con el Rey Midas. Pero, a diferencia de anteriores trabajos, su nueva maravilla visual guarda un inédito equilibrio entre forma y contenido: tan importante es en La isla (The Island, 2005) la espectacular persecución de coches que ofrece el trailer como su interesante planteamiento argumental.

Cierto es que La isla no tiene un planteamiento absolutamente original pero, sin embargo, combina con inteligencia una mixtura de temáticas sci-fi que han hecho de películas como The Matrix (1999), de los hermanos Wachowski, Minority Report (2002), de Steven Spileberg, más recientemente o THX 1138 (1971), de George Lucas, o Blade Runner (1982), de Ridley Scott, hace algunas décadas, todos ellos filmes de absoluta referencia. Bay remueve en el cajón de sastre de la clonación (cinematográficamente hablando) para hilvanar una meritoria parábola social, por otra parte, muy deudora de la obra de Aldous Huxley o George Orwell.

Pero tan atractivo planteamiento nunca llega a convertirse en el auténtico leit motiv del filme. Bay convierte, quizás en una presunción de ambición o justamente de todo lo contrario, el sólido arranque de La isla en un remake más o menos encubierto de Con la muerte en los talones (North by the Northwest, 1959), de Alfred Hitchcock, que a la postre resulta más cercano al Paycheck (2003) del antes citado John Woo que a la exquisita Minority Report del maestro Spielberg.

La isla es una suerte de un de un destilado Gattaca (1997), de Andrew Niccol, y de un adrenalítico El show de Truman (The Truman Show, 1998), de Peter Weir, o sea, un filme que no sabe (o no debe) administrar su discurso pues su razón de ser no contempla prácticamente ninguna concesión a la política de autor.

La cinta saca buen partido de la química de sus dos protagonistas Scarlett Johansson y Ewan McGregor y ofrece algunos chispazos de ingenio, pero más allá de sus excelentes escenas de acción acaba resultando un descafeinado remix que alarga sus meritos hasta la autólisis creativa.

Los abrasivos movimientos de cámara que Bay orquesta con gratuidad ególatra sobrevienen a bocajarro y sin criterio, subrayan momentos banales y casi siempre están de más. Sin embargo, el filme tiene a su favor un espléndido diseño de producción que luce con aplomo y, en él, el aspecto infográfico queda armoniosamente minimizado.

La isla es una suerte de un de un destilado Gattaca (1997), de Andrew Niccol, y de un adrenalítico El show de Truman (The Truman Show, 1998), de Peter Weir, o sea, un filme que no sabe (o no debe) administrar su discurso pues su razón de ser no contempla prácticamente ninguna concesión a la política de autor. Una vez aparcados los espejismos, nos encontramos ante una action movie que luce sin complejos todo el dinero invertido y cumple su cometido a la perfección. La isla, es sin duda el filme más notable de Michael Bay, ni que sea por su planteamiento inicial, pero sobre todo es un espectáculo efectivo y deslumbrante que entrecorta el aliento e invita a no pensar en demasía. Ideal para días en que flojea la cartelera.


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