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publicado el 2 de noviembre de 2011

Emociones con número de serie

Lluís Rueda | Una de las frases que uno oye constantemente al salir de la proyección de Eva (2011), del debutante Kike Maíllo, es "este filme tiene una factura impecable" al lo que rápidamente se le une la coletilla "no parece una película catalana". El filme nos sitúa en el año 2041 y construye una fábula futurista cuyo punto de partida es el regreso a su pueblo natal de un joven ingeniero, Álex (Daniel Brühl), circunstancia que le hará encontrarse con un antiguo amor, Lana, en una relación estable con su hermano (otro aventajado ingeniero). Pero el objeto de seducción en este caso será la hija de ambos, Eva (Claudia Vega), elemento inspirador para la creación de una niño robot único al que Álex debe insuflar una conducta y unas emociones singulares.

La cinta suscitó una impresión inmejorable en festivales como Venecia o en el pasado Sitges Festival 2011. Ciertamente, Eva, es un filme que ofrece ciertos elementos formales sobresalientes y sorprendentes tratándose de una producción catalana, y es que la obra de Maíllo está concebida como el enésimo intento de crear un convincente producto fantástico con la suficiente densidad atmosférica como para considerarla una película a años luz de ciertas producciones con hechuras de tv movie (más de las que debieran atendiendo a sus presupuestos). Eva es un melodrama de singular elegancia en el que el concepto de la inteligencia artificial sirve como acicate para incidir en la vulnerabilidad emocional de los humanos y en el que casi todos los elementos funcionan a la perfección: desde el guión (impecable libreto de Sergi Belbel, Cristina Clemente, Martí Roca y Aintza Sera), los actores (especialmente Daniel Brül y la niña Claudia Vega), la capaz dirección de Maíllo y, paralelamente, un trabajo de postproducción y de efectos especiales de los que quitan el hipo.

Si bien la plasmación del particular triángulo amoroso que conforman el ingeniero especialista en crear criaturas artificiales, Álex, su hermano David (Aberto Anman) y una afianzada Marta Etura en el papel de Lana pueden caer en lugares comunes, también es cierto que debe concebirse como el punto de partida de un relato que se entrega por completo a la conjetura argumental y que juega con la intuición del espectador avezado de un modo singular e inédito en el cine de ciencia ficción, escaso cabe decir, visto en España. Es tan pírrica la producción de ciencia ficción en nuestro territorio que, si me permiten, utilizaré el desdibujado término fantástico, tan aborrecido por algunos, por cierto. También sería opinable y para muchos punible la obcecada frialdad del filme, desde sus parámetros meteorológicos (rodada en Suiza y en el Pirineo Aragonés), hasta la certera manera en que Maíllo se acerca a unos protagonistas que siendo extrañamente jóvenes parecen arrastrar más de mil años en sus conciencias; pero ese, entiendo, es un enfoque gratamente acertado, más si entendemos que Eva nos plantea la relación que sostienen los humanos entre si bajo la atenta mirada de seres indelebles que, de tan puro sofisticados (los robots y sintéticos), no cesan de recordarnos lo imperfectos, débiles y erráticos que somos. Volviendo a esa supuesta frialdad del filme, parece que rápido hemos recapitulado sobre obras incontestables como Gattaca (Andrew Niccol 1997) o A.I. Inteligencia Artificial (Steven Spielberg, 2001), esta última, odisea ejemplar, extrañamente recatada pese a que algunos tosan lo contrario y miren para otro lado en su magnífica resolución casi espiral. En todo caso, obras en las que Eva se mira sin remilgos y a las que homenajea mediante detalles esforzados y un acabado tenaz en el que el mundo futuro resulta sorprendentemente creíble y posible. A destacar el magnífico trabajo de Brül en lo que concierne a su ambigüa relación con la niña Eva, relación en los márgenes que en ciertos momentos amparada en el gélido decorado, podría remitirnos a aquella de Timothy Hutton y una joven Natalie Portman en Beatiful Girls (Ted Demme, 1996). A destacar, sin que el orden lo desmerezca, el papel de Lluís Homar encarnado a un mayordomo-robot, todo un tour de force actoral para configurar un personaje secundario entrañable que sin duda nos recordará mucho a aquel de Robin Williams para El hombre bicentenario (Chris Columbus, 1992), película basada en un famoso relato de Isaac Asimov. Eva, es un filme de ciencia ficción sin fisuras, respetuoso con su condición fantastique y de una honestidad grata.

    Película: Eva. Dirección: Kike Maíllo. Países: España y Francia. Año: 2011. Duración: 94 min. Género: Ciencia-ficción, drama. Interpretación: Daniel Brühl (Álex), Claudia Vega (Eva), Marta Etura (Lana), Alberto Ammann (David), Lluís Homar. Guion: Sergi Belbel, Cristina Clemente, Martí Roca y Aintza Serra. Producción ejecutiva: Sergi Casamitjana, Aintza Serra y Lita Roig. Fotografía: Arnau Valls Colomer. Montaje: Elena Ruiz. Diseño de producción: Laia Colet. Vestuario: María Gil. Distribuidora: Paramount Pictures Spain. Estreno en España: 28 Octubre 2011


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