boto

estrenos

publicado el 2 de noviembre de 2010

La mirada borrosa

Hace unos tres años, Guillermo del Toro decidió producir un guión más que convencional, escrito por Sergio G. Sánchez, que le presentó un joven y desconocido director, Juan Antonio Bayona. El resultado fue El orfanato, una película que era un compendio del cine de horror con casa encantada (desde Poltergeist hasta Suspense) pasado por la picadora del blockbuster. La película arrasó en las taquillas. Los ojos de Julia repite al dedillo la fórmula que tan bien le salió a Del Toro. Mismo productor, actriz principal (Belen Rueda) y parte del equipo técnico (fotografía y música), además de un espíritu similar: buscar referencias y fórmulas del género, mezclarlas y convertirlas en un batido de fresa digerible y fresquito para el gran público, algo que las grandes productoras de Hollywood llevan haciendo muchos años pero con más gracia, en la mayoría de las ocasiones.

Marta Torres | En este caso los ingredientes son las películas con muchacha ciega perseguida (Sola en la oscuridad, de Terence Young, Terror ciego, de Richard Fleischer), un cierto aire a Hitchcock, y algunos aderezos de la perversidad voyeuristica de El fotógrafo del pánico. Aunque según su director se trataría de un giallo feminista, cosa que parece una contradicción en sí misma y cuesta de creer dado que la película no tiene ni el arrojo ni el descaro formal y moral del giallo. Se queda en los límites justitos y seguros del nuevo estilo pseudo gótico que se ha impuesto últimamente en España y Estados Unidos (romántico, neblinoso y melancólico). [1]

La dirige Guillem Morales, formado en la ESCAC de Barcelona y autor de una gran opera prima, El habitante incierto (2004), una película angustiosa sobre la paranoia y las presencias invisibles, cuya huella aún es visible en los momentos más conseguidos, y también los más genuinos, de Los ojos de Julia (a destacar la admirable creación de espacios, que parecen habitados por presencias malignas y seres que no podemos ver).

La película tiene un inicio sobrecogedor: una mujer ciega, en la oscuridad de su casa, interpela a una presencia invisible antes de suicidarse (o ser asesinada). La escena destaca por su admirable ambigüedad y abre un interrogante que será el verdadero motor de la película: ¿qué ha ocurrido en ese oscuro sótano? En este aspecto la tesis inicial de la película escrita (junto a Oriol Paulo) y dirigida por Morales es parecida al de su anterior filme (las presencias invisibles, los seres que nos vigilan en nuestra propia casa), pero si en El habitante incierto dejaba la incógnita suspendida en el aire, aquí redundará en las soluciones y el peligro imaginado tomará forma.

Al interrogante abierto por la “ambigua” muerte de la mujer, que es también un mecanismo muy propio de Hitchcock (o de Amenábar), intentará responder Julia (Belén Rueda), la hermana de la víctima, con quien comparte además un triste destino: una enfermedad que la dejará ciega tarde o temprano. A partir de este momento empieza una película basada en el mecanismo formal del género (que es como decir que Guillem Morales empieza a usar el piloto automático). La película incluye todo lo que se supone tiene que funcionar en un thriller de miedo: la mujer perseguida, los efectismos, un cierto aire sobrenatural, el engaño, los giros, las tormentas, la oscuridad en una sobreabundancia de efectos y argumentos narrativos que hacen algo indigesto y delirante el batido. La respuesta de Morales al interrogante inicial es una historia convencional hecha a base de cine de género bien picadito. Pura fórmula narrada de forma sofisticada, pero sin apenas nada más. Una lástima. Eso sí, Belen Rueda está impecable.



archivo