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publicado el 9 de septiembre de 2005

Juan Carlos Matilla | POCO CONOCIDA EN NUESTRO PAÍS (salvo para los críticos, festivaliers y asiduos a las filmotecas), la obra del francés Jacques Rivette puede resultar todo un agradable descubrimiento para más de un aficionado al cine de autor. Incomprensiblemente ausente de los canales españoles de distribución cinematográfica -que yo sepa, sólo cinco de sus filmes se han estrenado comercialmente en nuestras salas (y con una mínima repercusión)-, la recepción de su obra entre la cinefilia hispana puede experimentar un sensacional avance gracias a la iniciativa de la distribuidora barcelonesa de reciente creación, Intermedio, quien ha puesto en el mercado seis títulos importantísimos de la última creación rivettiana en cuidadas ediciones, repletas de excelentes extras y de un excelente máster.

Miembro fundacional del núcleo duro de la nouvelle vague (el formado por Jean-Luc Godard, François Truffaut, Eric Rohmer o Claude Chabrol, todos ellos redactores de la época dorada de Cahiers du cinema), el cine de Rivette es una personal y rica derivación de la preceptiva de autores como Jean Renoir, Fritz Lang y Alfred Hitchcock, posiblemente los tres autores que más han influido en la obra del creador de Paris nous appartient (1960). Del primero toma su compromiso por reflejar la estrecha línea que separa la realidad de sus formas de representación (sobre todo, del teatro, escenario recurrente de la obra de Renoir y Rivette), del segundo adopta el rigor de una puesta en escena sintética y el gusto por las tramas ocultas (desde Mabuse a Más allá de la duda) y del tercero acoge el enfoque lúdico del acto cinematográfico y la postura casi demiúrgica del cineasta respecto a su obra.

Así, de la unión de estas tres líneas principales surge el estilo de Rivette: basado en la recreación del artificio, la puesta en escena metódica y expresiva, las continuas salidas de tono y fugas narrativas, los juegos de espejos, los metrajes maratonianos y la visión del teatro (sobre todo de sus entresijos) como metáfora del devenir del ser humano, siempre en continuo proceso de desarrollo. Además, al igual que otros de sus contemporáneos, Rivette nunca ha rechazado las formas artísticas populares y siempre se ha declarado una entusiasta de los folletines, los seriales, los musicales o las narraciones de misterio. Fruto de esta pasión, surgen algunas de las propuestas de cine fantástico más apasionantes del cine francés como Los locos viajes de Céline y Julie (Céline et Julie vont en bateau, 1974) o algunos fascinantes híbridos que podemos recuperar gracias a la iniciativa de Intermedio. En particular me gustaría destacar tres de ellos: el frío y cerebral homenaje a la dramaturgia langiana que realiza Rivette en el polar Confidencial (Sécret defense, 1997); el suntuoso juego de laberintos y puzzles narrativos de El amor por tierra (L’amour par terre, 1983), un filme donde la magia, el teatro y la fantasmagoría y otras formas de representación, acaban configurando uno de los compendios rivettianos más interesantes; y, por último, su más reciente filme, Historia de Marie y Julien (Histoire de Marie et Julien, 2003), un críptico melodrama con evidentes reminiscencias al Vértigo de Hitchcok, que se mueve entre la narración de inspiración gótica, los climas psicológicos y el drama más naturalista. En resumen, tres absolutas joyas que se complementan con la edición de otros tres títulos altamente recomendables: Cumbres borrascosas (Hurlevent, 1985), La banda de las cuatro (Le bande des quatre, 1988) y la más conocida La bella mentirosa (La belle noiseuse, 1991). Todo un festín para paladares exigentes.


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