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publicado el 10 de noviembre de 2004

Apocalipsis fílmica

Lluís Rueda | Se hace difÍcil encontrar un solo elemento positivo para hablar de la segunda entrega de esta saga basada en el famoso videojuego, acaso que, de tan insolvente, hace buenos los méritos de la primera entrega: Resident Evil de Paul W. S. Anderson (2002). En Resident Evil 2: Apocalipsis, Paul W. S. Anderson asume tareas de producción y firma el guión; la dirección en esta ocasión cae en manos del director de segunda unidad Alexander Pitt (Twister, Gladiator, Black Hawk derribado, El caso Bourne…) y el protagonismo, en este caso compartido con la actriz Sienna Guillory (Love Actually), vuelve a tenerlo la bella Milla Jovovich encarnando a la heroína Alice. No es de extrañar que Anderson renunciara a rodar su propio guión y se decantara por dirigir un proyecto como Alien vs. Predator, el resultado de esta nueva entrega es tan irregular e incompetente como el dictado de su sonrojante hilo argumental. El filme, orquestado por Alexander Witt, puede ser considerado como una de las obras más caóticas vistas en los últimos años: las incoherencias y arbitrariedades del guión son inumerables.

Tras el brillante remake de Zack Snyder, Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, 2004), todo futuro filme de zombies está obligado a aportar un plus de originalidad si desea salir airoso. El remake de Zombie de George A. Romero, superó con creces los méritos de Resident Evil y de 28 dias después (28 Days Later, 2002) de Danny Boyle, poniendo el listón muy alto.

El filme, orquestado por Alexander Witt, puede ser considerado como una de las obras más caóticas vistas en los últimos años: las incoherencias y arbitrariedades del guión son inumerables.

Esa quizás sea una de las razones por las que Resident Evil 2: Apocalipsis se decante tan abiertamente por la desmesura formal: su falta de inventiva es flagrante y conviene deslumbrar al espectador con fuegos de artificio. Lo que sería realmente grave es que más que desidia, o falta de talento, el lamentable resultado de esta secuela fuera producto de un depurado estudio de mercado (solo hay que ver los números de Van Helsing).

Para este incompetente guión, Paul W. S. Anderson ha copiado sin tapujos el esquema de 1997: Rescate en Nueva York (Escape from New York, 1981) de John Carpenter: es decir un grupo de humanos en una ciudad infestada de zombies y mutantes que intentan rescatar a una niña antes de que la ciudad vuele por los aires. Alice (Milla Jovovich) en este caso acompañada por una agente especial hará duo minifaldero para quitarse de encima a esos sobones zombies a bofetones (la coreografía del cementerio es bochornosa). Vuelven los galgos asesinos que tanto juego dieron en la primera parte (aunque ya no juegan con el factor sorpresa) y se dan curiosas anomalías víricas, como que los zombies niños corran como balas y los adultos vayan al ralentí (sic), o que Alice aparezca en el momento justo (¡y de que manera!) para salvar a gente que no conoce, que no ha visto en su vida, y nadie sabe como ha localizado.

Pero hay un plato fuerte, acaso porque esos zombies que parecen salidos del videoclip del Thriller de Michael Jackson ya no dan más de sí tras los veinte primeros minutos de metraje, la inventiva de Anderson recurre a un clásico del género como el "Vengador Tóxico" (en este caso con hechuras de Terminator) y le ofrece un papelito entrañable en la función. El resto es una película para imaginar, para oir, donde las peleas nunca se ven, intuimos un codo, un pie, una rodilla, pero no quién se pega, ni dónde, ni cómo (la sutileza del ultimísimo cine de acción parece haber llegado a tal grado de sofisticación que incluso tiene algo de zen).

Para el recuerdo siempre quedará el brillante trailer publicitario que precedió a la película, y el honesto trabajo de la primera entrega, donde el director de Horizonte final (Event Horizon, 1997) mostró su oficio a la hora de confeccionar solventes blockbusters. Resident Evil fue un excelente ejemplo de cómo trasladar a la gran pantalla la idea de un Arcade sin renunciar a explicar una historia: al menos hasta que se invente el cine interactivo es lo mínimo que podemos pedir.

La que en su momento nos sorprendió como una carnal Alicia en el pais de los zombies ahora se ha convertido en una suerte de Ripley malcarada. El acierto que supuso la referencia a la obra de Lewis Caroll y su translación al infierno dantesco de "La Colmena" fueron algunas de las mejores bazas de la primera entrega. En esta ocasión Alexander Witt, con la más que evidente complicidad de Paul W. S. Anderson, lo único que ha hecho es darle un abrazo a John Carpenter para acuchillar su cine por la espalda. Nunca debieron llegar tan lejos.


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