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clásicos modernos

publicado el 23 de febrero de 2008

La alquimia del thriller

Lluís Rueda | Brian de Palma es el máximo exponente del espectáculo cinematográfico como mecanismo: el virtuosismo formal puesto al servicio de una historia. Filmes como Fascinación (Obsession, 1976), El fantasma del paraíso (Phantom of the paradise, 1974) o Doble cuerpo (Body Double, 1984) por citar una muestra, se erigen en originales parques de atracciones temáticos. En el cine depalmiano fagocitan una serie de puntales iconográficos que determinan indiscutiblemente su espíritu contracultural, mitómano, y en ocasiones declaradamente bizarre. Cabe puntualizar que nos movemos en parámetros conceptuales, pues la mecánica de su obra respira clasicismo y su obsesión por el preciosismo formal está fuera de toda duda.

Los guiones escritos por De Palma o por alguno de sus habituales colaboradores están extraordinariamente emparentados con el estilo directo y sin ambages del cine negro norteamericano de los años cuarenta y cincuenta, aunque no podemos llevarnos a engaños, el estilo grandguinyolesco del director de Carrie se impone con fuerza incluso por encima del guión más deudor de las formas clásicas. De Palma acostumbra a dar por echo la complicidad del espectador (entiende que va a creer lo que le cuenta) incluso por muy desinhibido que sea su planteamiento, su principal recurso para frotalecer esa complicidad reside en un difícil juego de equilibrio entre la imagen como factor narrativo imprescindible y el texto como bisagra para el espectáculo.

Partiendo de unas partituras toscas (con personajes sencillos en situaciones límite), De Palma revisa los postulados propios del noir, crea una serie de artilugios, una maquinaria artística que deslumbra, divierte, fascina, y no entra en contradicción con su concreción argumental. El realizador ítaloamericano es como aquellos pintores barrocos, pongamos A. Carraci o Caravaggio, que daban lo mejor de sí mismos en las sombras de lo cotidiano y en el matiz del detalle. Impacto es una obra paradigmática en este sentido; es un filme excelente para concretar los aciertos y los desaciertos de un creador tan tozudo como genial. Aún en estos momentos, De Palma, continúa siendo mucho más underground que el más iconoclasta de los nuevos talentos de la cinematografía norteamericana, y filmes tan elípticos como La Dalia Negra (Black Dhalia, 2006) siguen mostrando la vigencia de su cinematografía.

Pero antes de entrar en materia deberíamos aclarar un aspecto: el asunto Hitchcock.

Afirmar que De Palma es un burdo imitador del maestro Alfred Hitchcock es una afirmación tan gratuita como arriesgada. El autor de Vestida para matar (Dressed to kill, 1980) no es más deudor de la obra del maestro británico que cualquiera de sus compañeros de generación. Hay tópicos que repetidos hasta la saciedad pueden parecer verdades incontestables, pero no por eso dejan de ser erróneos, embrionariamente contradictorios. El matiz es importante, y el cine depalmiano es un glosario de matices. Sería de ciegos negar que habitualmente Hitchcock ha sido objeto de múltiples homenajes, e incluso de reinterpretaciones (nada que ver con experimentos como el perpetrado por Gus Van Sant en su remake de Psicosis) en la filmografía del realizador norteamericano. Doble Cuerpo o Fascinación son posiblemente los ejemplos más acusados, pero esto no va en demérito del realizador, es más, le otorga un plus de sinceridad y le libera de complejos. ¿Acaso no hizo Picasso una múltiple y obsesiva reinterpretación de 'Las Meninas' de Velázquez, y nadie cuestionó su originalidad?

El cine permite un manejo del engaño y el punto de vista, que pocos medios ofrecen, quizás por eso la narrativa, la prosa, cada vez se acerca más y con menos complejos al efectismo intrínseco de la gran pantalla: la desnudez de la concreción también aporta la inmediatez del engaño. De Palma es un viejo zorro que sabe engañar como nadie, el truco está ahí, pero no sabes verlo hasta que él no te lo explica

Es cierto que De Palma tiende puentes a Hitchcock, pero esta obviedad no enturbia un trabajo de búsqueda constante, ni es óbice de contradicción: lejos de ser acomodaticio, De Plama, siempre apuesta fuerte por el riesgo y nuevos retos fílmicos: Misión imposible (Mission: Impossible, 1996), Corazones de Hierro (Casualties of War, 1989), El fantasma del paraíso (Phantom of the Paradise, 1974), Los intocables de Elliot Ness (The Untouchables, 1987) son algunos ejemplos de su ductilidad. Para zanjar la supuesta polémica sería bueno que los detractores de Brian De Palma analizasen por qué en estos momentos es un director tan o más imitado que Hitchcock entre las nuevas generaciones de realizadores.

Jack (Johh Travolta), se dedica a hacer películas, es el técnico encargado de encontrar sonidos para insertarlos en largometrajes de terror de serie B: ese es el punto de partida de Impacto. En el primer tramo del filme vemos a Jack analizando la proyección de la película Internado sangriento, un subproducto en el que un asesino en serie asedia un internado de señoritas; el cine dentro del cine permite al director hacer su primera declaración de intenciones: la querencia por la metaficción más explícita. Jack busca el grito perfecto para una escena de asesinato en la ducha (el guiño a Psicosis es tan paródico como inteligente), y además De Palma nos pone en preaviso: lo que hemos visto es ficción pero predispone nuestra retina a una futura reinterpretación. Cabe decir que el director de Fascinación es un experto en lo que en términos de guionaje se conoce por ‘planting’, es decir, colocar al inicio del primer acto una información visual que más tarde será imprescindible para el devenir argumental.

Jack acude a medianoche a grabar sonidos en un paraje solitario junto a un río. Mientras hace su trabajo, un coche tiene un accidente, sale de la carretera y cae al agua. Jack intenta salvar a sus ocupantes, pero sólo puede rescatar a una chica, Sally (Nancy Allen); el otro ocupante muere en el accidente, se trata del futuro candidato a gobernador del condado, y la chica no es más que un ligue que podría empañar su imagen pública incluso después de muerto. Las autoridades piden a Jack tras el incidente que silencie la presencia de Sally en el coche atestado. Pero tras escuchar la grabación de esa noche, Jack descubre que antes del reventón de la rueda, alguien ha disparado contra el vehículo. La idea de la conspiración toma relieve.

Aquí entra en acción Burke (John Lightlow), un asesino sin escrúpulos que intenta borrar pistas a toda costa. Cambia la rueda del vehículo siniestrado para que nadie descubra el disparo, y además comienza una cacería sin tregua para eliminar a la chica. En las secuencias de recreación del accidente de Jack mediante su grabación sonora y las imágenes captadas por un inquietante fotógrafo, Manny Karp (Denis Franz), De Palma despliega lo mejor de sí mismo. Con los fotogramas de la revista, Jack crea una película rudimentaria del accidente (un maravilloso homenaje a los orígenes del cine), el ritmo trepidante del montaje crea un juego de espejos dentro y fuera de la ficción propio de un auténtico alquimista de la imagen.

Desde luego, Sally no es trigo limpio, su presencia en el coche no era casual. La joven fue requerida como cebo para un montaje orquestado por Manny Karp, y Jack, sabedor del intento de chantaje la utiliza para conseguir la copia original de la grabación. En este punto de la historia entendemos que estamos ante unos personajes absolutamente amorales, incluso despreciables, pero eso también es una constante en otras obras depalmianas, como lo es la inocencia pueril del héroe masculino ante la perfidia instintiva de la chica de la historia. Tampoco podemos olvidar que entre otros improperios vertidos sobre la figura de De Palma, se le ha llegado a acusar de misógino (sus personajes femeninos son demasiado radicales para ciertos paladares que se empachan en la sacarina de lo políticamente correcto). Nada más lejos de la realidad, si revisamos el cine negro de la década de 1940 encontramos centenares de damas infinitamente más perversas que cualquier femme fatale del amplio catálogo que ofrece la filmografía depalmiana. De hecho, lo que las hace más pérfidas a esas ninfas maquiavélicas es el contraste con protagonistas masculinos que pasean su embeleso por no pocos filmes del realizador: hombres con cargo de conciencia, traumas inconfesables, peleles que son literalmente víctimas en potencia de unos valores en desuso. El héroe depalmiano es un hombre siempre en el filo del abismo, un perdedor sin remedio.

Es el caso de Jack. Tras conseguir una copia de la grabación del accidente, intenta probar su teoría conspirativa ante la policía y aquí se nos revela una parte de su pasado fundamental para entender su psicología obsesiva. Nuestro técnico de sonido, antaño, trabajó para la policía. El error de uno de sus sofisticados micrófonos ocultos provocó la muerte de un agente y ahora la historia va a repetirse, Sally será de nuevo un cebo con micrófono oculto y tendrá que desenmascarar al siniestro Burke (quizás el asesino más brutal de toda la filmografía del director).

Si revisamos el cine negro de la década de 1940 encontramos centenares de damas infinitamente más perversas que cualquier femme fatale del amplio catálogo que ofrece la filmografía depalmiana. De hecho, lo que las hace más pérfidas a esas ninfas maquiavélicas es el contraste con protagonistas masculinos que pasean su embeleso por no pocos filmes del realizador

Las cartas están marcadas desde el principio, pero nadie puede cambiar el destino, Jack intentará salvar a Sally en uno de los desenlaces más hermosos y a la vez más desgarradores nunca vistos en un filme de suspense. Jack puede escuchar lo que ocurre en todo momento gracias al micrófono oculto, pero es incapaz de detener el crimen. Su demencial persecución entre el gentío de un parque de atracciones es mostrada al relentí pra trasmitir una sensación plomiza,de impotencia; los fuegos artificiales en el cielo y el crimen consumado a los pies de unas escaleras dejan una sensación de insania que en la retina del espectador deviene absolutamente descorazonadora. Lo mejor de Brian De Palma es que nunca sabes si despliega un humor negro de dudoso gusto o realmente mima la tragedia hasta límites megalómanos.

Volviendo al personaje de Burke, habría que destacar la interpretación de Jonh Ligthlow, terrorífico como psicópata. Burke se recrea en sus crímenes de un modo inquietante, su primera víctima, es una prostituta a la que ha confundido con Sally, pero lejos de importarle se recrea con su punzón en una liturgia sanguinaria. Otro de sus crímenes acontece en una estación de tren, aquí despacha a otra prostituta por puro placer ahorcándola con un alambre. La preparación del crimen, con Burke intentando comprar sus servicios a través de los vidrios de una fila de cabinas telefónicas transmite la asepsia del vouyeur asiduo a las cabinas de sexo, un aspecto que De Palma desarrollará ampliamente en su posterior y magnífica Doble Cuerpo (Double Body, 1984).

Impacto es un singular homenaje a la mecánica de la ficción, del engaño como arte, el cine es una búsqueda, un enigma que puede y debe deconstruirse para ser disfrutado. La reconstrucción del accidente mediante los fotografías de una revista que lleva a cabo Jack, también es un tierno homenaje a Blow up (1967), de M. Antonioni, donde hay un crimen captado en el azar de una fotografía, y donde el personaje interpretado por David Hemmings se obsesiona irremisiblemente hasta ampliar el detalle una y otra vez en busca de más información. También, cabe señalar, que Impacto guarda no pocos paralelismos con La Conversación (The Coversation, 1974) de su compañero de generación Francis Ford Coppola. El cine permite un manejo del engaño y el punto de vista, que pocos medios ofrecen, quizás por eso la narrativa, la prosa, cada vez se acerca más y con menos complejos al efectismo intrínseco de la gran pantalla: la desnudez de la concreción también aporta la inmediatez del engaño. De Palma es un viejo zorro que sabe engañar como nadie, el truco está ahí, pero no sabes verlo hasta que él no te lo explica.

El realizador ítaloamericano es un maestro a la hora de confeccionar elefantiásicos planos secuencia, buena muestra de ello es el primer asesinato perpetrado por Burke: el recorrido de la prostituta saliendo de un centro comercial y entrando en la boca del lobo de un callejón angosto transmite una tensión extrema. El realizador no construye sus movimientos de cámara gratuitamente, al igual que no utiliza el zoom sistemáticamente o primeros planos si no es como recurso dramático. Otro de los sellos de identidad depalmianos es la pantalla partida, como en la escena en que vemos a Jack trabajando en el estudio, y a la vez el realizador nos muestra al gobernador hablando por televisión; simultaneidad y economía. En ocasiones puro virtuosismo puesto al servicio de la narrativa, tal y como pudimos dirimir en la sensacional Hermanas (Sisters, 1973)

Si debemos citar una escena que concentre la idea principal de Impacto, no cabe duda, es la reconstrucción del accidente por parte del técnico de sonido, y principalmente ese imaginativo plano en el que Jack, lápiz en mano, reproduce el mismo movimiento que realizó con el micrófono la noche del accidente, el sonido del pinchazo está fuera de campo, sólo Jack lo escucha a través de unos auriculares. En ese plano está todo, y De Palma no enseña nada. Es sencillamente magistral. Impacto no funcionó en taquilla, ni el tirón de la estrella Jonh Travolta (en su mejor trabajo hasta encontrarse con Quentin Tarantino), pudo con la nefasta campaña de marketing que acompañó al filme; pero a pesar de ello hoy en día es considerada una cinta imprescindible en la obra del director, una obra que nunca deja de sorprender, y que de tan densa deviene arrebatadora.


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