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film malade

publicado el 29 de octubre de 2012

El Martillo de las Brujas

Lluís Rueda | 1. Cuestión de malditismo

Existen diferentes modos de mostrar la maldad y lo diabólico en un filme, existen directores / autores que conforman los guiones creando artefactos de relojería perfectos y también hay quién trasciende lo formal, abomina de las reglas y estructura su película como una entidad maldita autónoma que nos predispone a la insania, al malestar, a la incomodidad. Puede que la suerte de un filme y su intención final sean fáciles de digerir por espectadores que priorizan la transparencia en la exposición de la idea; algo presente en cintas malditistas (que no malditas) como John Carpenter's Cigarette Burns (Id., 2005) de Jonh Carpenter o la exquisita y perturbadora La semilla del diablo (Rosemary´s Baby, 1968) de Roman Polanski. Pero en ocasiones se busca que la idea también sea la forma y que la capacidad de tumefacción o viralidad de una historia se de en su estilo disfuncional y /o en su condición anómala. De esto último saben mucho alquimistas de la nueva ola contemporánea como David Lynch y viejos maestros del cine de los arcanos como Alejandro Jodorowsky (psicomago e ilusionista intelectual), ambos artistas equidistantes de eso que algunos llaman postcine y que otros describen como la sublimación de la magia a partir de texturas de varietés.

La provocación y la impostura puede ser tan cristalina como la del Lars Von Trier de Anticristo (Antichrist, 2009), tan atenazadora como en Martyrs (Id., 2008 de Pascal Laugier o simplemente tan contumaz como en The Lords of Salem, pero en este triángulo de films que capitulan acerca de cierto contagio malicioso de la pantalla hacia el espectador, lo más relevante es que se procura azotar el intelecto, sacudir las entrañas y que la exposición sea tan ritual como la de un santo oficio. Hace algunos años, cuando Rob Zombie debutó con la excitante La casa de los 1000 cadáveres (House of 1000 Corpses, 2003) antojé definirle como el Gran Zombie Blanco, un suerte de Murder Legendre de la insensatez argumental que articulaba instantes de prodigio con rentas de cine serie Z y eso continuó haciendo hasta un verdadero punto de inflexión: el que consiguió con su excitante obra maestra Halloween II (Id.,2009), construyendo un tramo final verdaderamente impúdico para un fan al uso del terror y harto celebrado por los amigos de la literatura hermética. Precisamente esa clave que intuimos en esos pasajes de Halloween II nos introducen en un hermetismo cinematográfico que en su último filme, The Lord of Salem, adquiere un sabor añejo especial en tanto hablamos de Massachusets, Nueva Inglaterra y por que el relato sobre brujería que nos expone Rob Zombie es tan clarividente y anticinematográfico que resulta otra cosa, arcana, lovecraftiana, venenosa, de carnalidad oprobiosa. Es todo eso y mucho más porque cinematográficamente predispone al engaño y a la burla, en esencia atributos propios del viejo diablo y sus huestes.

Los parámetros fílmicos de The Lords of Salem son de una insensatez premeditada, a contrapié, y bastante más alejados del puro esteticismo de lo que muchos creen tras su visionado. Comparando el filme de R. Zombie con cierto cine incómodo de Roman Polanski, veáse Repulsión (Repulsion, 1965) El quimérico inquilino (Le locataire, 1976) o La semilla del diablo, comprendemos que esos tres filmes covergen profusamente en la premisa argumental de The Lords of Salem, una historia al uso sobre satanismo social y metafórico anidando en una pequeña comunidad, una percepción de la realidad alterada por momentos, incluso trufada con alguna chicán escénica que plantea cierta arquitectura deudora de Stanley Kubrick. Hasta ahí todo es lo suficientemente analógico como para que el espectador pueda asimilar proyectando sus lugares comunes pero cuando la mutación es inevitable y Rob Zombie enseña las entrañas de su cine más irreverente la atención se emponzoña y el intelecto se sofoca, en algunos casos crea un rechazo y en otros, como el de este articulista, una fascinación enconada.

2. El enigma de las brujas
El comienzo del filme, con un flashback perfumado de british horror, nos remite a cintas como Witchcraft (Id., 1964 ) de Don Sharp y Twins of Evil (1971) de Jonh Hughes y ese antojo gótico tan reconocible es inteligentemente matizado por desenfoques rabiosos y texturas imprecisas que enriquecen la fuerza de los planos situándonos en la órbita de las sensaciones. Una tónica que el realizador ampliará a lo largo de los pasajes del filme precisamente para situarnos de manera sutil en el elemento onírico o visionario. Creo que ese acierto denota que elementos del montaje podrían ser mejorables y se podrían suprimir ciertos subrayados obsesivos así como la decisión errónea de condenar a su protagonista Heidi (Sheri Moon Zombie) a una insufrible retahila de despertares pesadillescos, recurso chusco e innecesario. En el filme queda expuesto con precisión que una música ancestral contamina el alma de la joven y que la influencia de esas diabólicas tres madres que tiene por vecinas son parte del proceso de intoxicación. ¿Pero que hay realmente detrás del proceso de Salem? ¿Y por qué Rob Zombie traslada su leyenda a la actualidad? El proceso de Salem que acabó con la quema de decenas de supuestas víctimas inocentes obedece a un acto reivindindicativo del puritanismo y un proceso de anulación de la identidad femenina que en aquellas tierras de Nueva Inglaterra estaba asociado a ciertos matriarcados indígenas, mujeres infiles, poderosas madres cuestinando la fe. Zombie articula, quizá sin saberlo, un filme / denuncia en que se reivindica la feminidad y se ataca al poder eclesiástico, a sus caducos prelados. Pero respecto al proceso de Salem también existen otras teorías según las cuales aquellas brujas eran sospechosas del maltrato de niños, tratos con el demonio y ergotismo (intoxicación con pan de centeno fermentado que contiene elementos químicos similares al LSD). También hay quién sostiene que se trató de un complot de la familia Putnam para destruir a la familia rival Porter. Pero lo que es evidente es que aquellos actos conllevaron un estrangulamiento social de la mujer.

Un relato de la historia de Estados Unidos tan oscuro es ya de por si en el ideario de R. Zombie un elemento contaminante que puede regresar del pasado, en cualquier instante, porque forma parte de la identidad colectiva de una región o pueblo. Su manera de inocular del germen es a través del rock, música hostigada por el puritanismo, y que su propagadora o musa sea la dj de un programa de radio no es baladí. Unos simples acordes de cuerda son el detonante y un grupo gótico / industrial del que nadie ha oído hablar el oficiante que procura la gestación del ángel caído propagando las ondas malignas. No es baladí que una pieza de la mítica banda Rush suene al final del programa de radio que propaga los acordes demoníacos, recordamos que el símbolo de esta gran formación de rock progresivo es un pentagrama. El realizador ensambla elementos para iniciados y excluye toda retórica del cine convencional, eso es lo que concede una pátina vibrante a un filme de escasos recursos (cine hermético, elementos metafóricos, alquimia visual).

3.Cine oprobioso de la década de 1970
Pocos recuerdan hoy día una cult movie norteamericana casi desconocida como es Messiah of Evil (1973), pero resulta imprescindible no reparar en ella a tenor de lo expuesto en The Lords of Salem y no es difícil imaginar que Rob Zombie ha extraído de ella ciertas ideas básicas como el proceso de locura de la chica atrapada en un comunidad de Nueva Inglaterra en la que el culto al demonio es casi un rasgo identitario forjado durante años. Pero situamos nuestra atención en este filme de Willard Huyck y no en otro por que cabe pensar que en su naturaleza de cinta de terror psicológico se muestra una libertad narrativa indisimuladamente amparada en la visceralidad del cine estadounidense post-vietnam. En aquella época el cine de terror se liberó de su habitual teratología (y de su clasicismo) y comenzó a analizar la maldad del ser humano casi como un atributo abstracto y colectivo, el odio a la modernidad, a las libertades, a la feminidad y los hábitos contemporáneos supuso un choque con ciertas culturas endogámicas y eso, en los sectores artísticos más progresistas, creó un efecto respuesta de modo que el horror fue expuesto con todas sus consecuencias. La caza de brujas macarthista en Hollwood fue en ensayo general con luces y taquígrafos de ciertos quistes del conservadurismo y fíjense que la historia del proceso de Salem es mimética (de echo el termino “caza de brujas” hace referencia a los echos de aquella comunidad puritana). Pero, más allá de esos aspectos sociopolíticos, The Lords of Salem es la reescritura de un modelo de cine fantástico inovador, contestario y de texturas poderosas que concentra su mejor cosecha a principios dela década de 1970. Un rasgo reconocible en la manera de hacer películas de Rob Zombie es su instinto para crear texturas interesantes a partir de la inspiración que le provocan un ramillete de películas con las que empatiza a un nivel muy básico. Con esos pigmentos esenciales el realizador tiene el don de construir obras reveladoras e igualmente virulentas. Ese cine de los Curtis Harrington, Gerorge A. Romero o Herk Harvey (por citar algunos ejemplos de directores renovadores y en algún casos marginales) interesa a Rob Zombie como un punto de partida estético desde el cual tramar pautas de post-modernidad. Este proceso no es solo reconocible en su díptico sobre el psicópata Michaeel Myers o en The Lords of Salem, también está presente en su oda pecquimpackiana Los Renegados del Diablo (The Devil's Rejects, 2005). Puede que alguien piense que directores como Quentin Tarantino también muestran esos requisitos en sus obras, pero sería un error... Por ejemplo, el cine del director de Pulp Ficcion, es de un esencialismo pop minuciosamente trabajado que funciona desde la entronación de una iconografía puramente cinéfila y, me atrevería a decir, muy deudora del direc to video y el fondo de armario de los videoclubs. En el caso de Rob Zombie, su materia de partida evoca marginalidad y es transformada mediante procesos delirantes, azarísticos e influencias variopintas como el vioarte o el videoclip pero sin perder de vista cierto clasicismo en su mecánica.

Observemos un extracto de un estudio de Pau Roig sobre el filme Messiah of evil al que hacíamos referencia:

“Prácticamente aislada en la casa de su progenitor, rodeada por sus pinturas a tamaño real de personajes inquietantes y con la extraña compañía de un misterioso coleccionista (Michael Greer) y de las dos mujeres que lo acompañan, Arletty verá como rápida e inexorablemente el mundo que creía real hasta entonces empieza a desmoronarse, a cambiar, a transformarse en algo distinto… y terrorífico. Bajo la apariencia de una típica ciudad norteamericana de la costa, Point Dune esconde el más terrible de los secretos: el germen de una infección más moral que física y / o psicológica que va transformando a sus habitantes en monstruosos caníbales que esperan la llegada de un nuevo mesías”.

Podríamos cambiar los nombres de sus protagonistas por los de The Lords of Salem y tendríamos una impecable sinopsis del filme de Zombie. Pero si ya hemos revisitado ese hilo argumental una y otra vez y pese a los paralelismos The Lords of Salem parece otro producto nuevo y subversivo, debemos preguntarnos el por qué. La condición del realizador como artista polifacético quizá nos de alguna clave sobre su irreverente condición de artista bastardo del fantastique.

4. La pictorica del mal
En The Lords of Salem hay presentes elementos pictóricos incuestionables y en gran medida el poder de seducción del filme tiene mucho que ver con como el realizador mueve su cámara, de manera que parece introducirse en la inmundicia moral y en las llamas purificadoras de frescos como 'Las tres brujas' de Johannn Heinrich Füssli, 'El aquelarre' de Goya así como muchas de sus Pinturas Negras... El poder de sugestión de las brujas retorciéndose entre el fuego, sublimando el dolor con sus gritos lujuriosos, e impostando en sus rostros el clímax de una fornicación ilusoria es simplemente asfixiante. Los encuadres de un clasicismo rayano al barroco y esas bruscas alteraciones preñadas de desenfoques, cambio de ejes y planos detalle son excepcionales, febriles y ciertamente inusuales en el cine de horror contemporáneo. Pero en su evocación maligna y el acercamiento de la joven Heidi a su unión en carne y alma con el macho cabrío, tramo final de un filme sin retorno al mundo real, hallamos al realizador en su faceta más inventiva como ideólogo de sugestivos videoclips y poderoso escenógrafo de directos alimentados por un found footage muy personal. Rob Zombie es un paradigma de creador audiovisual que ha sabido integrar la fuerza y libertad del videoclip sin que sus películas tengan la apariencia de un galimatías. Como poco ha sabido domesticar la rabia de su condición de adalid del metal para crear parcelas visuales cargadas de sugerencias y hallazgos. Eso permite que sus ideas grotescas tengan un timbre especial y que el montaje de sonido de sus filmes sea tan poderoso y experimental, en este caso con la excepcional colaboración del guitarrista John 5 [1]. En su último filme, R. Zombie, sabe gestionar el inestimable aprendizaje adquirido en sus propios clips musicales y aproximarse al de otros artistas con universos oníricos parejos, véase Floria Segismondi, Samuel Bayer o el E. Elias Merhige como realizador para piezas de Marilyn Manson o Danzing. Tales influencias pueden abocar a una aberración cinematográfica y siempre surgirán miradas puritanas (incluso desde la más adocenada postura del fan del horror) que condenen su cine al infierno. Pero es que hasta en eso, Rob Zombie es un maldito interesante, convierte su modo de vida y sus pulsiones en cine honesto, molesto y cifrado, por que para él, repetir estilemas es aburrido y contentar a sus fans es no crecer como cineasta y artista. Me temo que lo que más molesta de The Lords of Salem es que destroza las expectativas de los espectadores que ya la habían visualizado incluso antes de ir a verla, nadie parecía preparado para un ejercicio de mesmerismo cinematográfico tan particular.

  • [1]. John William Lowery (n. el 31 de julio de 1971 en Grosse Pointe, Michigan), más conocido como John 5, es un guitarrista estadounidense. Su apodo surgió cuando en 1998 el se unió a la banda de metal industrial Marilyn Manson. Actualmente es el guitarrista de Rob Zombie.

  • SUBIR.

    Título Original: Lords of Salem. País y Año: EE.UU. - 2013. Dirección: Rob Zombie. Guión: Rob Zombie. Reparto: Sheri Moon Zombie, Bruce Davison, Jeff Daniel Phillips, Ken Foree, Dee Wallace, Meg Foster, Maria Conchita Alonso, Barbara Crampton, Andrew Prine.Fotografía: Brandon Trost. Música: Rob Zombie, John 5. Producción: Jason Blum. Rob Zombie. Oren Peli. Duración: 112 minutos. Estreno EE.UU.: 2 de enero de 2013


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