publicado el 3 de mayo de 2012
Lluís Rueda | Algunos avezados fans de Joss Whedom presumían / presumíamos que era el hombre ideal para encargarse de adaptar el cómic 'Los Vengadores', en origen de Jack Kirby y Stan Lee para la Marvel, por cierto, una saga nacida para competir directamente con 'La liga de la justicia', otra reunión de ilustres superhéroes de la editorial DC. Las razones eran preclaras, las mismas por las que se asignó otro proyecto ambicioso como Star Trek (2009) a J. J. Abrams, Whedom es un mago del fantástico televisivo y el creador de series de auténtico culto como Buffy Cazavampiros (Buffy the Vampire Slayer), Firefly, Angel, Glee o Dollhause. Un guionista, productor y director todoterreno con una idea del espectáculo de masas nada hedonista y siempre sujeto a la idea de que el presupuesto marca las reglas pero no condiciona el talento y la sagacidad.
Whedom no es un simple operario, y buena muestra de ello es su espléndido trabajo en la serie Firefly, un fantástico western futurista con guiño indisimulado a los avatares de Han Solo y las huestes starwarsianas del Halcón Milenario, que fue cancelada incomprensiblemente en su primera temporada. Pero precisamente de ese trabajo abortado, y a modo de colofón, nació su primer largometraje: Serenity (Id., 2005), nada más y menos que un vertiginoso filme sci-fi, repleto de aventuras, naves espaciales, tiroteos y caníbales (ravers) que cerraba la historia de los contrabandistas camisas marrones que proponía Firefly. Ya en este filme pudimos comprobar el savoir fair de Whedom en las escenas de acción y, lo más importante, su feliz y brillante manejo de las historias corales en que cada personaje tocado por su varita es perfilado con una riqueza poco común.
Teniendo en cuenta que Los Vengadores se nutre de la suma de varios filmes dedicados a los miembros fundadores de la saga, Hulk, Iron Man y Thor, más la película centrada en un honorario de enorme peso como es Capitán América: El Primer Vengador (Captain America: The First Avenger, 2011) (cabe decir que se trata de un espléndida cinta de aventuras de Joe Johnston), la tarea no era otra que ensamblarlos de una manera acorde, teniendo el cuenta el rango de popularidad de cada franquicia y, desde luego, redondear esa alianza de seres extraordinarios con un filme a la altura; es decir, asumiendo que ésta debía ser la madre de todas las batallas, el filme de superhéroes definitivo y algo más que un buen puñado de efectos especiales apabullantes. Si bien no me atrevería a decir que Los Vengadores es la cinta de superhéoes definitiva, podemos convenir que estamos ante un extraordinario espectáculo que puede medirse sin complejos con dos de las mejores propuestas de estas características: El caballero oscuro (Dark Knight, 2008) de Christopher Nolan y X-Men: Primera Generación (X-Men: First Class, 2011) de Matthew Vaughn (siempre dejando a un lado Iron Man (Id., 2008) de Jon Favreau, un vaso comunicante que forma parte de la identidad de Los Vengadores, y filme que ha servido a Whedom de piedra angular para construir un cóctel multiestilístico que coquetea con la comedia, el thriller, la política y la tragedia shakesperiana que tan bien ejemplificaban los dos filmes de Nolan y Vaughn, antes citados.
El libreto de Whedom a partir de un argumento de Zak Penn desarrolla el papel de cada vengador y su cuota de protagonismo a partir de las peculiaridades de la personalidad de cada uno, así Tony Stark es el egomaníaco inadaptado que irrita a un caballero con valores de otra época como Steve Rogers / Capitán América y a un semidios astracanado como Thor (el gag de Stark riéndose de la manera de hablar sheakespiriana y los ropajes de Thor y el malvado Loki (excelso Tom Hiddleston) es antológico, y el bofetón-mofa a la película queer de Kenneth Branagh va implícito por parte de Whedom). Pero, por otro lado, Stark, más allá de comparar al villano Loki con la madre de Bambi parece hallar un aliado peculiar en el sombrío y atormentado Dr. Bruce Banner / Hulk o, al menos, acorde a su intelecto. En paralelo, la novedad cinematogáfica del tándem Natasha Romanoff / Viuda Negra y Clint Barton / Ojo de Halcón parece servir a Whedom casi de acicate entre héroes de acción de perfil gubernamental y las starlets del universo Marvel que son esencialmente Iron Man y Thor. A mi entender, el héroe Capitán América juega en otra liga y representa unos valores muy nostálgicos, pero todo ello configurado en un juego de equilibrios poderoso y bien tramado que responde directamente al retrato coral que Whedom ya planteaba en la nave Firefly con su pinturesca tripulación.
Por lo demàs, el filme es un suculento espectáculo que combina a la perfección una trama en que las franquicias Thor y Iron Man llevan el peso de la función y procuran un antagonismo ciertamente interesante entre el universo de dioses y demonios que ya recogía el filme de Kenneth Branagh y el mundo tecnificado, preñado de humor ácido, en que Tony Stark es la estrella, un contraste suculento y bien matizado que va en paralelo a una trama que arranca con destellos de cine de espías y acaba en una batalla de proporciones descomunales entre los vengadores y una legión de demonios que han atravesado una puerta dimensional. A destacar la espectacular batalla en plano secuencia entre los rascacielos en el último tercio del filme, un tour de force arrebatador en el que Whedom juega con el tiro de cámara de un modo nunca visto hasta la fecha. Todo funciona en Los Vengadores de un modo milimétrico y lejos de dejar la sensación de un metraje excesivo, el espectador se queda con las ganas de dilatar las intrahistorias y conocer más detalles de, por ejemplo, ese pasado sangriento que se apunta del personaje de la Viuda Negra (una sexy y funcional Scarlett Johansson).
La estrategia no ha podido ser más rentable para Marvel, tanto es así que más allá del largo recorrido de este grupo de superhéroes uno tiene la sensación de que hay franquicias riquísimas por explotar, caso de Iron Man y Thor (esta última a mejorar notablemente) y otras nuevas con unas posibilidades extraordinarias. Así es el Universo Marvel, una maraña de arquetipos disfuncionales con una capacidad de pervivencia y regeneración notable, y es que las historias de la Marvel, como las de DC, son las odiseas clásicas versión siglo XXI para la gran pantalla y, en cierto modo, el remedio a todos los males del cine-espectáculo norteamericano. En otro sentido, cabe reflexionar sobre el papel del director moderno que ha triunfado en un medio tan popular como la televisión y ha sabido adaptarse a las nuevas exigencias de un público que requiere fuegos artificiales a la vez que demanda tramas atractivas (algo de lo que adolecían muchos blockbusters hasta la fecha). Josh Whedom o J. J. Abrams son paradigmas del realizador consecuente con ese equilibrio, garante de idea y forma en perfecta comunión. Al respecto de este tema vale la pena leer el artículo que Tomas Fernández Valenti dedica a Los Vengadores y a esta nueva figura de realizador post-moderno surgido de la televisión y del mundo de las series. Ver en su blog TMV. http://elcineseguntfv.blogspot.com.es/2012/05/los-vengadores-de-joss-whedon-telegrama.html