publicado el 16 de abril de 2012
Las leyendas que nos hablan de cráneos malditos que atraen la mala suerte y la desgracia se remontan al principio de los tiempos, pero esos relatos han tenido una especial relevancia en la Gran Bretaña desde la época de las tribus celtas para los que la testa humana era un trofeo de guerra y un fetiche en el que, en cierta manera, pervivía el enemigo abatido. Los cráneos malditos, a menudo, son asociados a terribles catástrofes meteorológicas, fenómenos polstergueist y toda serie de tormentos existenciales y físicos. Pero, si tras las tormentas asociadas al cráneo se esconde una vieja leyenda de un esclavo africano que maldijo a sus captores al no ser enterrado en su continente natal, en los fenómenos paranormales las ramificaciones pueden ser múltiples e inciertas. Lo cierto es que la cadavérica testa puede traer la desgracia, anunciar una aparición espectral o atraer otro tipo de fatalidades en tanto es movida del lugar en el que reposa, acto que se ve complementado con un gemido espectral o grito de ultratumba.
Lluís Rueda | En el libro 'El retorno de los brujos' (1960) Louis Pauwels y Jacques Bergier se hacían eco de una reflexión planteada por Charles Fort, un experto en leyendas curiosas y folclore asociado a la muerte: “En este instante tengo un ejemplar de mariposa particularmente ruidosa: una esfinge de calavera. Chilla como un ratón y el sonido me parece vocal. Se dice que la mariposa Kalima, semejante a una hoja muerta, imita a las hojas muertas. Pero, ¿la esfinge de calavera imita acaso a las osamentas?”. Fort hablaba de la Acherontia atropos, una especie de mariposa nocturna que presenta en el dorso del tórax un dibujo que se asemeja a una calavera humana y que se hizo popular gracias a El silencio de los corderos (The Silence of the lambs, Jonathan Demme, 1981). Cito este fragmento por que uno de los recursos dramáticos más curiosos del filme que trataremos a continuación, The Screaming Skull (1958) de Alex Nicol, es el de trazar paralelismos entre el desconcertante y reiterativo grito de unos pavos reales, animales que en el psicoanálisis se asocian a las falsas apariencias y a la ausencia de honor asociándolos a la simbólica presencia de un cráneo en una casa con pasado funesto, un ardid para nada efectista y que resulta extraordinariamente original. Lo cierto es que estas leyendas sobre cráneos malditos son el punto de partida de esta cinta de fantasmas que dispone elementos sobresalientes en lo formal pese a ciertas carencias, íntimamente relacionadas con un presupuesto pírrico; cabe citar que esta es una producción muy barata de A. I. P., la mítica productora norteamericana dirigida por Roger Corman. El filme, inspirado en el relato de culto 'The Screaming Skull' del libro de historias de fantasmas 'Wandering Ghosts' (1911) del británico F. Marion Crawford, plantea la historia de una mujer, Jenni, que se instala en una vieja mansión tras casarse con Eric, hombre en apariencia afable que guarda en su interior el trauma de la muerte de Marion, su primera mujer fallecida en extrañas circunstancias en la misma finca. Cuando Jenni empieza a oír ruidos inexplicables, golpes e irritantes gritos de pavos reales, las claveras empiezan a aparecer en sitios recónditos de la mansión atormentándola sin piedad. El realizador, Alex Nicol, subraya con delicadeza el perfil inestable de la joven protagonista apuntando una enfermedad mental de la que se ha restablecido a la vez que hace hincapié en la presencia de un misterioso retrato de la fallecida Marion que especta toda la función. Es este un detalle que nos remite tanto a los filmes que el tandem Roger Corman / Richard Matheson dedicaron a la obra de Edgar Allan Poe, cintas primas hermanas y similares en su formulación a otros clásicos del suspense gótico del italiano Mario Bava como, por poner un ejemplo por todos conocido, La máscara del demonio (La maschera del demonio / Black Sunday, 1960). Dicho esto, cabe señalar que el filme de Nicol se sacude todo sesgo de barroquismo tanto en su concepción del diseño de producción como en la parcela narrativa que de tan austera parece que obedece a un versión corregida de la algún pretérito filme menor como La casa encantada (Gosth on the Loose, 1943) de William Beaudine.
A la manera, como no podía ser de otro modo, de Luz de gas (Gas Light, 1944) de George Cukor, sabemos desde prácticamente el primer tercio del filme que Eric es el causante del tormento de Jenni y que sus actos se corresponden con un asunto de dinero, pero en el transcurso de la cinta esto importa relativamente poco y si es mucho más interesante como el elemento fantástico, magnífico en su planteamiento estético, va relegando toda explicación racional hasta eliminarla del relato.
Dejando al margen una escena publicitaria, muy perniciosa, que la productora impone al inicio del filme, aquella en la que vemos un ataúd en el que hay un cartel que indica “Reserved for you” (Reservado para usted), el filme arranca poderosamente con un sugerente primer plano de una rana sobre las hojas marchitas de un estanque, el animal desaparece de la pantalla y una calavera surge de las aguas estancadas. Un principio sugestivo y muy metafórico tras el que Alex Nicol nos sitúa directamente en la mansión, con Eric i Jenni recién casados saludando a un vecino reverendo y haciendo entrar en escena al jardinero retrasado (interpretado por el propio A. Nicol) que también dará su juego como presunto alentador de los tormentos a los que será sometida la inocente Jenni. Un aspecto interesante del filme es que Nicol rueda su filme en una casa prácticamente sin mobiliario y pintada de blanco, una medida relacionada con la falta de presupuesto pero que aplicando aquello de 'de la necesitad virtud' acaba por potenciar un trabajo de iluminación de Floyd Crosby (1899-1985)en el que las sombras son otro elemento amenazador que alimenta la naturaleza expresionista del filme. Cabe señalar, y es un matiz importante, que F. Crosby sería después el director de fotografía de películas como La caída de la casa Usher (The Fall of the House of Usher, 1960), El péndulo y la muerte (Pit and the Pendulum, 1961) o El Cuervo (The Raven, 1963), todas de Roger Corman y también de la magnífica La comedia de los horrores (The Comedy of Terrors, 1963) de Jacques Torneaur, entre otras joyas de la A. I. P., pero más importante sería su debut, unas décadas antes, como encargado de la fotografía de Tabu (Tabu: A Story of the South Seas, 1931) de F.W. Murnau.
En paralelo a la magnífica aportación de Floyd cabe incidir en que el trabajo del realizador / actor Alex Nicol tras la cámara es intermitente brillante habida cuenta su escasa experiencia; sorprende con magistrales picados a través de los barrotes de una escalera o inquietantes secuencias de transición como la que arranca con un travelling a través del porche de la casa a media noche, digna del más inspirado J. Tourneur, amén de su manera de gestionar instantes de horror como la escena en que Jenni halla por sorpresa una calavera en un armario y, tras concentrar su horrorizada mirada en un viejo cuadro de Marion, acaba siendo atacada por una extraña presencia que le araña la mano, todo ello servido en apenas cuatro planos. Si bien el guión adaptado de John Kneubuhl es endeble y sus diálogos excesivamente exclamativos / artificiales, es en su puesta en escena donde el filme merece una defensa más allá de su naturaleza menor. Alex Nicol fue un actor de reparto que apareció en algún film estimable como el western El hombre de Laramie (The Man from Laramie, 1955) de Antonhy Mann y especialmente en series televisivas como The Wild Wild West (1967), Tarzan (1966) y Daniel Boone (1966), el resto de su carrera osciló entre su pasión por el teatro, el musical y puntuales intervenciones en series televisivas. Como director, más allá de The Screaming Skull, su obra se cierra con un par de filmes, Tarzán en Nairobi (Tarzan and the Perils of Charity Jones,1971) y otra estimable incursión en el suspense, Point of terror (1973). Por ello, sorprende, más si cabe, su total desparpajo y ambición a la hora de estructurar los planos, los movimientos de cámara y una manera muy inteligente de utilizar los sonidos y el poderoso score de Ernest Gold (compositor de más de 82 títulos entre los que destacan filmes como La cruz de hierro (Cross of iron, 1973) de Sam Peckinpah). Un ejemplo de ello es el tratamiento que da al personaje de Jenni en su última y definitiva incursión en el horror nocturno, alentada por los gritos de la calavera y extraños golpes, la joven camina en camisón por una casa vacía, espectral y en el que el único elemento que puede servir de transición espacial es una escalera de madera que sirve de referencia en cada tiro de cámara. De pronto, vemos un plano de la tormenta en el exterior de la casa y un árbol golpeando con fiereza sobre la fachada, los golpes se suceden ampliando la intensidad, como si estallaran con fiereza en la cabeza de Jenni. De nuevo la vemos a ella en la escalera, en un inquietante plano medio con una vela detrás... No hay vuelta atrás, la locura es la antesala del horror y la casa vacía y fría casi una metáfora arrolladora de aquello pernicioso que ha sido borrado de su mente, pero que allí, en aquel lugar, vuelve con renovada fuerza. Es, como decía, en estos detalles delicados del tratamiento del espacio y las sombras donde este filme podría recordarnos a exquisitos trabajos de Jack Clyton, Jacques Tourneur o incluso al Hitchcock de Rebeca (Rebecca, 1940). Pero, como apuntaba al principio, estamos ante un filme que arriesga su crédito en una apuesta por lo sobrenatural y se decanta directamente por, en su último tramo, erigirse en un auténtico ghost film. El fantasma de Marion es mostrado por Nicol en un plano explícito y con el rostro de la calavera risueña, un fantasma que se esfuma, incorpóreo, para más tarde aparecer en un plano secuencia magnífico en el que ese ser de ultratumba aparece en el hibernadero para perseguir a Jenni sin descanso, no existe guarida posible, la locura se ha desatado y todo atisbo de racionalidad es puramente especulativo. En resumen, Screaming Skull es una sorprendente Midnigth movie que en cierto modo aborda tópicos del género tratándolos con un sofisticación muy cara de ver en el cine de género norteamericano de la década de 1950, salo raras excepciones, generalmente plagado efectismos manidos Un buen ejemplo de esto puede ser un filme como 13 Fantasmas (13 Ghosts, 1967) de William Castle, simpático, entrañable diría, pero totalmente insustancial. The Screaming Skull, cinta sin pretensiones, pero reconfortante en su propia naturaleza artesanal, sería años más tarde parodiado en el programa de televisión Mystery Science Theater 3000, show fantástico en tono de comedia creado por Joel Hodgson y producido por Best Brains, Inc. entre 1988 y 1999.