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publicado el 1 de octubre de 2010

Jorge Grau. Director de cine. (Segunda parte de la entrevista)

Lluís Rueda |

"La última carta que recibí de Fellini es una sonrisa"

Cuénteme más anécdotas del rodaje de Pena de Muerte.

Mientras rodábamos la película Espartaco Santoni estaba liado con Masiel, la cantante, y alguien más que no recuerdo. Un día de rodaje apareció Masiel con Juan Manuel Serrat, ella venía a comprobar si Espartaco estaba liado, no con Marisa Mell, si no con otra actriz de la que sospechaba... Era tremendo. Bueno, desviándonos de esta anécdota he de decir que la película terminó embargada, con muchos problemas, con una distribución muy deficiente... Fue una película abandonada y me temo que Espartaco fue en parte responsable de todo ello... ¿y pensar que durante el rodaje de Ceremonia Sangrienta no lo hubiera cambiado ni por Orson Wells? En fin.

No Profanar el Sueño de los Muertos es una de las películas más reputadas de la historia del cine fantástico español, una película que para el aficionado es perfecta, redonda. Pero me pregunto si usted cambiaría algo de ella.

Realmente no cambiaría nada. Es una película que hice con total libertad. Una historia que me parece divertida... Verás, cuando hice Ceremonia Sangrienta un productor italiano, Edmondo Amati, iba a hacer de co-productor para un proyecto. Me llamó por teléfono muy interesado por que tenía un guión entre manos que le gustaba y me hizo volar a Roma para tratar el tema. Una vez en la capital íbamos en coche de camino a una reunión con el responsable de ese guión. Entonces Amati me preguntó: “¿Le gusta a usted La noche de los muertos vivientes?” Yo le dije que por supuesto y él respondió: “Pues Ceremonia Sangrienta tiene que ser como La noche de los muertos vivientes pero en color.” Yo pensé, bueno, este tío está loco. Cuando más tarde nos entrevistamos con el guionista, efectivamente, este opinaba lo mismo que Amati. En fin, no hice aquella película, más tarde rodé Pena de muerte y aproximadamente dos años después volvió a aprecer Edmondo Amati con el guión debajo del brazo para preguntar: ¿Le sigue gustando La noche de los muertos vivientes?”.

No era el mismo guión, claro.

Era la versión de Sandro Continenza, ya sabes luego lo trabajó Juan Tébar y yo hice algunos retoques. Ese material de partida me permitía hablar de la ciencia y sus límites y, por otro lado, pensé: “Bueno este señor me permite rodar en Gran Bretaña, los interiores en Cinnecità...”. Acepté y me fui a Roma para llevar el material de partida un poco a mi terreno. Me dieron una oficina propia, me pusieron un ayudante de dirección durante tres meses, cosa que no he tenido nunca, un equipo de producción que funcionaba... Vamos, pude hacer lo que yo quise e incluso tuve mi control sobre la música. No, no cambiaría nada.

El rodaje fue perfecto, ¿no?

Perfecto. Tubo algunas historias marginales pero en general fue muy plácido. Recuerdo que Cristina Galbó durante la preparación de la película, tristemente, enviudó. Claro, para Cristina rodar en cementerios era muy duro pero esta circunstancia ayudó a que su interpretación fuera más auténtica. Se esforzó mucho por positivar aquel revés. El reparto era espléndido, Arthur Kennedy, Raymond Lovelock... Raymond era muy joven, buen actor pero algo dubitativo, y ceo que se convenció de su papel gracias al maquillaje, la barba, el traje de cuero... Estas cosa funcionan, hasta un actor del calado de Fernando Rey necesitaba verse transformado antes de meterse en un papel...
Rodaje, montaje, música, sonorización, todo fue sobre ruedas. Quedé muy contento.

Dos consideraciones. Existen dos películas que me interesan de su carrera y de las que seguramente no tiene mucha oportunidad de hablar, son La Punyalada y El tambor del Bruc.

La punyalada fue un encargo. Me llegó un guión en que la historia tomaba aromas de western y eso me disgustó. No me convencía aquel enfoque pero al final la calidad del libro de Marià Vayreda se impuso en mi decisión, era muy bueno, autobiográfico, de una fuerza tremenda. Lo peor de aquel rodaje por eso fue la resistencia sorda de su protagonista.


¿Una huelga de intensidad?

Creo que no daba para más. Efectivamente, no teníamos eso que ahora llaman feeling. Yo soy más intuitivo de lo que parezco y eso puede escapar a la idea mental que tiene el actor de la película en que participa. Por el contrario, en ese mismo rodaje, Christian Vadim si comprendió el mensaje. Me interesa ese mundo de los bandoleros que también retomaría en el el comienzo de El Tambor del Bruc, eran ex-héroes de la independencia. Si recuerdas José Vivó en La Punyalada lleva boina roja, un tocado que lucían los requetés de alto nivel.

Historias que podrían compararse con las de la Guerra de Secesión en Estados Unidos.

Sí, esos héroes del pasado son los bandoleros de La Punyalada. Leí en una ocasión una carta de un general del siglo XIX en que se recomendaba que no se alistara en el ejército a nadie que hubiera luchado en la guerra contra el francés porque eran criminales. Ya soy muy mayor para hacerlo, no se se si llegaría a tiempo, pero fíjate que me gustaría rodar una película sobre el 11 de Setiembre.

Cerraría una trilogía sobre algunos de los momentos más apasionantes de la historia de Cataluña.

Sin duda. En aquella época, especialmente los barceloneses fueron gente abandonada por sus jefes, empezando por los Austrias. Los soldados eran asalariados que desertaron cuando alguien les dejó de pagar. Fue el pueblo, los artesanos, los trabajadores, los que salieron a la calle. Creo que El tambor del Bruc en su día no tuvo éxito por que la gente toma partido en estos episodios históricos y como te comenté al principio de la entrevista a mi me interesan las historias humanas.

Me quedó una pregunta antes de adentrarnos en este fresco histórico. No me resisto a preguntarle sobre el cine fantástico español de la actualidad.

A mí me gustó mucho el enfoque de REC. Su segunda parte no. Creo que Balagueró y Plaza son dos estupendos profesionales y dieron con la tecla adecuada, pero la reiteración no me gusta.

Federico Fellini era buen amigo suyo... Tengo entendido que incluso venía a verle a menudo a Barcelona y se dejaban ver por el Paralelo.

En breve se publicará un libro con las cartas que Fellini me dirigía. Se gestó con el tiempo una gran amistad. Reconozco que al principio yo provoqué el acercamiento por que me seducía el personaje, fue cuando estudiaba cine en Italia. El me ayudó mucho a hacer Noche de verano. Yo le regalé un cartel de toros que él agradeció sobremanera y fui a verle cuando preparaba 8 1/5. El solía llevarme a los estudios a menudo para establecer contactos y ver su hábitat de trabajo y un día una revista de cine vino a hacer un escueto reportaje. A resultas se tomó una foto casual en que Fellini tenía el guión de Noche de verano en sus manos y los dos nos mirábamos. Esa foto casual dio un impulso a la película que nunca pude imaginar. Fellini en aquel momento era poco menos que Dios y esa foto venía a decir: ¡Mirad a este joven director español!

Posteriormente nos encontramos en Madrid, yo estaba de segunda unidad en un filme de Saénz de Heredia y el llamó al estudio para pedirme un favor. Viajaba a Madrid y necesitaba un traductor para una rueda de prensa. Más que un traductor estrictamente, alguien de confianza para hacerse entender. En esa estancia en España del realizador salimos con Luis García Berlanga por el Madrid nocturno y, en fin, se estrechó esa amistad. Luego nos vimos en Barcelona y esa franca amistad duró hasta su muerte.

Déjame comentarte algo, a raíz de ese libro sobre las cartas de Fellini hacia mi persona tuve que escribir un anexo que explicara de manera concisa el sentido de esa amistad. Entonces recordé una anécdota. Cuando Fellini se estaba muriendo yo le escribí una carta diciéndole que no tenía derecho a estar enfermo porque era muy necesario para mucha agente.

(La voz de Jorge Grau se apaga ostensiblemente y se entrecorta por la emoción)

Él nunca contestó a esa carta. Su muerte me pilló en Florencia, en un congreso, y me desplacé rápidamente a Roma. A la entrada de Cinnecità donde estaba su panteón y le rendían un sentido adiós me encontré con su secretaria y tras charlar un rato, desahogarnos más bién, me dijo: “Tengo que contarte una cosa que te gustará. Yo le leí tu última carta, Jorge”. Él ya estaba en el hospital, no podía hablar. “Vio la carta, Jorge -me dijo su secretaria-. La reconoció por el sobre y pidió que se la leyera. Y tras leerla, sonrió.”

Por eso yo digo que la última carta que recibí de Fellini es una sonrisa.


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