publicado el 6 de octubre de 2005
Lluís Rueda | Daniel Calparsoro, director dotado de una cierta sensibilidad para los retratos urbanos, es el firmante de títulos tan destacados como Salto al vacío (1995) o Asfalto (2000). Tras la ambiciosa Guerreros (2002), el director vasco cambia de registro y deja a un lado las efervescentes crónicas generacionales que le han hecho crecer como director para centrarse en terrenos mas propios del fantastique.
Ausentes está escrita por el mismo Calparsoro, el escritor Ray Loriga y el realizador Elio Quiroga, responsable del más que interesante thriller Fotos y, protagonizada por Jordi Mollà y Ariadna Gil, actores de indudable química que han compartido pantalla en dos ocasiones, en la comedia Todo es mentira (1994) de Álvaro Fernández Armero y en el estereotipado drama gay Segunda piel (2000), de Gerardo Vera.
Ausentes traslada a una familia en crisis a una urbanización desierta, a un decorado laberíntico y diurno que busca una concepción del terror reformulada a partir de patrones escénicos asiáticos. Sin embargo, el filme poco tiene en común con la particular concepción narrativa del nuevo cine de entretenimiento japonés, coreano o taiwanés. El nuevo filme de Calparsoro no busca emular la fiebre por el remake, el pseudoremake o el remake del remake hollywoodiense.
Ausentes se aleja de esas prácticas alimenticias para fijar su patrón narrativo y estilístico en referentes algo más clásicos. No es difícil adivinar en las cinéfagas entrañas del filme un guiño a Luz de Gas (Gaslight, 1944) de George Cukor o a Las Diabólicas (Les Diaboliques, 1955) de Henri-Georges Clouzot e incluso algún elemento común con cierto terror metafísico presente en la obra del norteamericano David Lynch. Pero dejando a un lado adhesiones puntuales, cabe señalar que la cinta es esencialmente una desacomplejada reformulación de El resplandor (The Shining, 1980) de Stanley Kubrick. Tanto es así, que Calparsoro no duda en calcar secuencias íntegras, como aquella en la que Jack Torrance, hacha en mano, hace trizas una puerta.
Mollá, actor capaz de lo mejor y de lo peor, incluso dentro de un mismo filme, no es ajeno a esta circunstancia y aprovecha la ocasión para poner en pie una de esas histriónicas interpretaciones que tanto le han perjudicado a lo largo de su carrera. El actor catalán, se convierte pues, en su afán de emular a Jack Nicholson, en un lastre para un filme que, a pesar de sus irregularidades, ofrece instantes cinematográficos francamente meritorios.
Ausentes aporta desenfado, descaro y un cierto aroma a serie B, pero esa aparente sencillez que destila su puesta en escena nunca cae en tics propios de una TV movie, sus recursos son palpables tanto en la dosificación del punto de vista emocional, como en el contumaz manejo de la cámara
Por suerte, el peso narrativo del filme cae en el personaje interpretado por Ariadna Gil, una actriz de eficacia contrastada y sorprendentes recursos interpretativos que en los últimos años no se había prodigado en exceso. Ausentes es un filme de bajo presupuesto que pone sobre la mesa escasos elementos y en eso radica su principal acierto. Su primera hora de metraje nos deja un grato sabor de boca, el inteligente manejo del suspense que propone Calparsoro hace que el espectador obvie la más que evidente previsibilidad del filme y se deje envolver por su mecánica. Ausentes aporta desenfado, descaro y un cierto aroma a serie B, pero esa aparente sencillez que destila su puesta en escena nunca cae en tics propios de una TV movie, sus recursos son palpables tanto en la dosificación del punto de vista emocional, como en el contumaz manejo de la cámara (capaz de planos sibilinos y de raudos travellings circulares siempre con un claro criterio enunciativo).
El filme ofrece un festín de referencias que nos llevan desde Polanski, a Kubrick, desde John Carpenter a Amenábar e incluso de este último a Shyamalan. Habrá quien vea más de lo mismo, no será este humilde espectador el que lo cuestione, pero la gracia en esta ocasión es que nada se disfraza bajo ditirámbicos discursos autorales. Como mínimo hay que agradecer a Calparsoro su capacidad de síntesis y su oficio, que no es poco