publicado el 19 de noviembre de 2010
Blanca Vázquez | Parecía que quién había conjurado a los Oscar, junto a Matt Damon, por su juvenil triunfo en la escritura de guiones se estaba estancando en comedias de hechuras pastelosas o mainstream con olor a populismo, -salvo alguna excepción como State of Play, 2009-. Pero no; Fue en 2007, con el protagonismo de su carismático hermano pequeño Cassey, que el además de actor, guionista, productor y buen jugador de pocker, Ben Affleck, dejó estupefactos a los críticos y al público con la realización de Adiós pequeña, adiós (Gone Baby Gone). Sin destacar especialmente como buen actor, sí lo hace como realizador, desplegando mucho talento, a pesar de contar con una trayectoria corta, a la que se añade esta cinta que estamos presentando, The Town.
!Qué gusto!, otra ración de buen cine enmarcado en lo que podría denominarse ya género Bankrobbery. Affleck parece haberse empapado bien, tanto de las atmósferas del escenario, Boston, la ciudad de los barrios (y del mayor número de habitantes con ascendencia irlandesa), entre los que Charlestown cobija a una ingente cantidad de atracadores, como del buen cine precedente de atracos. Especialmente ha fondeado en las fuentes de Michael Mann, (Heat y Enemigos públicos), así como las de Spike Lee, Inside Man (Plan oculto) e incluso el Nolan de The Dark Night. Magnífico el compás que ha desarrollado entre la acción, de lejos lo mejor de la producción con tres momentos culminantes, (uno de ellos, el atraco al furgón del exterior ocultos bajo máscaras de santas monjitas, resulta extravagante y airoso, dinámico y sugerente, atracción visual al más puro estilo Mann) y la introspección intimista y calma de uno de los muchachos, Doug McRay, cansado de verse atrapado en un sin fin destino de atracador.
El fondo del lienzo, The Town. Ciudad de ladrones, está formado por los grupos mafiosos irlandeses que mantienen el arquetipo familiar a lo Soprano, más alguna coalición (vease la mirada hacia otro lado del policia del barrio), conformado las leyes, respetos debidos y deberes obligados a todo componente de la familia, de la que no hay escapatoria posible. Y eso viene a ocurrirle a Doug, un contenido pero eficaz Ben Affleck, al enamorarse de la directora de uno de los bancos atracados. Enamoramiento al que el personaje está más que predispuesto por su espíritu fatigado del entorno. Como en Heat, la soledad del arquitecto del grupo le conduce a una relación limpia, con alguien fuera del ambiente, y con ella llega la idea del retiro en soleados parajes. Como en Heat, la mujer sabe comunicarse con el buscado mandándole el mensaje de que tiene invitados a la escucha.
Affleck ha sabido, en añadidura, rodearse de grandes actores, entre los que se echa en falta más planos de Chris Cooper, y menos de los más endebles, Jon Hamm (quién parece no saber exorcizar su periodista Mad Men) y Rebecca Hall, a la que hace sombra descaradamente una graciosa Blake Lively. Casting donde también destaca un extraordinario Jeremy Renner, el actor de la oscarizada The Hurt Locket, y Pete Postlethwaite.
No falta, como es de obligado en estos argumentos, una buena persecución de coches, esquivando calles y chocando a diestro y siniestro. Con el respaldo de su buen hacer como realizador y el talento de los actores de los que se rodea, Affleck sabe sortear sus, quizás, lagunas actorales, lo que sostenido con un buen guión sin exceso de explicaciones ni diálogos de relleno, le hubiera venido al pelo un final más oscuro, a lo Nolan. Ha sabido el chico, enfocar la trama hacia la zona de los ladrones, dejando al FBI y la policía local sin brillantez ni matices y con muy mal carisma de cara al espectador que, simplemente, les ha ignorado, consiguiendo que simpatice con el/los sorteadores de la ley.