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publicado el 19 de enero de 2011

Marta Torres | SE DICE QUE LA MARCA DE FÁBRICA de la llamada Generación X es precisamente su ausencia, la falta de un trauma generacional que despeje la incógnita y le dé sentido. No obstante, y según mi juicio, esta idea procede de una visión elitista de lo que debe ser un hecho histórico o una cultura propia. Los que ahora rondan los 30 años vivieron su infancia y su adolescencia en plena explosión de la cultura popular de masas. En lugar de grandes hechos históricos, esta generación recuerda anuncios televisivos, series, colecciones de cromos o películas de serie B en programaciones dobles de cine de barrio.

Este grupo humano explica la realidad (y se explica a sí misma) empleando referentes catódicos, expresiones de cine popular o citas filosóficas entresacadas de las viñetas de un cómic (sólo hay que mirar ciertos grupos de Facebook formados por individuos de esta franja de edad para hacerse una idea). No es extraño, entonces, que Marc Pastor, el autor de la novela y treinteañero de pro, haya optado por poner al día un clásico del cine pulp del horror y la ciencia ficción, La invasión de los ultracuerpos (The invasion of the Body Snatchers, 1956), para dar forma a un miedo contemporáneo, especialmente punzante entre los que ahora rondan o sobrepasan la treintena, la pérdida de la identidad y todas sus terroríficas variantes: a) la entrada en el mundo adulto y b) la lobotomía colectiva de la cultura de masas, contra la que sólo vale convertirse en un freak inadaptado.

La invasión de los ultracuerpos ya trataba este tema, aunque mezclado con el miedo patológico al comunismo que experimentó Estados Unidos en la década de 1950. La manera deliciosamente pulp de mostrar esta debacle íntima es la de una invasión alienígena que sustituye a los seres humanos por copias. La operación tiene lugar en el interior de una vaina de origen espacial y naturaleza vegetal: una especie ciega sin alma ni cerebro que crea clones espantosamente desprovistos de personalidad o inteligencia. [1]

La palabra clave en este asunto es COPIA, resumen de todo lo bueno y lo malo que ha creado la sociedad de masas, la producción de masas y los medios de comunicación de masas. La idea es llevada al límite en la Invasión de los ultracuerpos, con seres humanos sustituidos por copias ciegas creadas por plantas sin voluntad. Cuando se filmó la primera película, este tipo de sociedad estaba en pleno apogeo, fuera por ideología o por la necesidad de alentar el consumismo, los hombres eran considerados como grandes masas a quienes adoctrinar o vender cosas. El año de la plaga está edificada sobre paranoias más contemporáneas como las teorías conspirativas, la gripe A, la manipulación mediática, el complejo de Peter Pan, la cultura popular e incluso el orgullo freak (entendido como el discurso del inadaptado frente al mundo). En los márgenes, el autor maneja con acierto referencias como La cosa (John Carpenter). A esto, se añade un escenario concreto y reconocible: la Barcelona actual, con sus barrios obreros y sus personajes característicos: el Jonathan de extrarradio, el progresista de salón, los jóvenes universitarios y los treinteañeros inadaptados.

El protagonista de El año de la plaga, un eterno adolescente que ya ha sobrepasado la treintena, se ve abocado a dos catástrofes vitales simultáneas que le colocan de golpe a las puertas del mundo adulto: la pérdida de la pareja (el eterno mito del adolescente) y la pérdida de la propia identidad, que Pastor reconvierte, con buen tino, en una expulsión del seno de la sociedad, junto a otros marginados como los niños, los viejos y los enfermos. La novela narra el recorrido del protagonista desde la normalidad ligeramente freak a la marginalidad con el acierto de una buena novela de terror gracias a su tono sombrío y a un humor negrísimo que va espesándose a medida que avanza la historia. A este efecto contribuye la elección –cómica, casi ridícula- del eucalipto como planta invasora, el uso de los conflictos laborales y de pareja, la devoción que siente el protagonista por todo lo que huela a cultura popular y de ciencia ficción, y la manipulación casi obscena que hace la televisión de la silenciosa invasión vegetal. No en vano, el mayor acierto de la novela es mostrarnos lo inquietante que puede ser el terror travestido de normalidad.

  • [1]. Otras invasiones vegetales: El día de los trífidos y, más recientemente, El incidente de Shyamalan.


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