publicado el 10 de mayo de 2012
Lluís Rueda | Un filme protagonizado por un vampiro atormentado que regresa de la tumba tras doscientos años, una familia desestructurada que proviene de la vieja burguesía de Nueva Inglaterra y una bruja dispuesta a vengar su despecho toda una eternidad lo tiene todo para conformar el folletín gótico definitivo, pero en ese término precisamente, folletín, es en lo que debemos fijar nuestra atención. La definición es preclara: “Folletín (del francés feuilleton, diminutivo de feuillet, 'hoja', página de un libro) es un género dramático de ficción caracterizado por su intenso ritmo de producción, el argumento poco verosímil y la simplicidad psicológica. Recurre a la temática amorosa, pero también al misterio y a lo escabroso”. Eso era precisamente la serie de Televisión Dark Shadows de Dan Curtis, un producto honesto, marcadamente melodramático y sin excesivas salidas de tono que generó dos filmes y popularizó la imagen del vampiro como ser atormentado y de alma quebradiza en la pequeña pantalla. La nueva puesta al día de este material por parte de Tim Burton para la gran pantalla parece tener muy claro ese punto de partida y de hecho arranca con un prólogo de extraordinario alcance romántico y una atmósfera sobrecogedora, acaso a la manera del sugerente prólogo de Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet (Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, 2007). Pero, como no podía ser de otro modo, el sello Burton en pocas ocasiones se concede unas reglas clásicas si acto seguido no procede una deconstrucción, una arbitraria y lisérgica propensión al pop que en ocasiones libera al conjunto de sus filmes de rigidez y concede un sano distanciamiento, pero no siempre ese ejercicio de irreverencia es necesario y, como poco, podría ser objeto de dosificación dada la naturaleza fantastique de algunos de sus filmes. Un ejemplo de esa dosificación, y filme que podría servirnos como ejemplo de las carencias de Sombras Tenebrosas, es el divertido y, a su vez, ejemplar horror film Sleepy Hollow (Id., 1999). En esta cinta basada en cuento gótico de Washington Irving, siempre impera la atmósfera y el tono oscuro del relato original y su inclinación sana hacia la comedia va de la mano de un personaje, Ichabod Crane (Jonnhy Depp) que de tan inadaptado y torpe se erige en antihéroe con connotaciones a Jacques Tati. Pero la atmósfera irrespirable, densa y decadentista de dicho filme nunca queda en entredicho, como en las grandes horror comedies clásicas, desde La comedia de los Horrores (The Comedy of Terrors, 1964) de Jacques Tourneur a El baile de los vampiros (The Fearless Vampire Killers, 1967) de Roman Polanski).
Ese es el principal inconveniente de Sombras Tenebrosas, un filme que condensa en su prólogo unas expectativas muy alejadas del resultado final. El tratamiento del personaje de Barnabas Collins (Jonnhy Depp) y su historia de amor truncada por la despechada amante Angelique Bouchard (impresionante Eva Green), es expuesto con delicadeza, nitidez y un halo de belleza poética poco usual, solo hemos de ver esa escena en que la prometida de Barnabas, joven que toma el rostro y la belleza frugal de Bella Heathcote, cae por el acantilado hipnotizada por la bruja Bouchard, Se trata de una escena de iniciación en la que Barnabas se suicida tras la pérdida de su amada y, con ese acto, renuncia a su naturaleza humana y se convierte en vampiro. Esa capacidad ejemplar de síntesis se va diluyendo progresivamente, pero aún pervive al inicio del filme; Barnabas, tras ser rescatado accidentalmente de su ataúd por unos obreros despierta súbitamente en 1972 convertido en un depredador sediento que acaba con todo aquel que aparece a su paso, y, ciertamente, la imagen del upiro cubierto de sangre regresando por medio de la ciudad de Collintown (Maine- Nueva Inglaterra) hasta su mansión de origen se nos antoja de lo más estimulante y es que Burton, hasta que el vampiro no contacta con sus parientes, no se concede un atisbo de comedia y el filme conserva un halo terrorífico impecable. Con todas las expectativas intactas, Sombras tenebrosas, decide abrazarse a la comedia de equívocos (a la manera de Eduardo Manostijeras) pero de un modo tan desmedido y autoconsciente que todo el sustrato y el poso gótico del filme queda argumentalmente y estilísticamente relegado a un diseño de producción brillante pero quizá excesivo para acoger un relato que, salvo algunos detalles / apuntes / secuencias de interés, podría pasar por un remedo de La familia Adams o The Munsterss (reyes del equívoco y la comedia de situación versión goth).
Respecto al resto de personajes con los que Barnabas toma contacto en la mansión Collin, acaso excepto la patética Dra. Julia Hoffman interpretada por Helena Bonham Carter, todos resultan tan estereotipados y accesorios que acaban por resultar absolutamente cargantes. Lo cierto es que duele ver a la antaño gran Michele Pfeiffer (Elizabeth Collins Stoddard) como bocado de segunda en un papel de empresaria arruinada que tira de estirpe para resurgir de sus cenizas. Si la intención de Burton era la de hacer de la saga Collin una suerte de familia Usher, el resultado no puede ser más desastroso, y a fe que que el de Burbank maneja la idea de emular a Corman como podemos comprobar en las escenas en que Barnabas pasea junto a la joven institutriz Victoria Winters ataviado como Vincent Price en el estupendo filme La tumba de Ligeia (The Tomb of Ligeia, 1965). Otro aspecto es el tono de comedia que impera durante todo el metraje, en ocasiones arruinando algunos aciertos como la secuencia final del filme y siempre rompiendo la magia de una cinta que pudo ser más inteligente e incluso ambigüa pero que apuesta sin rubor por el chascarrillo fácil. Valga como ejemplo el encuentro sexual entre la bruja Angelique y Barnabas, una secuencia vergonzante que viene a mostrar que en el erotismo como en la vida, la comedia debe ser comedida y razonable. Pero para Burton cualquier elemento comedido es ineficaz y en su rol de melifluo John Wathers siempre pierde, y con él sus películas imperfectas a sabiendas. ¿Será Sombras Tenebrosas la última estaca que acabe con la impune inmortalidad cinematográfica de Tim Burton y que nos libere de sus delirios egomaníacos? Es difícil predecirlo y más a sabiendas que la marca Burton ya es casi tan universal como la Coca cola. Estamos ante una propuesta tan desigual y decepcionante que nos remite a Sweeney Todd, el barbero diabólico de la calle Fleet o Alicia en el País de las Maravillas (Alice in Wonderland, 2010), pero, con todo, Sombras Tenebrosas resulta incluso menos sofisticada que Sweeney Todd..., a la sazón una opereta acomodaticia y sin alma, y mucho menos delirante que Alicia..., un material que justifica excesos pero pierde toda su magia en una segunda mitad desastrosa y exenta de criterio cinematográfico. En resumen, Tim Burton es la 'sombra tenebrosa' de lo que un día fue... Un muerto viviente que siempre acomete sus últimas obras como un acto de deconstrucción sin parámetros razonables de interpretación. Como de costumbre, lo mejor del filme es su diseño de producción y como novedad, la fantástica bruja interpretada por Eva Green que, por cierto, merecía un cuento mejor hilvanado para acometer sus fechorías. Más allá de ese fantástico set de un pueblecito marinero de Nueva Inglaterra, meridianamente lovecraftiano, que aparece tras el magnífico prólogo al que aludíamos al principio de este artículo, la lista de despropósitos del filme sería tan larga que más vale archivarlos en el olvido o encerrarlos en un ataúd.