publicado el 9 de agosto de 2011
Marta Torres | El Capitán América es uno de los superhéroes más desubicados del universo Marvel, sólo superado en este aspecto por el rubio Thor en su lejana Asgard. Fue creado en 1941 por dos jóvenes historietistas, Joel Simon y Jack Kirbi, en un contexto político muy determinado, la II Guerra Mundial en pleno auge del nazismo. Fue entonces, justo cuando Estados Unidos se debatía entre la intervención o el pasotismo, cuando apareció en los quioscos la primera portada del cómic donde el héroe de las barras y estrellas le partía, literalmente, los morros a Hitler; cosa nada extraña si sabemos que Kirbi era judío norteamericano y tenía muy claros sus intereses. Cuando Estados Unidos entró en guerra, cosa que sucedió meses después, el Capitán fue usado hábilmente como arma propagandística. Sus tebeos ensalzaban el espíritu norteamericano a la vez que minaban la moral de los defensores de la doctrina Monroe y su "América para los americanos", firmes opositores a que Estados Unidos se inmiscuyera en sucios asuntos europeos. Terminado el conflicto y tras un infructuoso intento de hacerle pervivir matando comunistas, nuestro héroe se puso a dormir el sueño de los justos hasta que el bueno e "izquierdoso" de Stan Lee le resucitó, allá por los años setenta, y cambió el nazismo por las injusticias sociales.
De manera que el capitán (Steve Rogers para los amigos) es un personaje desubicado y, además, ambiguo. Valedor de los ideales de la mayor potencia mundial de la época y muy apetitoso para la moral conservadora del país. Sin embargo, Stan Lee lo ha mantenido alejado de veleidades a lo Tea Party haciéndole luchar, por ejemplo, por los derechos de las minorías raciales de su país. A pesar de ello, se desprendía un rancio tufillo de sus mallas coloreadas, al menos para los lectores de fuera de sus fronteras. La traslación al cine parecía difícil e igualmente ambigua… y no obstante, la solución estaba ahí delante.
La adaptación que ha hecho esta vez Marvel difiere en parte de la del resto de su saga de superhéroes. Haciendo valer el subtítulo de ‘El primer vengador’ que acompaña a la película, la ficción se remonta con buen tino a 1941, una época más creíble para héroes inocentes y, a la manera de la saga Indiana Jones, se pone a jugar con elementos folletinescos como la recreación histórica, las hazañas bélicas y los nazis malvados con largos abrigos de cuero. Con gran acierto, los guionistas, (hay que citar a Christopher Markus y Stephen McFeely) decidieron introducir en la película elementos reales como el uso propagandístico que sufrieron los tebeos del Capitán América reconvirtiéndolo en una escena antológica, una burla directa al patriotismo infantil que podría encarnar el héroe en sus inicios. Además, el filme va un paso más allá en la sopa de referencias cruzadas en que se han convertido las adaptaciones Marvel, y da un papel al padre de Toni Stark (Iron Man), en sazón proveedor del ejército norteamericano.
La película es desprejuiciada, entretenida y con un parecido más que casual con los filmes de aventuras del sello de Lucas y Spielberg; su director, Joe Johnston, trabajó para los dos y dirigió Parque Jurásico 3 con Spielberg de productor. Las coincidencias no son pocas: el filme emplea frecuentes toques de humor, juega a enfatizar elementos iconográficos (en lugar de un látigo y un sombrero, ¡un escudo de hojalata!) y consigue dar algo de vida a uno de los personajes a priori más difíciles para el público no estadounidense, encarnado en este caso por un correcto Chris Evans, un joven valeroso y bajito que se convierte, gracias a un poderoso suero, en un super soldado. En el extremo opuesto nos encontramos a su archienemigo, un personaje enfatizado y extravagante, hormonado con el mismo suero, que pasa con nota gracias a la actuación de Hugo Weaving (el malísimo agente Smith de Matrix) y que interpreta en la película, precisamente, a un tal Johann Schmidt (Red Skull). En la nómina de los ilustres también podemos encontrar a Tommy Lee Jones en el papel de coronel cascarrabias y a un genial Stanley Tucci como inventor del suero, además de Toby Jones como científico nazi.
Nazis, héroes de guerra, chupas de aviador y mucha inocencia impostada para recrear a un héroe de folletín, demasiado cándido para no ser visto sin nostalgia… y en definitiva, una piedra más en el trabajado edificio que está haciendo Marvel de todos sus personajes y que ha de culminar el año que viene con Los vengadores.