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publicado el 19 de noviembre de 2009

Sitges 2009: Prevalecen las viejas heridas


Thirst, de Park Chan-wook

Desde Judex tenemos la sensación, cada vez más acusada, de que existe una herida abierta, que no cicatriza, entre su público más fiel: los entusiastas acólitos del fandom, incólumes hacia las nuevas visiones o la ‘autoría’, y los que compartimos con la organización la conveniencia de un equilibrio entre las propuestas cinematográficas innovadoras y la operística festivalera que aportan los nombres consagrados de cada año (véase George A. Romero, Jaume Balagueró, Sinya Tsukamoto, etc…). Sitges parece una trinchera cenagosa que separa dos maneras de entender el Festival, a un lado van las huestes de la Zombie Walk y al otro los que se dejan embriagar por el aplomo de propuestas como ‘Kinatay’ de Brillante Mendoza. Cada año sucede lo mismo, pero esta edición, acaso por que la beligerancia ha llegado a cuotas más ruidosas uno se cuestiona si tiene sentido predicar en el desierto y apostar por una mentalidad más ecléctica respecto al fantástico, máxime cuando este humilde medio siempre ha abogado por hacer trizas las barreras absurdas que delimitan que es fantástico, que es terror, que es ciencia ficción e incluso que es o no gore.

Luis Rueda / Marta Torres | Más que un grupo con afinidades culturales, los fans del género nos estamos convirtiendo en una suerte de tribu urbana tanto o más integrista que los 'emos' que acuden en hordas a ver el último trailer de la saga Crepúsculo. Eso respecto a lo que somos y a lo que podríamos ser, pero más allá del público existe una organización que este año se ha lucido por lo acertado de sus propuestas y se ha deslucido en tanto a la poca consideración con los medios online que intentamos hacer un trabajo exhaustivo e interesante. La acreditación de un único periodista por medio, en ese sentido, es insuficiente… Un error que esperemos se enmiende en el futuro.

Pero vayamos al contenido, a la crónica de lo más fecundo que se vio en las pantallas del Auditori, el Prado y el Retiro de la bella y blanca Subur. A grandes rasgos, este año el festival ha optado por las propuestas de autor, en general radicales, sin concesiones, y con nombres menos habituales en Sitges como Brillante Mendoza, Gaspar Noé o Kathryn Bigelow y clásicos de todos los años como Park Chan-wook o Takashi Miike. También ha destacado este año la cosecha de directores catalanes o españoles emigrados a Hollywood (Hermanos Pastor, Jaume Collet-Serra) con un cine digno pero más convencional. La búsqueda de un cierto realismo en el horror ha sido otra de las constantes de este año, que se ha decantado, salvo excepciones, por alejarse del fantastique y apostar por la ciencia ficción o el horror escatológico, por un lado, o bien por acercarse al fantástico desde una perspectiva verista, histórica o pseudodocumental. Al margen de todo esto, Sitges ha destacado este año por una ingente producción de películas sobre niños terroríficos, con The Children como producción más reseñable a la cabeza.

Propuestas festivaleras: REC 2 y Yatterman


Los malvados villanos de Yatterman

El festival arrancó con unas pulsaciones magníficas y fue un acierto la apuesta por inaugurar con Rec 2, la hiperbólica obra de Jaume Balagueró y Paco Plaza que retoma la historia de su exitosa primera parte un cuarto de hora después de su conclusión. El filme, más delirante en su concepción, multiplica los tiros de cámara de sus realistas incursiones en el horror y saca un partido espléndido a su delirio argumental. Si bien algunas decisiones de guión son poco clarificadoras o excesivamente redundantes el filme se concede enormes dosis de entretenimiento y una mala uva más acentuada que nunca. La fórmula sigue funcionando con una esquematización similar y pese a que los realizadores no nos den pistas al respecto, ¿a alguien le cabe la menor duda de que caerá una tercera parte? Siempre es gratificante ver un filme español de género en los cines de ciudades tan lejanas como Tokio, ¿no creen?

Una de las primeras propuestas sorprendentes que llegó al Auditori fue Yatterman, la puesta al día de un famoso anime japonés por parte del polifacético Takashi Miike. El filme, de un pop irresistible, se enganchó a nuestras retinas inmediatamente. Mechas que hacen el amor, aventureros en busca de calaveras de cristal, superhéroes de juguetería punta y cierto aire a aventura iconoclasta y meteórica hacen de Yatterman una delicia adictiva y descacharrante. Algo más predecible, rauda y lineal nos pareció Infectados, la ópera prima que los hermanos Álex y David Pastor nos trajeron directamente desde Estados Unidos con la estrella Chirs Payne (Star Trek) como protagonista. El filme conjuga una apocalíptica historia de infecciones mortales en un registro modelo ‘road movie’ que deviene interesante durante su primera media hora pero luego se desinfla por su indecisión. Un survival filme que rescata la idea de Abel y Caín en un naufragio de polvo, mascarillas y bidones de gasolina.

Terror infantil

Otro de los privilegiados que nos trajeron su último trabajo (La huérfana), nada menos que de la mano de Warner, fue Jaume-Collet Serra, con el que pudimos charlar apenas cuatro minutos en un instante en que el realizador ya acumulaba una cincuentena de entrevistas. Perdonamos su poco entusiasmo a la hora de defender un filme correcto, depurado diría, que nos explica la historia de una niña adoptada que resulta ser una auténtica psicópata. La cinta ofrece una esquemático pero efectivo tratamiento de thriller psicológico con instantes estimables como el acoso en los columpios o la escena de seducción en el sofá. A pesar de ciertas críticas, entiendo, innecesariamente rudas y ventajistas, hemos de reconocer a Collet-Serra el mérito de hacer funcionar una maquinaria bien engrasada que, al margen de su comercialidad, es cien por cien añeja en su concepción terrorífica.


The Children

añada más espléndida, en concepción, objetivos y resultado final resultó el otro filme sobre niños que cautivó al público por su valentía y riesgo. Hablamos de Tom Shakland y su afortunada visión del caos infantil en The Children. Unas vacaciones en la montaña de tres matrimonios emparentados se convierten en una guerra abierta contra sus propios hijos, infectados por una suerte de rabia muy cronenbergiana. Véase como la respuesta contundente a ¿Quién puede matar un niño? del maestro Chicho Ibañez Serrador. La platea celebró este filme de pequeño presupuesto con un cálido entusiasmo.

No podemos decir lo mismo de la melíflua Grace. Un muy esquematizado filme que juega a la confusión y a la trampa argumental de un modo poco razonable y, en ocasiones, exasperante. Grace tiene sus defensores y hemos de reconocer que conjuga con inteligencia la idea del miedo al embarazo frustrado, pero más allá de explorar con atino ese campo, el resto de su background fantaterrorífico es poco menos que pobre y deslavazado.

Una agradable sorpresa, sin embargo, fue la proyección de Hierro, filme protagonizado por Elena Anaya y dirigido por Gabe Ibáñez. Partiendo del planteamiento de la perdida de un hijo en extrañas circunstancias, el realizador busca un interesante universo formal que funde los elemetos paisajísticos y la deriva emocional de su protagonista, una bióloga marina que sufrirá un auténtico ‘via crucis’ en el marco de una isla hostil, salvaje y bella. Gabe Ibañez juega sus cartas con honestidad y huye de la especulación en una ópera prima que escarba en una particular manera de entender el poder de seducción del paisaje y de nuestros miedos inconscientes. Poética visual y trhiller se aúnan en esta obra para crear un filme de riesgo que sin embargo deviene honesto y francamente estimulante.

Más deliciosa y sorprendente, en todos los sentidos, resultó Countess el extraordinario biopic que sobre la figura de la sanguinaria condesa húngara Bathory ha escrito, dirigido e interpretado July Delphie. El filme, impecable en todas sus parcelas: vestuario, diseño de producción, una espléndida fotografía, resulta, inopinadamente, una puesta al día sagaz del mito que se centra en la figura histórica, en sus cuitas políticas, pero sin dejar de lado los aspectos más truculentos y terroríficos. La idea de una mujer independiente e inteligente que pervive en una época que la releva al ostracismo por temas relacionados con la moral resulta convincente y enormemente eficaz. Countess fue uno de los títulos más sugerentes y estimulantes del festival: un filme que mereció mayor reconocimiento en el balance final.

Cine de autor: Park Chan-Wook, Noé, Kinatay

También celebrada, con todo merecimiento, resultó la última obra del coreano Park Chan-Wook Thirst. Un cáustico, arrebatador y operístico relato que se centra en la figura de un cura cristiano covertido en vampiro a raíz de un peculiar martirio científico en el que se infecta con sangre contaminada haciendo de cobaya para encontrar una vacuna contra una dolorosa enfermedad incurable. La senda del nocturno cura pronto se verá alumbrada por la aparición de una joven aprendiz en una tienda de tejidos con la que compartirá los sinsabores del amor, las técnicas de caza y una pervivencia que se verá truncada como una gran tragedia shakesperiana. Thirst es el reverso inteligente de la saga Crepúsculo y un filme de irresistible originalidad que emociona, divierte y sorprende. A señalar que peca de un excesivo metraje, algo que ocurre en casi todas las obras del coreano. Quienes apostaban por que tras la trilogía de la violencia y I´m a Cyborg la carrera del realizador perdería frescura se equivocaron completamente.


Kinatay

Hasta aquí casi todas las películas de la sección oficial mantuvieron un quórum entre crítica, público y paseantes varios, pero la llegada de un doble cóctel ‘autoral’ rompió la baraja a favor de la polémica. El primer filme que dividió al público fue la durísima, sórdida y excelente Kinatay de Brillante Mendoza. El director filipino nos sorprendió con una crítica al sistema policial absolutamente corrupto de su país, una crónica expuesta como una auténtica bajada a los infiernos en un lapso de 12 horas. La capacidad para mostrar el horror cotidiano y la podredumbre del ser humano que posee Mendoza resulta molesta para gran parte del público, unos espectadores tipo que generalmente no saben medir los tempos de un filme. La capacidad hipnótica del sonido y la reiteración para crear un estado de conciencia alterado son recursos que atragantaron a más de un espectador, víctimas de una suerte de sarpullido iconográfico del que ya hemos comentado algunas sintomatologías. El festival le reconoció, no obstante, su labor con el premio al mejor director. Cabe decir que el fallo fue silbado por parte del público.

Tanto de lo mismo ocurrió con otra obra de sumo interés y sorprendente calado artístico: Enter the Void de Gaspar Noé. En este punto les remito al estudio que del filme a realizado la compañera Marta Torres a fin de aclarar algunos puntos clave del filme. Solo les apuntaré que filmes como Enter de Void, de tanto riesgo y generosidad deberían pasar a la historia del festival como una de esas obras del fantástico que perduran en la memoria colectiva tanto por sus hallazgos cinematográficos como por las vías que explora. Sin riesgo no hay evolución, y el cine de género necesita revolucionarios como Gaspar Noé, Brillante Mendoza, Park Chan-Wook o Richard Kelly. No sufran ustedes, la ración de George A. Romero siempre estará asegurada, a no ser que sus zombis involucionen tanto que acaben convirtiéndose en críticos de cine, sería una tragedia irresistible.

Remitiéndoles al estudio de Marta Torres acerca de Enter the Void, le concedo el testigo de esta crónica a suerte de completarla a dos voces y, esperemos, un criterio afín.

Vuelta al espacio: Pandorum y Moon

La ciencia ficción ha sido el género a recuperar en la presente edición de un festival que este año estaba dedicado a Alien, un filme fundacional de Ridley Scott que cumple ahora treinta años. Por este motivo, su productor, Walter Hill, paseaba su corpachón de cineasta purasangre por los jardines del Hotel donde se celebra el festival. Un señor sensacional, pura historia del cine hecha carne, con el que mantuvimos una fructífera entrevista que podréis leer en breve en Judex. Precisamente a Alien tenía un aire Pandorum, un filme que se presentaba en la sección oficial Panorama y por tanto no iba a concurso, pero que conviene reseñar porque ha sido una de las cintas más esperadas del año por los amantes del terror espacial. Dirigida por Christian Alvart, director alemán de Anticuerpos y Expediente 39, Pandorum es una cinta con un buen clima y un buen diseño de producción que naufraga por querer ser tres películas diferentes a la vez: un filme sobre la soledad espacial con aires de thriller, una película de supervivencia en el espacio y un filme de acción al uso con chica de buen ver incluida. En todo caso, aquí tenéis una entrevista con el director y una crítica más extensa por si queréis profundizar en el asunto.

De otra guisa es Moon, el filme dirigido por Duncan Jones y protagonizado por Sam Rockwell que enamoró a crítica y público hasta el extremo de llevarse el premio a Mejor película, Mejor actor y Mejor guión. Moon es un filme sencillo y muy bien hecho, redondito y bien acabado que no cambiará la historia del género pero que es capaz de conmover e inquietar gracias a una atmósfera hiperrealista y poética al mismo tiempo, un tempo perfecto y una banda sonora extraordinaria de Clint Mansell. El director, Duncan Jones, no tiene reparos en explicar que su modelo estético y argumental son las películas de ciencia ficción de los años setenta: “La ciencia ficción del mono azul” que retrata a obreros trabajando en el espacio (Atmósfera cero) y pone el acento en la psicología del astronauta enfrentado a un entorno durísimo, solitario y desolador (Naves misteriosas). La película también apunta algunos momentos subjetivos, bellos y fantasmagóricos que remiten a filmes tan sugerentes como Solaris. No obstante, Moon es demasiado deudora de sus referentes para ser original, se diría sacada de otra época, si bien ha resultado ser el pasaporte a la fama del hijo de David Bowie, un treintañero afable y tímido que se paseaba por Sitges feliz de dejar atrás la sombra de su padre. Y sí, se parecen. Aquí tenéis la crítica y una entrevista con el director y el actor principal del filme.

Cerca de la órbita de la ciencia ficción, aunque con un aire más cercano al David Cronenberg de La mosca, se encuentra otra de las propuestas interesantes de este año: Splice de Vincenzo Natali. El director de Cube nos sumerge entre probetas para contarnos el caso de una criatura medio humana y medio animal: un monstruo de feria peligrosamente atractivo nacido de los sentimientos de culpa y las ansias de poder de una pareja de científicos. Manipulación genética, sexo y muerte para una bomba de relojería que explora las raíces más profundas de las relaciones familiares, la maternidad y la animalidad del hombre. Un guiño afortunado a Cronenberg y a la nueva carne puesta al día por obra y gracia de la genética. Todo un acierto de Natali que presenta un filme valiente y rico en sutilidades e interpretaciones.

Fantasmas en el dormitorio

Otra de las apuestas del festival de este año, convenientemente publicitada en programas como "Cuarto milenio" de Iker Jiménez, es Paranormal Activity, una película grabada como un caso real de actividad paranormal en la línea estética y formal de La bruja de Blair o de un video doméstico subido a la red por Youtube. La película, extremadamente barata, ha recaudado por ahora unos 100 millones de dólares en la taquilla de Estados Unidos y se espera que haga otro tanto en el resto del mundo (en España se estrena el 27 de noviembre). Una pareja norteamericana graba su actividad cotidiana para documentar una serie de hechos paranormales que ocurren en su casa (ruidos, puertas que se cierran). Esta es la premisa argumental de la que parte Paranormal activity, un filme a mi entender aburrido que dedica buena parte de su metraje a escenas sin interés y situaciones reiterativas de las que se salvan apenas un par de escenas. La película parte de un guión muy sencillo que conocerán bien los seguidores de los programas de misterio y que se basa en el crescendo dramático que ya aprovecharon películas como Poltergeist o El ente. Al principio las situaciones paranormales son controlables e inocentes, y hasta divertidas para quien las padece, para ir poco a poco subiendo en tono, peligrosidad y violencia. El problema que plantea es fruto de la propia naturaleza, extremadamente realista, de la película que no puede mostrar nada más allá de puertas que se cierran o ruidos varios para mantener el verismo y al hecho de que el formato empieza a mostrar sus costuras y ya no parece tan “realista y verdadero” como en tiempos de La Bruja de Blair. Interesante solamente para los muy miedosos y los muy crédulos pero claramente superado por el grueso del público típico de Sitges, que no entendió la broma melodramática del director del festival, Angel Sala, que afirmó antes de la proyección que la organización no se hacía responsable del pánico que podría generar la película. A pesar de todo un caso de estudio interesante que hemos querido tratar.


The hurt Locker

En la misma línea de cine “verista” y casi documental, aunque en esta ocasión sin trampas ni costuras a la vista, se encuentra The Hurt Locker, de la directora Kathryn Bigelow, una película que retrata sin concesiones el día a día de un grupo de artificieros en Irak. Desoladora como un western crepuscular y violenta como el peor de los filmes bélicos, The Hurt Locker nos muestra el terror larvado e indirecto de una zona ocupada donde todo el mundo es visto y puede ser un potencial enemigo. La directora visitó uno de los territorios más peligrosos del planeta para documentar un filme extraordinariamente potente y, lo mejor, sin partidismos patrioteros ni justificaciones vacías. Solamente muerte y locura. El filme, que se presentó el año pasado en Venecia y cosechó una ovación de 10 minutos, sólo ha podido verse en nuestro país en festivales y, por ahora, no tiene fecha de estreno en España.

Un lujo animado


Summer wars

Dentro de la sección oficial también se proyectó Summer Wars, un filme de animación de Mamoru Hosada, considerado en Japón como uno de los posibles sucesores de Miyazaki y conocido en Sitges por The Girl Who Leapt Through Time (Toki wo kakeru Shojo), ganadora de la sección anime de la edición 2006. Summer Wars es un filme ambicioso que tiene la capacidad de casar el Japón más tecnológico con el país más tradicional, respetuoso con los valores familiares. La acción transcurre en dos universos paralelos: Oz, un mundo virtual que supera de largo las redes sociales actuales, y el mundo real representado en una gran casa de campo donde se ha reunido toda una familia para celebrar el cumpleaños de la matriarca del clan. Espectacular y detallista, ambiciosa e íntima. Summer Wars sabe mantener el equilibrio entre el Miyazaki más humano y la animación más inventiva. Visualmente brillante.

He dejado para el final el capítulo de las decepciones. Películas en principio interesantes, algunas sonaban como ganadoras del festival, pero que resultaron estar muy lejos de las expectativas que crearon. Es el caso de Les derniers jours du monde, de los franceses Jean-Marie y Arnaud Larrieu, un filme fuera de época que parece añorar el peor cine de autor de los setenta, el más intelectualizado y pedante, y que por razones que se me escapan ha conseguido el premio a la mejor película que otorga el jurado joven. En la película, un hombre algo desorientado, recorre Francia y España para encontrar a una mujer con la que mantuvo hace años un tórrido romance. Pesadez, poca carne y buena fotografía. En el mismo barco navega Dogtooth (Kynodontas), del griego Yorgos Lanthimos, una película que sonó como favorita durante un día y medio y que narra con extrema minuciosidad los juegos mínimos, extraños y aburridos de una familia aislada del mundo por propia voluntad. Ingrid, del director catalán Eduard Cortés, se encuentra en el mismo grupo de películas fallidas. En este caso se trata de un producto hecho al gusto de la Barcelona más moderna y autocomplaciente. Sado soft, porno soft y terror descafeinado ¡Pero que cools que somos, oiga! Eduard Farello lo hace bien, pero que solo está entre tanta pija de barrio.

La última decepción tiene como protagonista a un caballero inglés con un gusto insano por lo morboso. Dorian Gray, de Oliver Parker, recupera por enésima vez para el celuloide la historia escrita por Oscar Wilde. El resultado es frívolo e insustancial, como los supuestos e inocentes pecados para todos los públicos que comete Dorian y apenas se salvan un par de instantes conseguidos: sobretodo el rechazo que provoca Dorian en sus aviejados amigos cuando regresa, joven y apuesto, de un retiro de años en el extranjero. Pero lo peor es el actor protagonista: hermoso como una jovencita y soso hasta decir basta, un producto diseñado por y para adolescentes sin malicia. Y es que tal y como Walter Hill – el productor de Alien- lamentaba amargamente en la entrevista que le hicimos, ya no quedan actores como los de antes, “hombres de verdad, como Charles Bronson y Lee Marvin".


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