publicado el 5 de septiembre de 2012
Marta Torres | Sam Raimi es ya una marca de cine, en parte gracias a unos inicios arrolladores con filmes gamberros, terroríficos y desprejuiciados -Posesión infernal (Evil dead, 1982), Terroríficamente muertos (Evil dead 2, 1987) y Darkman (Id., 1990)- y en parte al éxito de su trilogía dedicada a Spiderman. Lo cierto es que el director ha querido rentabilizar su estilo produciendo a través de Ghost House Pictures filmes de terror cercanos al espíritu de la serie B con resultados más bien irregulares, recordemos El grito (The grudge, Takashi Shimizu, 2004), The messengers (Id., Pang Brothers, 2007) o 30 días de oscuridad (30 days of night, David Slade, 2007). Es también el caso de The possession (El origen del mal), un filme sin demasiado interés sobre posesiones infernales dirigido por el director danés Ole Vornedal, bregado en producciones de terror de bajo presupuesto en su país y conocido por haber dirigido La sombra de la noche (Nightwatch) con Ewan McGregor y Patricia Arquette en un lejano 1997.
The possession (El origen del mal) no es un film mal dirigido, las interpretaciones son buenas y la puesta en escena y el ritmo son incluso demasiado correctos. Se diría que es una película hecha con los ojos cerrados y el piloto automático puesto que transita caminos mil veces recorridos en el género de terror y el subgénero de las posesiones. La película explica otra vez lo que ya se explicó, y muy bien, por cierto, en El exorcista, por poner un ejemplo, a lo que añade modos y maneras de las películas japonesas de fantasmas que hicieron furor a principios de siglo (El grito, Ju-on…) y que ya ha adoptado el cine de terror como estética desde entonces (fotografía gélida, golpes de efecto y una iconografía característica de niñas de largos cabellos y seres reptantes).
El único cambio que se atreve a introducir es una leve desviación en el origen del demonio, de ascendencia judía en este caso, lo que convierte el exorcismo en un ritual algo más exótico de lo que es habitualmente y que, en definitiva, es lo más interesante de la película. El filme se centra en una familia de padres separados, con dos hijas, una niña y una adolescente, que sufren el acoso de un ser demoniaco que habita en una misteriosa caja de madera de origen polaco (Dybbuk). Este aspecto también es típico en los relatos de terror, que parecen sentir fascinación por las familias desestructuradas como nido de cultivo de maldiciones y posesiones varias y que parece transformarse en este filme en una moraleja banal sobre el divorcio. El mismo director comentó que el guion le pareció más una alegoría sobre el divorcio que un filme de terror.
The possession se arrastra de cliché en cliché hasta el aburrimiento y sin conseguir apenas un par de planos inquietantes en sus larguísimos 90 minutos de metraje. A destacar, eso sí, sus esforzados actores, con Jeffrey Dean Morgan y Kyra Sedgwick a la cabeza y su honorable lucha por insuflar un poco de vida en este filme plano, gris y sin alma.