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publicado el 10 de diciembre de 2010

Marcianadas en serie B, o casi...

Lluís Rueda | Skyline, último filme dirigido por los hermanos Colin y Greg Strause (Alien vs Predator 2) es uno de esos productos de marcada condición Serie B, tanto en espíritu como en hechuras, que uno recuerda más vituperado, insultado y vapuleado inmisericordemente por crítica y fandom (no en vano levantó expectativas en el pasado Comic-Con de San Francisco). Y no es que uno se vaya a alinear a la contra, pero si cabe matizar que desde una posición un tanto oxigenada y analizando el producto desde una perspectiva sci-fi un tanto ortodoxa a uno se le ocurren algunas lecturas positivas para una cinta que, desde luego, se escuda en un pésimo guión y fluctúa las más de las veces por un territorio incierto, tanto en lo actoral como en lo puramente mecánico en tanto al buen orden y al mínimo esquema narrativo que todo filme de alborotada posología 'catastrófica' debe lucir o insinuar.

Lo primero que observamos en Skyline es la reducción hawksiana de la narración coral (estamos ante un pequeño grupo de supervivientes) y un intento por aproximar su pelaje de blockbuster a postulados más indies, véase el film Monstruoso (Cloverfield, 2008) de Matt Reeves. Para ello la historia arranca con un forzadísimo y puramente esteta flash forward que nos sitúa un ataque nocturno a Los Ángeles por parte de unas naves nodrizas que atraen a los humanos hacia una potente luz. La premisa, en ese sentido, se sostiene en la tradición ufológica y, bien mirado, es un aspecto no demasiado recurrente en el cine de estas características, por tanto un acierto parcial. En la órbita del tratamiento coral reducido a unos personajes impresentables, romos y vacíos, es cuando las alarmas se aceleran y el filme comienza a licuarse a si mismo de una manera ordinaria y marcadamente trash. Con un grupo de supervivientes atrapados en un edificio, liderado por la pareja interpretada por Eric Balfour (24, A dos metros bajo tierra) y Scottie Thompson (Trauma), hallamos los mejores instantes de la cinta. aquellos que muestran el recorrido que lleva al grupo protagonista a una huida desesperada en coche. Para ello, tendrán que acceder a un siniestro párking subterráneo en el que la acción desplegada muestra algunos de los instantes más celebrados del filme: concretamente el del primer ataque visceral del extraterrestre come-cerebros (bastante gore y convincente) y, más tarde, la salida del vehículo con 'piquete de faros' (muy Samashdown) incluido por parte de otro alien un tanto más corpulento. En esa línea de aciertos también cabe incluir la secuencia en que los personajes atrapados en el edifico observan la batalla militar contra la invisión extraterrestre a través de un telescopio para voayeurs (un apunte muy hitchcocktiano). Pero más allá de esos elementos aislados todo lo que acontece en el filme es harto reiterativo y su discurso se enmaraña hasta el punto de causar una profunda depresión atmosférica que casi llega a inquietar por apocalíptica y vacía. Del resto más vale no hablar, pues el desenlace del filme es tan conjeturable, abstracto, surrealista y pseudo-naif que debemos dejarlo macerar en la memoria para enjuiciar si estamos ante un fresco genial o un despropósito de los que hacen época.

Dicho esto, y en positivo es bueno mencionar el excelente trabajo en la parcela de diseño de producción, dónde a mi juicio los efectos especiales lucen convincentes y el diseño de la marcianada es como poco estimulante (en ese campo poco podemos recriminar a los hermanos Strause). Desde luego Skyline está lejos de ser un filme correcto en la parcela puramente cinematográfica, pero entiendo que en su conjunto anárquico y desprejuiciado provoca cierta simpatía que le distancia de nimiedades como Independence Day. Con más aromas al espíritu de Paul W. S. Anderson (Resident Evil, Alien vs Predator) de lo que parece a priori, Skyline puede analizarse como un subproducto en la tradición de ciertas películas sci-fi de la década de 1950 que todos entronizamos pero que en muchas ocasiones no resisten un análisis mínimamente juicioso. A raiz de este debate uno suele recordar la polémica que suscitó en su día el estreno de la rarísima y desasistida película de M. Night Syamalan, El incidente (The Happening, 2008), otra cinta apocalíptica de perfil bajo pero eso sí, prestancias mucho más acordes al buen gusto y al clasicismo. Pero conviene citarla para marcar un rasero estético que a menudo se nos escapa a una generación demasiado condicinada por el barroquismo extremo al que sometemos día a día nuestras retinas.

Mucho me temo que siendo Skyline una película sobre invasiones extraterrestres fallida (no aguantaría ni un asalto con Distrito 9, por ejemplo), seguro que provoca entre los que la critican menos urticaria que la pieza indendiente sci-fi Monsters (Id., 2010) de Gareth Edwards, por cierto, recién galardonada en los Premios de Cine Independiente Británico (BIFA).

Creo que estando todos de acuerdo en que Skyline es un filme fallido y mecánicamente defectuoso, aunque tampoco ha ayudado a la hora de relativizar su alcance el hecho de que los hermanos Strauser sean los directores de Alien vs Predator 2, producto en la tradición de las mash monsters directamente catalogado de bodrio nauseabudo. Bien, quizá Skyline sea recordada por su ridícula secuencia de la embarazada y el cigarrillo apagado precipitadamente, pero hasta eso, según se analice, puese ser más terrorífico que un alien cabreado...


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